20 de enero de 2009

Con el TLC la biopiratería amenaza la Amazonía


Roger Rumrrill

La Amazonía es, de acuerdo a los científicos de ayer y hoy, el más grande laboratorio natural de la biodiversidad mundial.

Desde hace siglos, los biopiratas asedian ese paraíso de la megadiversidad.

El más famoso fue sin duda Henry Alexander Wickham, el biopirata inglés que robó del río Tapajós, Brasil, en 1873, 70 mil semillas del Hevea brasiliensis, el fino caucho amazónico que luego fue sembrado en las colonias asiáticas del imperio británico.

Esa operación de biopiratería provocó la más grande catástrofe económica y social en la cuenca amazónica a fines del siglo XIX, en el auge de la revolución industrial. Arruinó las economías de los países ribereños del Amazonas, poniendo fin al ciclo cauchero y convirtiendo a Gran Bretaña, a través de sus colonias del sudeste asiático, en el mayor exportador de caucho en víspera de la Primera Guerra Mundial.

Casi un siglo y medio después, en medio de la tormenta económica mundial y los irreversibles impactos del cambio climático sobre la vida humana en el planeta, la amenaza de la biopiratería se cierne sobre el banco genético andino-amazónico del Perú. Esta vez la operación ha sido infinitamente más fácil. Sólo se ha necesitado una norma, la ley 29316 de implementación del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos.

En efecto, de acuerdo al análisis de dicha ley efectuado por la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) la posibilidad de patentar “el material biológico existente en la naturaleza que pueda ser aislado, inclusive genoma o germoplasma de cualquier ser vivo natural” estaba excluida en la Decisión 484 de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y de la legislación peruana. A esta misma conclusión llega la Red de Acción Agricultura Alternativa (RAAA).

La ley 29316 borra de un plumazo esta exclusión y permite patentar “el aislamiento de un gen y, con ello, otorgar derechos de propiedad privada sobre elementos intrínsecos de nuestras variedades vegetales y animales, allanando de paso el camino para las compañías que quieran introducir transgénicos en el Perú”.

En adelante, como dice la SPDA, si una compañía aisla el gen de un insecto amazónico que tiene la cualidad de actuar como insecticida, la puede patentar obviando incluso la presentación de un elemental certificado de origen. Comparada con la legislación de patentes de Estados Unidos, la 29316 es de una laxitud escandalosa.

Los Wickham y la Monsanto, la mayor productora de semillas transgénicas en el mundo, estarán celebrando. Los peruanos y en particular los pueblos indígenas andino-amazónicos deben prepararse para una larga resistencia, porque la principal renta estratégica de la Amazonía y del Perú en el siglo XXI, su capital genético, está en peligro.

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