16 de enero de 2009

El gran faenón


Augusto Álvarez Rodrich

El Apra enjuagó ayer los petroaudios.

Ycomo estaba previsto, ayer se consumó el gran faenón en el Congreso. Si el Apra les pusiera a las políticas públicas vinculadas a los principales problemas nacionales el mismo entusiasmo, similar habilidad de negociación para concertar, y una pizca de la capacidad que exhibe cuando tiene que deshacer las cuchipandas de los compañeros de peso, el Perú sería muy diferente y, sin duda, mejor que el actual.

No es así, lamentablemente, y lo ratificó en la jornada parlamentaria de ayer –con la ayuda del fujimorismo y de Unidad Nacional– en la cual coronó el esfuerzo que puso en marcha a lo largo del último trimestre, una vez que dejó de estar pálido por las revelaciones de los petroaudios, y pasó a la tarea de desactivar la denuncia, de quitarle la mecha.

Ojalá que esto no ocurra, finalmente, con la investigación indispensable de los chuponeadores, la cual debiera profundizarse hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga, y no como acaba de suceder en el proceso de los chuponeados.

Pero el Apra no solo logró desactivar la responsabilidad ministerial de los petroaudios, buscando que la pita se rompa por el lado más débil de los funcionarios de menor nivel. Conscientes de que la mejor defensa es el ataque, su estrategia también quiere poner contra la pared a los que presentaron la denuncia, lo que se constata en la arrogancia y matonería de los que ahora amenazan con juicios y acciones cuyo fin no es otro que notificar a todos aquellos que, en adelante, se les ocurra crearle algún dolor de cabeza al gobierno.

Cuentan para ello con un séquito de políticos, abogados y periodistas que construyen, todos juntos, el guión oficial que, en este caso, fue limpiar a quienes cometieron graves faltas a la decencia y a la ética con la que deben manejarse los funcionarios del sector público peruano.

La excusa que se utilizó fue muy débil: que en la función ministerial de atraer inversión, vale todo, incluso lo que todos nos enteramos por los petroaudios. Además, Rómulo León nunca se paseó por el gobierno como Pedro por su casa, él se entregó cuando la Policía ya lo tenía cercado, lo que conversaba con Alberto Químper por teléfono solo eran bromas, a Fortunato Canaán le gusta financiar campañas electorales porque es buena gente, y la suite de un hotel es mejor lugar que la PCM para discutir los asuntos públicos.

Todo eso ya no importa. No porque sea irrelevante, sino porque así lo decidieron los congresistas que ayer votaron por este ‘TLC’ que mi amigo Heduardo describió, con ironía, como el ‘tratado de libre corrupción’. Ese fue el gran faenón que perpetró ayer el Congreso.

http://www.larepublica.pe/claro-y-directo/16/01/2009/el-gran-faenon

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