19 de noviembre de 2011

La increíble historia de la cándida audiencia y la prensa desalmada

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Patricia del Río

Hace tiempo que la desaparición de Ciro Castillo dejó de ser una noticia, un evento que despertaba interés en las personas, para convertirse en un fenómeno mediático y social. Han sido siete meses de agotadora búsqueda, en los que su padre no se cansó de peinar el Colca, preguntándole a cualquiera que se le cruzara si había visto a un chico de casaca roja. Han sido tortuosas semanas de espera para la familia del estudiante de la agraria que, finalmente, halló el cuerpo que buscaban y, con él, pusieron fin a la incertidumbre, a ese espantoso sentimiento del no saber.

Pero también, y nadie lo puede negar, han sido más de 200 días de teorías estúpidas acerca de lo que les habría pasado a esos dos jóvenes que se fueron a hacer el viaje más irresponsable de sus vidas. Policías asesinos, exenamorados celosos, personajes ocultos y misteriosos que aparecían y desaparecían de las fotografías son algunas de las especulaciones que se barajaron en este largo tiempo de búsqueda. A la extraña muchacha Ponce se le acusó en los noticieros, en programas dominicales y en portadas de diarios de no llorar, de mirar raro, de reírse en el peor momento. Se le tildó de insensible, de mala, de histérica y de chinchosa. Se le preguntó mil veces por la pila que se tuvo que tomar para sobrevivir: que si le dio asco, que si se la tomó con la sangre de su hemorragia. En las redes sociales se debatía sobre si estaba loca, si parecía loca, si se hacía la loca… agotador. Realmente desquiciante y agotador.

A todas luces, lo que debió ser tratado como una misteriosa desaparición (de las que hay miles en nuestro país) se convirtió en un culebrón melodramático con héroes y villana. En una historia donde los medios de comunicación encontraron la mejor forma de vender periódicos y ganar rating, a costa de un público que cada día demandaba más novedades. Y ahí está el asunto. Soslayar la responsabilidad del periodismo en este caso sería estúpido. En aras de la libertad de expresión, se han mostrado pruebas psicológicas que debieron ser estrictamente privadas y se ha jalado la pita todo lo posible para seguir captando audiencia y lectores. Pero el público, que finalmente es quien tiene el poder de ponerle punto final a tanto morbo, no solo respondió con entusiasmo, sino que se volvió adicto a una historia de la que día a día demandaba más intrigas, sin importarle ya si lo que recibía era verdad o mentira.

Este es un momento para evaluar el papel de la prensa en nuestro país, cómo no. Pero, también, es una oportunidad para que cada uno se pregunte por qué. Qué nos ha pasado como sociedad para que, de pronto, nos dé por crucificar a una muchacha sobre la que la justicia no ha emitido ningún cargo aún. Por qué necesitamos crear héroes como Ciro, que –aunque suene espantoso, hay que decirlo– murió de manera trágica, y todos debemos lamentar su muerte, pero no ha hecho nada extraordinario. De dónde sale ese morbo, esa necesidad de juzgar, esa curiosidad insana, disfrazada de solidaridad, con la familia Castillo, que atraviesa a todas las clases sociales y niveles económicos.

Si, como señalan algunos especialistas, la televisión refleja las necesidades morales, políticas, sociales y emocionales de una nación, si es la forma en que difundimos nuestro sistema de valores, entonces preocupémonos, porque somos una audiencia morbosa y víctima, que se queja de lo que consume, que reniega de lo que los medios le ofrecen, pero que no cambia de canal, no deja de comprar el diario y se sabe todos los detalles de esa historia de la que se supone ya estamos haaaaartos...


http://peru21.pe/impresa/noticia/increible-historia-candida-audiencia-prensa-desalmada/2011-10-29/317014

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