13 de septiembre de 2017

Ricardo Molina Pérez: Científicos y expertos dan cuerda al reloj del fin del mundo

Ricardo Molina Pérez

El Doomsday Clock está a dos minutos y medio de la medianoche. Desde 1953 no habíamos estado tan cerca del despeñadero, y con unas perspectivas tan malas

Se cumplen 70 años desde que el Doomsday Clock marcó, por primera vez, la magnitud de los riesgos que acechan a la humanidad y a la vida en general, y que vuelven a aumentar en los últimos tiempos.

En 1945, el poder atómico irrumpió en el mundo con dos bombas, lanzadas sobre población civil, como tarjeta de visita. Al contemplar su capacidad de destrucción, un colectivo de científicos neoyorkinos, entre ellos algunos de los que habían contribuido a su desarrollo, se sintió suficientemente alarmado como para decidir fundar el Bulletin of the Atomic Scientists y así hacer que su voz fuera escuchada, y leída.

Como asegura la sección about us del sitio web, su misión era, y es, «evaluar los avances científicos que suponen para la humanidad tanto riesgos como beneficios», e «influir en las políticas públicas para proteger nuestro planeta y a todos sus habitantes».

En 1947, el Bulletin evolucionaba a revista, y por primera vez se presentaba con la imagen icónica de un reloj a pocos minutos de dar las doce.

Era el Doomsday Clock, el reloj que ha reflejado desde entonces, durante 70 años, la “urgencia del peligro nuclear”. El reloj que marcará el día del juicio final, el reloj de la medianoche de la humanidad, la oscuridad en la Tierra, el reloj del fin del mundo.

Las evidencias del primer ensayo nuclear de la URSS, que en 1949 afirmó tener Harry Truman, presidente de EE.UU., dieron inicio a las tensiones entre ambas potencias, a través de una carrera armamentística que los historiadores llaman Guerra Fría. Desde entonces, y hasta hoy, la manecilla de los minutos del Doomsday Clockha fluctuado desde las doce menos 2 de 1953, después de que el gobierno norteamericano probara la bomba de hidrógeno y desintegrara una isla del pacífico, a las doce menos 17 minutos de 1991, momento en que uno de los dos factores de desestabilización, la URSS, se derrumbaba y se desmembraba en las distintas nacionalidades que la componían. A partir de entonces y durante los años siguientes, EE.UU. y la URSS firmaron varios tratados de no proliferación de armamento nuclear. El enfriamiento de la guerra parecía alejar la medianoche.

Sin embargo, 4 años después, en 1995, perdimos 3 minutos de esos 17. Y 3 años más tarde otros 5. En 1998, a 9 minutos del juicio final, EEUU ya había renunciado a desprenderse completamente de las armas nucleares, pues muchas voces del país temían que Rusia pudiera resurgir y volver a representar una amenaza. Y además entraron otras incógnitas en la ecuación. India y Pakistán, en guerra desde que en 1947 se independizaron de la corona británica y su Raj, efectuaron pruebas atómicas con pocas semanas de diferencia. Las hostilidades potencialmente destructivas, en tanto recurrentes al poder nuclear, se sumaban en distintos lugares del planeta.

En 2002, bajo las turbulencias de los atentados terroristas más graves de la historia, EE.UU. anunció su intención de fabricar nuevas armas nucleares y se retiró de varios tratados de no proliferación de armas. Y el gobierno ruso, que probablemente se sentía amenazado, tampoco estaba dispuesto a facilitar la distensión. Pasaron 2 minutos en el tiempo de vida de la vida.

En 2007 alcanzamos peligrosamente los 5 minutos antes de las doce absolutas. Surgían nuevos focos de peligro radioactivo. A las dos superpotencias, y a la India y a Pakistán, se unió Corea del Norte, que efectúa con éxito pruebas nucleares. Probablemente Israel, desde años atrás, había adquirido armas nucleares, aunque eso es algo que ni se afirma ni se desmiente.

Y de pronto emerge en el timeline del Doomsday Clock, por primera vez, como una más de las amenazas existenciales de la humanidad, el deterioro de los ecosistemas y el cambio climático. Los daños “ya se están produciendo”.

