25 de octubre de 2016

¿Qué religión tiene Donald Trump?

Antonio Gomez Movellan

En la primera enmienda de la Constitución de EEUU se establece la separación de la iglesia y del Estado y sin embargo EE.UU. es uno de los países más religiosos del mundo. Es la diferencia que hay entre el Estado y la Nación. En Europa, donde en muchos países no existe una estricta una separación de las iglesias y el Estado, la mayoría de los templos católicos y evangélicos están vacíos mientras que en EE.UU. los templos están abarrotados. Es posiblemente uno de los países del mundo que más templos tiene por kilómetro cuadrado y cientos de miles de ciudadanos de EEUU son fanáticos religiosos; cristianos fanáticos que, en algunos periodos, han condicionado la política Norteamericana. Durante la época Reagan la religión se metió de lleno en la presidencia y se constituyó lo que se denominó la “nueva mayoría moral” que utilizó el cristianismo como ideología imperial. En el periodo Clinton esta mayoría moral se metió en la cama del presidente. El famoso impeachment que sufrió Clinton fue impulsado por los grupos lobistas de la “nueva mayoría moral”. El propio Bush hacia gala de ser un renacido cristiano. Y es ya un tópico el afirmar que una persona sin religión no podrá nunca llegar a ser presidente de EE.UU. Y mucho menos si una persona se declara abiertamente atea.

En realidad no siempre fue así ya que la fundación de EEUU está vinculada a la tolerancia frente al fanatismo. Es cierto que las denominaciones protestantes de Europa fueron trasladadas a EEUU y fueron transformándose ya que el cristianismo en EEUU, en sus diversas denominaciones, han configurado durante mucho tiempo una especie de religión nacional a la cual se han añadido los nuevos cultos como los mormones o los testigos de jehová. Sin embargo todo esto está cambiando ya que el catolicismo está cobrando mucho peso y también el islam y las religiones asiáticas.

Pero ¿qué religión han tenido los presidentes americanos? Tres presidentes fueron abiertamente no religiosos: Thomas Jefferson, Andrew Johnson y Abraham Lincoln y uno, Kennedy, católico .Los demás han sido cristianos sobre todo presbiterianos, bautistas y episcopales. Uno fue cuáquero: Richard Nixon. De los 535 miembros del Congreso de los EEUU ninguno se identifica como ateo, y sólo uno declara no tener una afiliación religiosa concreta. Y ello pese a que en la sociedad americana existe un 20% que se declaran no afiliados a ninguna religión. La batalla de la religión, cara a la contienda electoral se presenta, sobre todo, en las elecciones primarias, donde los rivales de los partidos principales intentan delimitar su peso electoral y frecuentemente las iglesias toman partido de manera directa. Por ejemplo, en las elecciones primarias de este año, al interior del partido republicano, se presentaron candidatos ultraconservadores de origen hispano y ultra cristianos como Tony Cruz y estos candidatos, en sus mítines, suelen hacer referencia a su creencias religiosas para intentar arrebatar votos, que en el caso de Cruz eran votos de sectores ultraconservadores religiosos y también de hispanos evangélicos. 

Otro candidato, Mitt Romney, mormón, tenía, entre éstos, un peso muy considerable. Lógicamente el problema de la identificación religiosa cada año es más complicado ya que una identificación muy delimitada quita votos de aquí o de allá. Una vez pasada la fase de las primarias las identificaciones religiosas se intentan difuminar y evitar, pero es difícil. En esta campaña electoral Hillary Clinton ha utilizado diversos asuntos morales para arrinconar a Donald Trump, presentando a éste como un machista, mujeriego, ultraconservador y amigo de Putin y seguro que Trump es todo eso y más; pero lo que pretende Hillary Clinton es identificar a Trump con los grupos evangélicos más ultraconservadores; y es cierto que estos grupos apoyan a Trump, pero lo hacen a regañadientes, ya que su preferido en las primarias era Ted Cruz. Trump ha querido evitar cualquier identificación religiosa durante la campaña y básicamente porque Trump no es muy religioso pero ante la insistencia de sus adversarios, primero en las primarias y luego en su contienda presidencial, se ha declarado presbiteriano aunque ha reconocido que no practica mucho la religión y que asiste poco al templo. También ha sido muy polémica la trifulca que tuvo con el Papa Francisco quien puso en cuestión los valoras cristianos de Trump tras la declaraciones xenófobas que Trump ha realizado sobre los mexicanos. Trump ha respondido al Papa declarando que “parece increíble que un líder religioso pueda poner en duda las creencias religiosas de un ciudadano estadounidense”. Es evidente que la Iglesia católica en EEUU juega la carta hispana y ve en la población de origen hispano el futuro del catolicismo en los EEUU. El Vaticano apoyaría a Hillary porque ella es la candidata de la mayoría de los hispanos registrados.

Así pues, Trump, que parece que no tiene mucha adhesión a ninguna religión, se presenta como miembro de una denominación de gran tradición en EEUU, típica del estadounidense medio, ya que es consciente que si la religión no le salvará si le puede ayudar a ganar unas elecciones aglutinando todo el voto ultraconservador, que a regañadientes ha tenido que darle su apoyo, y además atrayendo el voto de los americanos que se declaran religiosos y son blancos y que han sido castigados por la crisis. Las opiniones xenófobas que Trump realiza de los hispanos, su trifulca con el Papa y sus comentarios negativos sobre el Islam contribuyen a delimitar aún más su propio espacio electoral. Hillary Clinton parece que es la candidata preferida por los grandes medios de comunicación y del establishment económico, político y cultural pero la escalada de Trump se ha apoyado, paradójicamente, en sectores muy populares. En las elecciones primarias nadie apostaba, en un primer momento, por Trump y ocurrió el milagro; nadie está seguro de lo que va ocurrir y pese a que Hillary Clinton sobrepasa en un 10% en intención de voto a Trump, la risa desencajada de esta candidata puede ser el reflejo de un gran nerviosismo.

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