4 de octubre de 2011

Las mujeres del gobierno en la línea de mira

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Gustavo Espinoza M.

Como si se hubieran puesto de acuerdo, a una misma voz, los voceros de la Mafia y la oposición política en el Perú han enfilado sus baterías contra las mujeres del gobierno.

La campaña contra ellas se inició, en verdad, apenas designado el Gabinete Lérner. En esa circunstancia asomaron ya las críticas en el más variado sentido: “designaciones improvisadas”, “personas no conocidas en altas responsabilidades”, “nombramientos de favor”; fueron las expresiones más moderadas en ese instante; pero ellas se tornaron beligerantes con el transcurrir de las semanas, cuando se ha confirmado el rumbo del gobierno trazado por el Presidente Humala.

Contra los hombres del régimen -y contra el propio mandatario- no se atreven todavía. Lo intentaron hace algunas semanas apuntando su ofensiva contra Ricardo Soberón, el Presidente del Comité de Lucha contra el Narcotráfico; y Alvaro Vidal, de la Seguridad Social y el Canciller Roncagliolo. Pero salieron mal parados en la contienda porque no pudieran sustentar contra ellos cargo alguno. Luego de repetir cansinamente las mismas cosas, tuvieron que suspender su prédica por falta de auditorio. Y buscaron nuevas víctimas. Las han encontrado, sin duda. Susana Baca de la Colina, ministra de Cultura es una pieza codiciada. Y lo es también la titular del Portafolio de la Mujer, la combativa “Mocha” García Naranjo. Y para completar la serie, se puede sumar, además, a la alcaldesa de Lima, Susana Villarán que, aunque no es precisamente del equipo de gestión oficial, fue elegida desde las canteras de la Izquierda en el municipio de Lima en la primera gran derrota de la mafia en el Perú del Siglo XXI, registrada en octubre del año pasado.

Pareciera que la deformación “machista” de algunos voceros de la oposición les hace incubar la idea que las mujeres “son más débiles” y ofrecen, por eso, un blanco más propicio. No es así, por cierto. No solamente porque ellas tienen un buen nivel de respaldo ciudadano sino, sobre todo porque los cargos que se levantan en su contra, son simplemente deleznables; y bien podrían ser echados al cesto de la basura.

Contra Susana Baca se arguye que presta poca atención a su portafolio porque tiene compromisos artísticos en el exterior. Y eso, que es verdad, no debiera usarse para censurarla ni obligarla a renunciar, sino simplemente para ayudar al gobierno a superar el fenómeno prestando más atención al portafolio de Cultura.

El Ministerio de Cultura, en efecto, es pieza clave en cualquier proceso de cambio. No solamente porque su tarea consiste en llevar cultura al pueblo -cosa que se hizo en proporción írrita en el pasado-, sino también porque en torno a la cultura se puede ganar el respaldo activo de la intelectualidad mejor formada y lograr que aporte al desarrollo de la conciencia y el pensamiento peruano. No hay que olvidar que, bajo el gobierno del General Velasco, en efecto, el Instituto Nacional de Cultura - que no era un Ministerio- cumplió un rol positivo en la lucha por afirmar un “modelo” pluralista y una noción de patria que no existió antes, y fue olvidada después.

Cuando Susana Baca aceptó asumir el portafolio, lo hizo a sabiendas de los compromisos que tenía. Y tuvo la honestidad de advertir a los hombres del gobierno acerca de los mismos. No sorprendió a nadie, entonces ni pretendió mezclar su actividad privada con su comportamiento público. Pero, en efecto, en un determinado momento, colisionaron las dos actividades y finalmente la cantante se vio precisada a renunciar… a su actividad artística en el exterior mientras dure su función gubernativa. Los adversarios del régimen hubiesen preferido que esa renuncia, fuera al Despacho de Cultura. Pero no lo fue.

Contra la titular del Portafolio de la Mujer, Aída García Naranjo, la carga es mayor. Pareciera que con ella, tienen cuentas que ajustar. Y es verdad. Porque fue –durante la campaña electoral pasada- calificada vocera del candidato Ollanta Humala y cumplió muy bien su tarea. La detestan por eso, pero en realidad la odiaban desde antes, desde que asomara en el escenario nacional como “la Mercedes Sosa peruana” al frente de grupos juveniles de la canción protesta. El cargo contra la “Mocha” es serio porque recientemente en una comunidad situada en Cajamarca murieron tres niños envenados por ingerir alimentos del programa del gobierno -el Pronaa-. El hecho, deplorable en todo sentido, hizo saltar a los voceros de la oposición en todos los terrenos.

No es la primera vez que ocurre un fenómeno como estos en el Perú. Aun se recuerda que el 22 de octubre de 1999, en pleno fujimorato, ocurrió un hecho mucho más grave en la comunidad campesina de Tauccamarca, en el departamento del Cusco. Allí murieron 25 niños envenenados y muchos otros quedaron con ulcerantes secuelas. Los fujimoristas que hoy han puesto en el cielo por lo ocurrido en Cajamarca, no han tenido la gentileza de recordar este episodio que ocultaron e su momento y que nunca fue aclarado. Hasta hoy está pendiente la causa en el Poder Judicial, aunque en un comienzo - confirmando aquello de que la pita se rompe por el lado más débil- se condenó a un modesto profesor de la localidad - acusándolo del hecho.

Aída García ha manejado ciertamente mal la crisis. Y ha cometido una serie sucesiva de errores producto de su inexperiencia de gestión pública. Su primera reacción, debió ser viajar de inmediato a la zona para hacer la investigación en el mismo terreno de los hechos. No lo hizo por atender requerimientos locales, pero tuvo la mala fortuna que la invitaran a bailar en esa circunstancia. La foto de la ministra bailando “mientras morían los niños en el norte” fue ciertamente comida para los buitres. El tema debe servir en varios sentidos: como llamado de alerta para tener reflejos ante los requerimientos ciudadanos, como necesidad de ajustar los vínculos con las comunidades y, sobre todo, como fuente de una investigación seria porque aquí bien pudo estar la mano aviesa de alguien que envenenó los alimentos precisamente para provocar la crisis que se generó después.

Por lo pronto, el tema se ha agravado no con la secuela de salud, sino con la derivación política. Gracias a un ataque violento de amnesia, Keiko Fujimori borró de su mente los aciagos sucesos de Tauccamarca y ahora exige a viva voz que “echen de una vez a la ministra García Naranjo”. No la soporta. Y su bancada, promueve interpelación y censura que no tiene justificación. ¿Alguien recuerda qué ministro fue interpelado, o censurado, bajo el fujimorato por la causa análoga?

Y la tercera víctima de la ofensiva que comentamos es la alcaldesa de Lima, a quien se le pretende atribuir un comportamiento que no tiene, afirmando la idea de que es ociosa, descuidada e irresponsable. Para el caso, la campaña es cotidiana e ingeniosa. Se le inventan chistes, apodos, pensamientos y otros con el claro propósito de desacreditar su imagen.

En el fondo, lo que se busca es traerse al suelo a quien sea posible. Porque se incuba la ilusión que ése, sea “el comienzo”; y que, como por efecto dominó, la caída de una pieza, arrastre a las demás. Cuidado, entonces. No hay que hacerle el juego al enemigo ni ceder un milímetro de terreno, ni a la Mafia ni a la reacción. En la línea de mira debo estar ella, y no las mujeres del gobierno.


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