11 de septiembre de 2016

Perú: Educación, cuatro catastróficos mitos

Hugo Neira

“La escuela dominante es un doble fracaso. Cognitivo y moral. No hemos formado ni técnicos ni ciudadanos”.

Cuando escucho decir “educación nacional”, pienso inmediatamente en Azerbaiyán y Kirguistán, dos repúblicas asiáticas. Ambas formaban parte del territorio ruso y tienen en común con el Perú ocupar los últimos lugares en la clasificación de PISA. Y por debajo de nuestro país. En la prueba del 2010, el Perú tuvo 370 puntos, Azerbaiyán unos 362 y Kirguistán unos 314. Por encima de este grupo, igualmente en pésimos lugares, Panamá con 371 y Albania con 385, y el resto de países latinoamericanos. Nicolás Lynch escribió en el 2006 “Los últimos de la clase”. Diez años más tarde, seguimos entre los peores. 

Que la educación pública ande mal no asombra a nadie. Decirlo es caer en un lugar común, una redundancia. Pero eso no es todo. Esa afirmación viene acompañada de otra. Se reconoce que los colegios nacionales de otrora eran estupendos. Eso me consta, estudié secundaria en uno de ellos. Lo que me intriga es que casi nadie se anima a decir por qué los abandonaron. No es que tengamos una secundaria deficiente, sino una que no se parece a ninguna en la rotundidad del globo terráqueo. Menos mal que no fabricamos autos, haríamos coches con tres o cinco ruedas, ¡todo por ser “creativos”!

Jorge Basadre reclamaba una historia de los peruanos. Es decir, de una causalidad que viene de la larga duración, por ejemplo, de la demografía. Así, comencemos por los años sesenta. El país dejaba de ser rural. “De 1958 a 1968, la población escolar primaria se incrementó en un 78%. La secundaria en 166% y la universitaria en un 281%” (Virgilio Galdo, “Visión histórica de la educación peruana”).

Es evidente que el Estado desde entonces no pudo asumir ni alzas de sueldo a docentes ni la construcción de nuevos locales. Se entiende que se echara mano a recursos como al uso triple de los locales escolares (turnos de mañana, vespertino y nocturno). Pero luego vinieron otras medidas fatales. En los noventa se redujeron las horas de clase. Nadie protestó. Clases solo por la mañana. Pero hubo algo más. Desaparecen del plan currícular de la secundaria común asignaturas enteras. Adiós, cursos de lógica, gramática, geografía, biología, química, física, literatura, ética, historia del Perú. 

Es la victoria de los constructivistas. A los educandos se les reúne por “áreas”. Y en talleres. Seguidores de Piaget y de Vygotsky. Esta escuela, aplicada en el desprevenido Perú, elimina la transmisión de conocimientos por el docente. Ellos dicen: “Nos reunimos, dialogamos”. “Formamos grupos y analizamos”. ¿Quién hace la clase? Respuesta de los constructivistas: “El aprendizaje es dirigido por los propios estudiantes” (“Manual del docente”, página 12). O sea, el educando se las arregla, pero no en solitario. Muchas escuelas privadas han guardado las asignaturas que llaman tradicionales. Y es por eso que son mejores que las estatales.

Cuatro mitos han conducido a errores mayúsculos. Me limitaré a discutirlos, con unos sencillos textos de Fernando Savater (“El valor de educar”, editorial Ariel, 1997). 

1) El mito del niño que juega. “Sin duda el juego es una actividad fundamental de niños y de adultos, y es cierto que aprovechando la inclinación del niño al juego se les puede enseñar muchas cosas”. Sin embargo, “la mayoría de las cosas que la escuela debe enseñar no pueden aprenderse jugando”. Savater añade: “La misma idea de la escuela para jugar es disparatada, para jugar los niños se bastan y se sobran por sí solos”.

2) El mito del niño creador. Aquí Savater acude a Lévi-Strauss: “La pedagogía no mutila las virtualidades y la creatividad infantil se revela en su capacidad para asimilar la educación y realizar el acto genial de aprender”.

3) El tercer mito es querer formar el “hombre nuevo” en el aula. Orientándolo a sus deberes sociales. La idea normativa ha predominado sobre la idea cognitiva. ¡Hemos convertido la escuela pública peruana –para pobres– en un lugar en que el educando escucha más veces cómo se debe portar con sus compañeros, la familia, con el entorno, que horas de clase y de trabajo sobre materias científicas! Hoy en día, el espacio que antes ocupaban cursos o asignaturas se dedica a lecciones de moralidad.

Según el diseño curricular del Ministerio de Educación hacia el 2008, en su página 12, en “la centralidad de la persona”. No discuto la buena intención de los constructivistas. Ellos quieren una escuela sin maestros. Y con alumnos activos. Pudimos ensayar esa escuela como un experimento, pero no. La extendimos a todo el país. Pasamos del exceso memorístico a la “formación de personas”. Y no se consiguió una cosa ni la otra.

4) Este consiste en confiar en las herramientas. Es decir, la tecnología, Internet. Y dejar al profesor en el papel de orientador. Otra vía de escape para evitar formar buenos maestros, porque eso cuesta. La educación de los educadores y sus posibles ingresos. 

La escuela dominante es un doble fracaso. Cognitivo y moral. No hemos formado ni técnicos ni ciudadanos. Y es difícil medir el daño.

Al desaparecer los cursos y asignaturas de las escuelas, desaparecen de las universidades. En efecto, para qué contar con docentes formados en una especialidad, puesto que estas han desaparecido de las aulas. El Perú, después de esa serie de reformas desatinadas, no tiene suficientes profesores de secundaria formados en disciplinas para darnos la educación que tiene no solo Chile o México, sino Bolivia y Ecuador. Más claro, el agua. 

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