12 de octubre de 2017

Perú: Cobardía y traición

Patricia Montero

Desde que cumplí 18 años he votado en apenas dos oportunidades por el candidato en el que confiaba, aunque el tiempo me demostró que incluso con ellos me equivoqué. En las otras elecciones terminé votando por el postulante que, sin convencerme al cien por ciento, representaba para mí la opción menos mala frente al fujimorismo sobre el cual no tuve, ni tengo, dudas acerca de su actitud antidemocrática, sumando a ello las justificadas sospechas de corrupción y otros delitos que recaen sobre algunos de sus integrantes y colaboradores.

La última elección presidencial no fue la excepción. Voté, como muchos, por Pedro Pablo Kuczynski con cierta esperanza de que alguien con su trayectoria, experiencia y roce internacional tendría algo más de respeto por la legalidad y la justicia. No hay duda que el hábito no hace al monje, pues –desde mi punto– el presidente no solo ha demostrado impericia al gobernar o manejar los asuntos políticos. Sino que terminaría acertando un golpe de dimensiones impredecibles a la democracia y la justicia traicionando, como ya se ha dicho, al sector ciudadano que confió en él y le permitió ganar con un resultado ajustado pero de enorme significado.

Ya no se trata de indicios, lo que ocurre desde la recomposición del gabinete ministerial –con Aráoz y Mendoza– no deja lugar a dudas de que el indulto al reo Fujimori será un hecho. Cambiar por completo la Comisión de Gracias Presidenciales no es una casualidad y aprovechar la algarabía popular por los resultados futbolísticos para seguir allanando el camino es de cobardes, propio de gobiernos que toman decisiones bajo la mesa, entre gallos y medianoche. Las críticas razonables a la edad (92 años) del nuevo presidente de la comisión y la casi desconocida trayectoria de sus integrantes refuerzan las sospechas. Inevitable pensar, ¿y qué tendrían que perder?

Lo que me queda al final es una terrible sensación de complicidad porque al fin de cuentas terminé eligiendo mal. Lo más aterrador es que para el 2021 no parece que las cosas sean diferentes. Me siento, desde ya, en una encrucijada.

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