20 de marzo de 2018

¿Quién es el traidor?

Eduardo Dargent

Algunas de las críticas más duras contra el realismo político en su versión más cínica, esa en el que el fin justifica cualquier medio, provienen de quienes le imputan ser en verdad poco realista. Los gobernantes maquiavélicos, aquellos que no respetan sus pactos y traicionan aliados para sobrevivir, pueden salirse con la suya dos o tres veces. Pero su debilidad está en que rápidamente se convierten en personas sin palabra, solo un suicida podría confiar en alguien que miente y traiciona. La población, además, aprende que cuando esos gobernantes invocan grandes principios en el fondo están apelando a su interés calato. ¿Qué garantía puede darnos un líder que pone su pellejo por encima de todo? 

El Presidente Kuczynski ha anunciado que hay un traidor en su entorno dispuesto a apoyar la vacancia presidencial. El comentario apuntaría al Vicepresidente Martín Vizcarra. No tengo idea cuáles son las intenciones de Vizcarra, pero sí tengo muy claro que PPK no tiene autoridad moral para andar calificando de traidores a otros. El juego realista chicha que inauguró en diciembre hoy le pasa factura, un costo que asumió al salvar su cabeza en base a pequeñas traiciones.

El Presidente ha dejado en claro que por sobre cualquier principio o valor su objetivo ha sido mantener el poder. Centró su defensa contra el primer pedido de vacancia señalando que era una movida antidemocrática del Fujimorismo, la última en una serie de medidas muy peligrosas iniciadas desde el Parlamento: censuras injustificadas a ministros, amenazas al Fiscal de la Nación y ataques al Tribunal Constitucional. Es decir, se puso su sombrero demócrata y republicano para buscar el apoyo de quienes, a pesar de considerar muy graves las acusaciones en su contra, veían en la vacancia un abuso. 

Para solidificar ese apoyo, además, el Presidente se aseguró de dejar en claro que su vacancia llevaba sin escalas al gobierno de Luis Galarreta. Sus Vicepresidentes lo acompañaron en un aguerrido y republicano mensaje a la nación donde se anunció que sí él caía, caían todos juntos. Con esa movida, logró que un sector de  la izquierda lo apoyara tapándose la nariz.

Pero en paralelo el Presidente negoció más votos a espaldas de sus viejos y nuevos aliados con el indulto a Alberto Fujimori. Fueron esos congresistas los que lo salvaron, sin ellos seguro rodaba su cabeza (aunque sospecho que Kenji Fujimori igual se hubiese abstenido). Era un paso que llevaba a otros problemas, un paso que un político preocupado por algo más que su supervivencia no debió dar pues traicionaba a quienes lo habían apoyado y a parte de sus electores. Pero a estas alturas ya era claro que los principios no eran la principal preocupación de PPK. 

Como sea, desde diciembre vemos a nuestro realista chicha atrapado en la desesperación de construir algo, lo que sea, que pueda darle credibilidad, un atisbo de dirección a su gobierno y un respiro de popularidad. Primero lanzó un absurdo discurso de la reconciliación pretendiendo hacer grandioso a lo que a ojos de todos era un gesto desesperado. Para enero ese impostado discurso fue desechado, nunca despegó. El llamado gabinete de la reconciliación no significó nada en términos políticos, navega sin rumbo mientras los reflectores se centran en esa suerte de Premier fantasma que es Kenji Fujimori. 

Luego llegó una alucinante estrategia macarista. El nuevo pedido de vacancia era una conspiración comunista para destruir al Perú, afectar el crecimiento y avanzar la agenda radical. El objetivo evidente era asustar al Fujimorismo y hacerlos parecer tontos útiles de fuerzas antisistema.  Obviamente tampoco funcionó.

Las acciones de PPK han logrado lo inimaginable hace unos meses: el Fujimorismo y la Izquierda han llegado a acuerdos mínimos con el objetivo de vacarlo. Su poco apoyo popular se terminó de diluir, cayendo todavía más en las encuestas. Y quienes por principios democráticos todavía ven la vacancia como un precedente peligroso no moverán un dedo para defender a un Presidente que los manipuló. Puede que Kenji y algunos principistas lo salven de nuevo, pero pocos celebraran su continuidad. A nadie le gusta que un pendejo se salga con la suya.


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