Carlos León Moya
"¿A Fernando Rospigliosi, que ni siquiera merece ser considerado rival sino un anélido, una lombriz de tierra?"
La nueva ley de amnistía fue promulgada por el gobierno como si de un triunfo se tratase, con actividad oficial en Palacio, con invitados, con fotitos, con sánguches y sentenciados por lesa humanidad. Más que sorprendente, es natural: un gobierno que no tiene nada que mostrar, muestra cualquier cosa. La inseguridad sigue creciendo, sí, pero es más fácil amnistiar delincuentes que atraparlos.
Las reacciones y protestas son tímidas, por supuesto. Los derechos humanos importan cada vez menos a la gente –asumámoslo, ¿no?–, y a eso debemos sumar dos cosas. Primero, la distancia temporal. Por ejemplo, la masacre de Accomarca cumple 40 años. 40. Era el primer mes del primer gobierno de Alan García. El conflicto interno es cada vez más lejano, y eso –intuyo– vuelve menos empática la demanda de justicia. Cuando uno escucha “este caso lleva 3 años sin justicia”, uno cree que está mal, que es mucho tiempo, pero que se puede revertir y que no debe quedar así. Pero cuando oye “son 40 años sin justicia”, ¿qué sucede? ¿La gente piensa “qué pena pero ya pasó mucho tiempo, échale tierrita”? Es probable.
Y segundo, los tres presidentes del conflicto han muerto ya. De estos, solo Alberto Fujimori fue encontrado culpable de crímenes de lesa humanidad, y su ausencia –irónicamente– le ha quitado peso a la demanda por justicia. La ausencia de un “enemigo” de carne y hueso, como eran Fujimori y sus chupes, hace mucho más difícil movilizar a la gente por una causa y también trasladarle a alguien el costo político de esta decisión. Ahora que benefician a un exmiembro del Grupo Colina, ¿a quién señalas como su guachimán legal y como gran promotor de la impunidad, si Fujimori ya murió? ¿A Keiko Fujimori, que anda escondida preparando su cuarta derrota? ¿A Fernando Rospigliosi, que ni siquiera merece ser considerado rival sino un anélido, una lombriz de tierra? ¿A Dina Boluarte, que lo único que dirige es a los mozos de Palacio para que le sirvan más triples de pollo? Es difícil hacer política de oposición cuando tu enemigo no es uno solo, grande y fuerte, sino una constelación de enanos idiotas.
No hay mucho que pueda hacerse desde afuera. La presión internacional para temas de derechos humanos apenas existe. Antes, Estados Unidos enviaba comunicados de preocupación y muchos políticos –de derecha– reaccionaban a esta demanda (por ejemplo, a César Acuña le quitaron la visa por una investigación por lavado de activos). La Corte Interamericana de Derechos Humanos se pronunciaba, y al interior del Estado empezaba una pugna para acatar un mandato supranacional. ¿Era convicción? Quizá era más conveniencia. Si un alto funcionario planeaba hacer después una carrera en el exterior, debía portarse bonito con ciertos organismos y no quedar como un paria que actuaba como el gobierno de Nicaragua.
Ahora, en cambio, el Estados Unidos de Donald Trump no se preocupa por estos temas. ¿Derechos humanos en América Latina? Jaja: muéranse. Y en consonancia con los nuevos tiempos, la Corte IDH tiene un peso pluma. Zurrarte en ellos no te convierte más en un paria. Simplemente, a nadie le importa. Israel viene llevando a cabo un genocidio en Gaza, ¿y el mundo va a estar mirando una leyecita en ese rinconcito perdido del mundo llamado Perú? Por otro lado, el alto funcionario de ahora no tiene una visión de largo plazo ni un prestigio que cuidar. Qué va a pensar en irse a Washington o a una pasantía. Es una piraña que depreda lo que tiene en frente. Le cayó de chiripa el puesto y hoy tiene que mantenerlo y exprimirlo mientras pueda. Yo no sé mañana.
Miremos a Morgan Quero. A pesar de su pasado caviar, hoy está feliz en un gobierno que promulga una amnistía. ¿Qué hará después? No importa. Ya es ministro dos años. Ya obtuvo lo que quería. ¿Y cómo le había ido antes, como caviar? Horrible. No era nada. Ni siquiera pudo ganar las elecciones para secretario general de Transparencia. ¿Le va a preocupar su futuro? Por Dios: Quero debe agradecerles a todos los santos que por fin tiene un presente. Algo similar ocurre con Fernando Rospigliosi. Primero fue maoísta, después caviar, y ahora es el que propone la amnistía del fujimorismo. Completó el círculo, pero ni siquiera por convicción, como Eudocio Ravines, sino por necesidad, como el gusano hambriento que se muerde la cola.
Sería iluso esperar una reacción inmediata a esta ley. Nada va a pasar, ni aquí ni en el exterior. La impunidad volvió a triunfar, por ahora. Pero sí estoy seguro de que a sus promotores les va a caer un sopapo de realidad en algún momento. Especialmente a Dina Boluarte. Quizá promulgó esta amnistía pensando también en ella misma –tiene 50 muertos a cuestas–, pero, a diferencia de los militares beneficiados, ella no tendrá quien la defienda después. Está sola. Las amnistías por decreto suelen caerse con el tiempo. Y los que las promulgan, también.
Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 745 año 16, del 15/08/2025
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