21 de julio de 2018

Nada que celebrar o sí

Gabriela Wiener

Las últimas revelaciones sobre la podredumbre de los jueces peruanos han sacado lo peor pero también lo mejor de nosotros. Lo mejor es que haya un puñado de periodistas capaces de arriesgarlo todo por los principios más nobles de su oficio: buscar la verdad. Lo mejor también es que las calles se llenen de gente indignada demandando con madurez cívica al gobierno de Vizcarra una gran reforma política y judicial. Y en medio de esta tortuosa gesta que es despertar, lo mejor de todo es descubrir que hay personas preocupadas por crear consciencia crítica entre los jóvenes y niños. Un puñado de colegios han tenido la iniciativa de cancelar su participación en los desfiles de Fiestas Patrias porque no hay nada que celebrar. Una forma de protesta pacífica y muy simbólica y por eso poderosa contra la corrupción que va a dejar su impronta en la moral de los estudiantes.

Pensar que yo me ponía mi escarapela, que colgaba la banderita, me ponía mi mano al pecho y cantaba esas palabras rebuscadas del himno: “la humillada cerviz levantó”, en los tiempos en que, pongamos, Alan García y Fujimori hacían del Perú su chacra particular. Tiempos en que veíamos a los cómicos de la tele pintar a Fujimori como el vivazo que te metía la yuca (risas). Dime si te gustó, te gustó, te gustó.

Ya desde ese momento se sentaban las bases estructurales de la gran corrupción que no ha hecho más que multiplicarse en estos años y que ha ido acompañada muchas veces de adormecimiento popular y parálisis. Ojalá nuestros profesores de aquella época nos hubieran dicho que nos dejáramos de fintas patrióticas, de nacionalismo de pacotilla.

Estamos hoy de duelo, como ayer. Por eso, estos colegios pondrán al costado de su escarapela un lazo negro en señal de luto y las banderas a media asta. Hasta que no se limpien por completo nuestras instituciones, no puede haber orgullo nacional, ni desfile, ni grandes discursos, ni niños marchando por un país que los ha defraudado.

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