17 de diciembre de 2017

Adiós, señor Presidente

César Hildebrandt

Nos vamos a librar del señor Pedro Pablo Kuczynski y ya era hora. El problema es que el verdugo de esa simbólica guillotina congresal tiene la voz de Daniel Salaverry, la mirada de Lourdes Alcorta, los bolsillos de Chlimper y Ramírez, el alma, en suma, del fujimorismo pútrido que ya nos asoló.

Tengo informes de magnífica fuente que señalan que el señor Kuczynski no ha podido convencer ni siquiera a un grupo de parlamentarios de su partido que fueron a verlo para que les contara la verdad. Y la verdad es la que ha transmitido, con canuda venganza, la firma Odebrecht: el actual presidente cobró más de 700,000 dólares de la caja oscura de los corruptores brasileños cuando era ministro de Estado y hombre clave en el otorgamiento de una megaobra que terminó en manos de sus benefactores finan­cieros. Eso no es lobismo. Eso es felonía.

Los congresistas que fueron a escucharlo esperaban del presidente un desmentido, una explicación, una gran coartada que los sacara del apuro. No hubo nada de eso. El señor Kuczynski balbu­ceó algunas palabras, culpó a terceros, habló de Gerardo Sepúlveda y Eduardo Elejalde, no asumió ninguna responsabilidad.

Quienes esperan que el discur­so presidencial aclare todo, espe­ran en vano. PPK está perdido y lo único que podría pasar es que surjan nuevas revelaciones que lo comprometan todavía más. El presidente hizo negocios ilegales y, además, ha mentido ante instancias del sistema judicial y ante los peruanos ingenuos que llegamos a creerle.

La vacancia es un hecho porque empieza a ser un clamor popular. El asunto central es que el proceso de transición no signifique que cai­gamos en manos de Fuerza Popular, una sórdida organización que está siendo investigada por el Mi­nisterio Público y que está viendo la forma de tumbarse al Fiscal de la Nación para interrumpir el proceso por lavado de dinero que la compromete hasta el tuétano. Que no nos pase lo de Brasil, que pasó de la inepta Rousseff al prontuariado Temer.

El señor Kuczynski nos ahorraría muchas horas de espectácu­lo inútil presentando su carta de renuncia. Si no lo hace, queda expuesto a ser declarado moral­mente incapacitado. Si eso sucediera, el régimen quedaría en manos del vicepresidente Martín Vizcarra hasta el 28 de julio del 2021 -por más que Mercedes Aráoz piense lo contrario frotán­dose las manos y asesorada por algunos apristas-.

Le corresponderá a Vizcarra, en ese caso, recrear el poder ejecutivo con un gabinete fumigado que impida la repetición de los errores que nos han conducido a esta situación. Y el peor error de los cometidos ha sido el de creer que un grupo de tecnócratas, insensibles y negociantes, podía damos el crecimiento económico, la estabilidad política y el conte­nido social que eran, sin duda, los tres puntos básicos de la agenda.

Nada de eso ha sucedido. Un presidente fantasmal, unos mi­nistros dedicados a trampear leyes en favor de los fueros pri­vados, un premierato sin norte pero con surtidas codicias han sido fácilmente secuestrados por la maquinaria profesional del fujimorismo, experto en cancerarlo todo y convertido hoy, para ver­güenza general, en “vocero de la moralidad”.

La tarea de Vizcarra pasará por crear un poder legítimo que vuelva a las fuentes primigenias de la histórica elección del 2016. Recordemos: un país espantado ante la inminencia del triunfo fujimorista le entregó su confianza a un presidente que prometió ca­minar por sendas radicalmente diferentes, es decir, las del respeto por las instituciones que sos­tienen a la democracia, la de la decencia en el manejo de la cosa pública, la de las reformas modernizadoras que hace tiempo debimos emprender.

Ese presidente nos ha traicionado. Su pa­sado lo condenaba al fracaso. Vizcarra, que puede representar también el aire sana­dor del interior del país, está ante un gran reto. Para estar a la altura del desafío tiene que romper con la derecha parásita que maniató a PPK y recordar que pactar con el fujimorismo corrompido sería un error fatal.

La demanda es que Kuczyns­ki se vaya. Pero también que los señores del mototaxi no invadan Palacio. Y a PPK le queda un breve orgullo: su desaparición de la escena política no se hizo a través de un fax y desde Tokio. Hasta en esos detalles el fujimorismo es in­superable.
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Posdata: acabo de escuchar el mensaje de PPK cerca de la medianoche. No aclaró nada y volvió a mentir. El personaje, construi­do por los marqueteros, se impu­so. Pero es falso, no creíble, y deja lodo en cada huella. El diagnósti­co se confirma: perdió la oportu­nidad de su vida.

Fuente: “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 377, 15/12/2017  P. 12



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