23 de agosto de 2019

Crisis dentro de la crisis

Nelson Manrique

Se vive en una sensación de frustración general con un país que aparentemente no va a ninguna parte. La responsabilidad se atribuye, no sin razón, a la clase política. Pero hay problemas más de fondo.

Desde que Martín Vizcarra rechazó convertirse en el pelele a través del cual Keiko Fujimori esperaba gobernar, quedó establecida una correlación de fuerzas sui generis, con un presidente que tiene un respaldo popular que supera ampliamente al de los demás líderes políticos, pero no tiene partido, equipo de gobierno, ni bancada parlamentaria digna de ese nombre. La fortuna de Vizcarra estuvo ligada desde sus inicios a la lucha anticorrupción. Pero él se creyó el discurso de la derecha empresarial, que le aseguraba que podía utilizar su respaldo para completar la reforma neoliberal. Así se metió en el lío de Tía María, cosechando su peor revés. Este error ha sido aprovechado por el fujimorismo y el Apra, que están decididos a hacer lo imposible para bloquear las investigaciones del caso Lava Jato y a los cuales les cae muy bien un estado de crisis en el cual tendrán espacio para maniobrar buscando su impunidad.

Vivimos un momento de suma cero, en que ninguna fuerza parece capaz de imponer su proyecto. Keiko se aleja cada vez más de la posibilidad de llegar al poder por la vía electoral, pero su mayoría en el Parlamento le permite bloquear cualquier alternativa que represente estabilidad en el periodo inmediato. Poner a Tamar Arimborgo de titular de la Comisión de Educación del Parlamento es una muestra de lo que Keiko es capaz.

El presidente no puede gobernar sin partido, sin bancada y con la Confiep que considera que su obligación es resguardar los intereses de las multinacionales y los grandes empresarios. Añádase la oposición cerril del fujimorismo. Ninguna de las otras fuerzas es capaz tampoco de desatar el nudo; el espectáculo de Mauricio Mulder pidiendo la vacancia presidencial, y siendo desmentido prontamente por Jorge del Castillo, Velásquez Quesquén y Luciana León, muestra cómo anda la unidad en el que fue el partido político más importante del país. Alan García dejó viudas pero no herederos, y sin él no hay nadie capaz de imponer su hegemonía y mantener la unidad del partido. De aquí en más cada uno baila con su pañuelo.

El escándalo Lava Jato tuvo un efecto cataclísmico sobre el sistema político de representación. El año pasado vivimos una verdadera revolución cultural, que llevó de la tolerancia ante la corrupción (“roba, pero hace obra”) a una beligerante movilización ciudadana contra este flagelo. Las grandes movilizaciones ciudadanas alimentaron la crisis del sistema político de representación y abrieron un espacio en cual crecía un sentido común ciudadano de responsabilidad. Pero en el actual empantanamiento vuelve a instalarse el discurso resignado de que todos los políticos son ladrones y por lo tanto queremos que se vayan todos…, lo que, si no se cambian las reglas de juego para impedir que tengamos otro parlamento como el presente, será seguir patinando sobre el mismo lodazal.

Construir un orden democrático consistente exige una refundación moral del país. De otra manera, cambiaremos de elenco, pero seguiremos sufriendo la misma tragicomedia mediocre.

Felicitaciones al equipo que organizó la apertura y cierre de los Juegos Panamericanos. Por primera vez veo presentar nuestra riquísima diversidad cultural con orgullo y a un altísimo nivel. Eso somos y eso nos hace únicos.


https://www.leerydifundir.com/2019/08/crisis-dentro-la-crisis/

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