20 de febrero de 2009

La Madrina

César Lévano
Mercedes Cabanillas es desde ayer ministra del Interior. De su desempeño no cabe esperar nada bueno para el orden democrático y la seguridad ciudadana.

La ministra ingresa en el Consejo de Ministros con una promesa de orden, en un país donde, según expresó, todo el mundo “quiere hacer lo que le da la gana”.

Ella es un ejemplo de tal defecto. Acaba de ser denunciada como cómplice y patrocinadora de un traficante de tierras que quiere hacer y, en efecto, hace lo que le viene en gana respecto a la propiedad ajena.

La doctora Cabanillas es aprista desde sus años de colegiala; pero no se ha distinguido por el coraje en su militancia. Una de sus hazañas le valió la condenación del propio Haya de la Torre, y apristas de base le reprochan haber renunciado a la dirección partidaria apenas se produjo el autogolpe de Alberto Fujimori.

Lo que caracteriza su acción, sobre todo en años recientes, es la inclinación a avalar abusos o crímenes de las fuerzas del orden.

En el momento de asumir su cargo, la ministra es denunciada como mentirosa. Ha negado con firmeza ser amiga de su compañero de partido, el traficante de terrenos Germán Cárdenas León, personaje que tiene 208 denuncias por usurpación y robo agravado, y cuatro órdenes de captura. Una alhaja.

César Hildebrandt, en su programa El perro del hortelano del Canal 11, exhibió, sin embargo, el domingo pasado un vídeo en que Cabanillas se refirió a Cárdenas como “mi hermano mayor”, con quien lo une una “amistad espiritual”.

Cárdenas, gran beneficiario de la flamante ley 29320 que consagra despojos, ha declarado que la ahora ministra es su madrina de matrimonio.

No es ése el único madrinazgo con que la señora Cabanillas ha agraciado al traficante. También fue madrina del Conjunto Residencial Santa Rosa, en terreno invadido por Cárdenas, en el distrito de San Juan de Lurigancho.

Por todo eso, la nueva integrante del gabinete ministerial representa la actual fase del aprismo que busca acaparar cargos desde los cuales se pueda ejercer el abuso, defender intereses oligárquicos e imperialistas, apadrinar el autoritarismo, y, de paso, engordar la propia fortuna.

Días atrás, Armando Villanueva, líder histórico del Apra, instó a los dirigentes sindicales apristas a luchar contra la corrupción.

Quería enfrentar, sin duda, el malestar público frente a un gobierno aprista en el cual la corrupción se ha convertido en epidemia, visiblemente contagiosa. El caso de Cárdenas, o el de Collique, son muestra clamorosa.

Esta noche, cuando el aprismo celebre el Día de la Fraternidad, sería bueno escuchar a Villanueva levantando, respecto a la política neoliberal y la corrupción, el comentario acusador, el deslinde ético, sin los cuales el Apra marcha al despeñadero, marcada por el estigma de la derecha antidemocrática.


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