6 de marzo de 2017

No tienes derecho a la tolerancia

Claudia Cisneros

Si eres un odiador de mujeres, de hombres o de homosexuales, no tienes derecho a la tolerancia. No aplica para ti el derecho a que la sociedad te tolere. La tolerancia se aplica a quienes piensan, creen o actúan distinto a nosotros, sí, pero no para quienes diseminan odio y discriminación contra miembros de nuestra sociedad que no han hecho nada malo. Intervengo una frase de Sartre (post holocausto nazi): “Me niego a llamar opinión a una doctrina que apunta expresamente a determinadas personas y que se propone suprimirles sus derechos o a exterminarlas. La homofobia* no entra en la categoría de pensamientos protegidos por el derecho de libre opinión”.

Tu fe es tuya y tienes todo derecho a creer en ella. Pero desde el momento en que quieres universalizarla y pretendes que todos los miembros de la sociedad estén obligados a creer como tú, pierdes el derecho a la tolerancia pública. Las escuelas son centros de impartición de conocimientos basados en hechos, ciencia, no creencias de fe que no son neutrales. La ciencia sí lo es porque se basa en “lo que es” y todos/cualquiera puede comprobar, algo totalmente distinto a una fe que es un “querer creer” aún si no hay pruebas.

No puedes suprimir a la gente solo porque te incomoda su opción de vida. Gays y lesbianas existen, han existido antes y existirán mañana, por siempre. Entiendo que significa un gran paso cambiar algunas creencias que han sido inculcadas desde pequeños a muchas personas por la penetración de la iglesia en la escuela pública. Pero si pones en suspenso esas creencias por un momento y piensas en el gay o la lesbiana de tu familia, el/la que te atiende amablemente en un banco, el/ la que te opera y salva la vida, el/la que te brinda una mano amiga en alguna circunstancia difícil, o el/la que te presta plata, limpia tu casa, siembra tu comida, enseña a tus hijos, dime: ¿son esas personas malas solo por con quién se acuestan? ¿merecen tu desprecio solo por cómo desafían tus creencias? ¿merecen que les enseñes a tus hijos que deben odiarlos y despreciarlos o considerarlos malogrados, fallidos o pervertidos?

Regreso a Sartre: “El homofóbico* siente repulsión hacia el homosexual* como se siente repulsión, entre otras comunidades, hacia el negro o el chino. Y esta repulsión nace del espíritu, es un compromiso del alma, no de la experiencia; es un compromiso tan profundo y total que se extiende a lo fisiológico, como en el caso de la histeria. La indignación del homofóbico* proviene de haber asumido de antemano un concepto negativo del ser homosexual*, de su naturaleza y de su papel social. No es su propia experiencia la que engendra su visión negativa del homosexual; es el prejuicio el que exacerba su sentimiento”.

La realidad te desmiente cuando dices que los niños se volverán gais porque se les enseñe que hombres y mujeres tienen los mismos derechos y que deben ser respetuosos de las diferencias. El que es gay será gay y el que no lo es, no lo será y así siempre ha sido. Mira a tu alrededor, ¿de dónde salen los gais? ¿de familias gais? ¡No, pues! ¡De familias religiosas y héteros también!

Disfrazas tu homofobia de defensa por los niños. ¿De qué tienes miedo? ¿De que ponen en riesgo el ideal de familia que tu religión te ha inculcado? Hay gente extraordinaria que ha crecido sin familia, o en familias disfuncionales, o familias monoparentales, con madres o padres solteros. Gays y distintos tipos de familias existen y no son ni buenos ni malos, simplemente son. Discriminar a la gente y marginarla, sí lo es. Discriminar a la gente, no es un ejercicio de la libertad de opinión.

“El homofóbico* es un hombre que tiene miedo. No de los homosexuales*, por cierto: de sí mismo, de su conciencia, de su libertad, de sus instintos, de sus responsabilidades, de la soledad, del cambio, de la sociedad y del mundo; (...) Es un cobarde que no quiere enfrentar su cobardía; un asesino que reprime su tendencia al homicidio sin poder refrenarla y que, sin embargo, no se atreve a matar sino indirectamente”.

No tienes, entonces, derecho a ser tolerado cuando quieres inculcar odio a gente que no lo merece y escondes ese odio en una supuesta defensa de los niños. Odia al corrupto que nos roba, al político cínico que nos miente, al sacerdote que viola a los niños y los obliga a callar, al asesino, al delincuente. Exige justicia. No odies a quienes no te han hecho nada y no amenazan ninguna otra cosa que tu vanidad religiosa o tu incapacidad de ver más allá de tus propios miedos. Porque cuando los odias a ellos, a quienes nada te hacen, te deshumanizas. No emites opinión. Cometes injusticia.

*He reemplazado “antisemita” por “homofóbico” y “judío” por “homosexual” en estas citas de las Reflexiones sobre la cuestión judía (Jean-Paul Sartre).

No hay comentarios: