18 de octubre de 2011

El ruido y la furia

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Jorge Bruce

Como muchos, cuando me enteré del asesinato del joven Walter Oyarce en el Monumental, supuse que los criminales eran unos pandilleros de barrios segregados, quienes habrían ingresado a patadas a la exclusiva zona de los palcos. Hasta llegué a pensar que la violencia simbólica en la construcción de esos recintos privilegiados en un espacio público podía haber sido un detonante de esa reacción de barbarie. Sigo pensando lo mismo de esos palcos, pero a estas alturas es obvio que mis prejuicios me estaban extraviando. Poco a poco las informaciones se fueron precisando. Entonces supimos que el principal acusado es un integrante de las clases altas, en complicidad con un barrista proveniente de las bajas. Extraña integración social por el margen lumpen y fanático de nuestra violencia: el ‘Loco David’ y el ‘Cholo Payet’. Entrambos, sin embargo, intentan culpar a otro acompañante de esa incursión vandálica: el ‘Negro Ampilio’. No es una novela negra ni una película: es una tragedia que ha dado la vuelta al mundo y ocurrió en un estadio peruano.

No es difícil ver en esta secuencia apretada un boceto del funcionamiento de nuestra sociedad. Mientras que el ‘Loco David’ intentó huir a Miami, el ‘Negro Ampilio’ quiso esconderse en Yurimaguas. ‘Tavo’, un abogado que se encontraba en la escena del crimen, le habría ofrecido dinero y ayudas materiales diversas para que se autoinculpe. ‘Cholo Payet’ recurrió a la televisión para intentar eludir su responsabilidad, desatando un escándalo mediático por las borrosas motivaciones de quienes lo entrevistaron. Las conexiones de los poderosos se activaron y está en entredicho el registro de las cámaras de la empresa Gremco. La policía detuvo a los culpables en el palco, pero los compinches de los criminales los obligaron a soltarlos. Luego hubo quienes apedrearon a la ambulancia que transportaba a la víctima. A pesar de que las penas por este crimen son muy graves, a nadie le extrañaría que, de ser condenado, el ‘Loco’ esté en la calle en pocos años, como ya se ha visto con crímenes cometidos por miembros de las clases privilegiadas. Es improbable que el ‘Cholo’ o el ‘Negro’ corran la misma suerte.

Este relato de descomposición social y deshumanización del otro, en donde la agresión prima sobre lazos elementales de convivencia, ya es una realidad en muchos lugares de nuestro país. También es un anticipo de lo que nos aguarda a todos si continuamos por esta hoja de ruta marcada por la impunidad y la ausencia de límites.

El fútbol en este escenario no es más que un pretexto para dar rienda suelta a unas pulsiones destructivas que nuestra cultura parece incapaz de contener y procesar. Tengo un hijo de la misma edad que Walter, también hincha de Alianza. Por eso su muerte me resulta particularmente desgarradora: porque me identifico con el dolor de su familia y, como lo ha señalado Patricia del Río, solo encuentro una luz de esperanza en la grandeza de la respuesta del padre de Walter. En contraste, la mente de esos asesinos se halla en el célebre soliloquio del Macbeth de Shakespeare: “Es un cuento relatado por un idiota, lleno de ruido y furia, sin ningún significado”.


http://www.larepublica.pe/columnistas/el-factor-humano/el-ruido-y-la-furia-02-10-2011

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