Sin embargo, vienen años de distensión, o al menos de no incremento de las amenazas atómicas. Los relojes y los dispositivos alcanzan el 2012, y en el del Bulletin ya no hacemos otra cosa que retroceder, es decir, no hacemos sino avanzar hacia la medianoche distópica. En el assessmentse reconoce abiertamente que es difícil “ver dónde reside la capacidad de afrontar estos retos”, es decir, “librar al mundo de las armas atómicas, embridar la energía nuclear y ocuparse de las inexorables alteraciones climáticas”, pues “los procesos políticos parecen completamente inadecuados”. De hecho, como prueba, puede aducirse que acaba de comenzar la guerra en Siria, cuyo gobierno es aliado de Rusia, y que está muy presente en la agenda de intereses internacionales.

En 2015, como era de esperar, nos quedamos a 3 minutos de la nada. En el año más cálido de todos los registrados hasta entonces, los avances realizados para resolver el calentamiento del planeta, modestos según reconocen los científicos del Bulletin, son “completamente insuficientes para prevenirlo”. El conflicto en Ucrania, que viene del año anterior, y que afecta directamente, una vez más, al área de influencia rusa, aviva las viejas tensiones. Las armas se modernizan, persisten los desproporcionados arsenales nucleares y los líderes internacionales fracasan en cumplir su principal deber, salvaguardar “la salud y la vitalidad” de la humanidad. Este es el diagnóstico que pone en marcha el cronógrafo.

Y en 2016, el Doomsday Clock “todavía” marca las doce horas menos 3 minutos. Las probabilidades de caer en el precipicio siguen presentes con la misma intensidad. A pesar de que poco antes casi 200 países han acordado en París la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, surgen nuevos conflictos, incluso se incitan, y esto aumenta la conflictividad entre las potencias, que pretenden ser espectadoras sin esforzarse demasiado ni conseguirlo por completo. Y no nos olvidamos del gigante asiático y de sus reclamaciones territoriales en el mar del Sur de China, por el que EE.UU. exige derecho de paso. El reloj hace tic-tac.

Nuestros relojes y dispositivos marcan horas de 2017. Los científicos y expertos del Bulletin movieron medio minuto el Doomsday Clock y acompañaron el cambio con una declaración. El resultado de las elecciones en EE.UU. es un factor de desestabilización, pues el presidente electo, Donald Trump, no manifiesta ninguna sensibilidad por los problemas que alarman a los profesores.

Trump, y el equipo del que se rodea, niegan el calentamiento global. Y además hace “comentarios enfermizos sobre la ampliación del arsenal nuclear”. Y su discurso es nacionalista. ¿Quién no recuerda con un escalofrío aquello de “haré grande otra vez a América”? Y los conflictos con Rusia persisten en varios puntos del planeta. Y siguen vivos los focos de peligro en la India, Pakistán, China y Corea del Norte. Nadie mejor que ellos, científicos y expertos del Bulletin of the Atomic Scientists, para decirlo: “La decisión del consejo, de mover el reloj menos de un minuto, refleja una realidad simple: cuando se publica esta declaración, Donald Trump ha sido presidente de EE.UU. solo unos días”.

Así que faltan 2 minutos y medio para las doce. Desde 1953 no habíamos estado tan cerca del despeñadero. Algunos de los expertos indican que no es probable que se produzca un enfrentamiento real entre EE.UU. y Corea del Norte, pues la consecuencia más inmediata serían millones de muertes, entre las cuales Corea del Sur aportaría una buena parte, sin ningún beneficio aparente para ninguna de las dos naciones. Por otro lado, a pesar de algunos comunicados un tanto oscuros de la inteligencia militar norteamericana, la capacidad de ataque nuclear efectiva de Corea del Norte no parece probada, y aún debería resolver una serie de cuestiones técnicas. Sin embargo, la reciente prueba de la bomba H, que ya empujó el engranaje antes, no hace sino tensar la cuerda.

Se espera una actualización de la hora que marca el Doomsday Clock para noviembre. Quién sabe, quizá los científicos decidan mover la manecilla medio minuto. No obstante, el consejo de científicos y expertos del Bulletin deja para 2017 un llamamiento un tanto desesperado: “ (…) las acciones necesarias para reducir los riesgos de destrucción deben realizarse muy pronto (…), los cargos públicos deberían actuar inmediatamente, guiando a la humanidad lejos del abismo. Si no lo hacen, los ciudadanos inteligentes deben dar un paso al frente y señalar el camino”.

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