14 de febrero de 2018

El policía, la ambulancia y la raíz del mal

Claudia Cisneros

Que un policía tome la decisión de darle pase al auto de un ministro antes de a una ambulancia en emergencia (https://goo.gl/2dGcbv) es una muestra de las muchas cosas que están mal en nuestro país. Aunque sería injusto generalizar este comportamiento a todos los policías, cada vez más los celulares nos permiten poner en evidencia que este no es un caso aislado (https://goo.gl/tkZF2i). Ante un acto como este debemos plantearnos varias preguntas de fondo. ¿Qué hace que el policía, que simboliza autoridad, opte por ignorar la atención de aquello mismo que está supuesto a atender?

Es decir, el orden y la seguridad de los civiles. ¿Qué hace que una persona, cualquiera, aun si no fuese policía, subvierta el orden de las necesidades o urgencias? ¿Qué tipo de razonamiento o irracionalidad hay detrás de desatender a un ciudadano común y corriente cuya vida está en inminente riesgo para dar prioridad a un representante del poder político? ¿Qué tipo de condicionamiento psicológico mueve a esta persona a considerar la no urgencia del representante político más importante que la vida de un ciudadano común? ¿No es acaso el policía un ciudadano común y como tal tendría que sentir empatía por sus congéneres? ¿Por qué este ciudadano común policía al servicio del ciudadano común pedestre, piensa que le debe mayor respeto o atención al representante político? ¿Es miedo a ser amonestado si retrasa el pase al funcionario? Y si así fuera, ¿por qué tiene ese temor? ¿Es práctica común amonestar a un policía que no dio pase inmediato a una comitiva política? ¿De dónde procede este temor? ¿De un entendimiento y entrenamiento en jerarquías y sometimiento mal entendidos, que que no se ocupan de promover la discriminación con criterio?

Si ese señor actúa por miedo a represalias de sus mandos, o de los políticos involucrados, y ese miedo se funda en una forma de entrenar a los policías sin armarlos adecuadamente del uso de su criterio, este es el resultado. Si este señor se siente oprimido por estas jerarquías mal entendidas, al punto de poder dejar morir a un ciudadano por temor a esas jerarquías, urgen correcciones.  Que el político en cuestión o su escolta, habiendo tomado consciencia del supuesto dilema, tampoco hayan tenido el criterio de ceder el paso a la ambulancia, también nos dice cuán mal habituados están los políticos a disfrutar de concesiones superfluas que hace ya décadas no están justificadas en la seguridad y que se siguen perpetuando solo porque el ministro o político pasivamente lo acepta y no lo detiene.

Hace décadas, cuando el terrorismo era un problema nacional y toda autoridad estaba amenazada, tenía sentido que los políticos avanzaran por las calles con una escolta armada, atenta y sin detenerse ante posibles emboscadas. Los que tenemos la edad, recordamos como incluso estas escoltas de varios autos iban con las puertas de los vehículos abiertos y enseñando la punta de sus armas. Yo lo recuerdo vívidamente porque como niña, me impresionaba cada vez que veía esos cañones sobresaliendo de los carros y esas manos con guantes blancos y miradas de muerte.

Pero todo eso se acabó hace mucho, felizmente. Ya no hay ese peligro y sin embargo, los ministros y congresistas siguen recorriendo las calles y avenidas como si ellos tuvieran derechos especiales. De ninguna manera ocupar un cargo en el gobierno es justificación para este comportamiento. Ellos son servidores públicos. Es decir, nuestros servidores, no al revés. Y el hecho de que hasta hoy ministros y congresistas abusen su cargo de manera superflua y peligrosa para el resto de transeúntes y conductores, solo es signo de algo peor: que ese político tiene un entendimiento inverso de lo que es ser un servidor público. Porque mediante ese solo acto muestra la distancia que siente – y le gusta sentir estando en el poder- entre el ciudadano común y su ¨estatus político¨. Y es superfluo porque tiene como toda justificación el placer de sentir su ¨elevación¨ por encima de los ciudadanos desde su autocomplaciente imagen de alguien superior.

Él no merece alfombra roja por tener un cargo, al contrario, ese cargo debería hacerle valorar con empatía y desde la sencillez a quienes sirve. Este tipo de comportamientos propios de mentalidades colonizadoras (el político que se engrandece a sí mismo y ve al ciudadano como sometido a él) y colonizadas (el policía que se sujeta a esa colonización poasivamente) son taras sociales que debemos combatir y denunciar. Exigir que cambien. Exactamente como los ciudadanos que en este video (https://goo.gl/2dGcbv) arriesgan su integridad por revertir una actuación injusta, infame, deshonrosa y negligente de parte del policía y del político y su escolta. Como siempre, los ciudadanos tenemos que exigir que las autoridades cumplan con lo que se espera de ellas. Los ciudadanos tenemos ese poder y hay que usarlo, siempre.

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