Francesca Emanuele
En estos momentos se está negociando el acuerdo multilateral más amplio y uno de los más oscuros de la historia de la humanidad. Representantes de Estados Unidos, Chile, México, Canadá, Singapur, Malasia, Brunei, Nueva Zelanda, Australia, Vietnam y Perú, junto con empresarios de todo el mundo, se han dado cita estos días en la ciudad de Lima para celebrar la 17ª ronda de negociaciones del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP).
Después de casi tres años de reuniones a puertas cerradas, nos vamos acercando al fin de un tratado que podría ser la cereza del helado neoliberal y represivo que el presidente Humala ha aceptado embutirnos. Si —como se calcula— llegamos a los últimos meses del año firmando este tratado, tendríamos que empezar a sufrir una mayor pérdida de soberanía nacional, un debilitamiento de la libertad de expresión, un ataque directo a la cultura y la expresión artística, y un encarecimiento de los precios de los medicamentos —a través de ampliaciones de patentes— en detrimento de la salud de todas y todos.
El signo más claro de que el TPP no beneficiará a las millones de personas que se verán afectadas por él, es que su contenido jamás se ha comunicado oficialmente ni a la población, y ni siquiera a los parlamentarios de los 11 países que lo discuten. De hecho, únicamente conocemos parte de él porque en los últimos años han sido filtrados ciertos capítulos del texto. El acuerdo prohibiría subsidios a agricultores y al sector cultural, abriría camino para afianzar la desregulación financiera, afectaría a la libertad de expresión y al uso del arte y la tecnología, ejerciendo una fuerte restricción en los derechos de propiedad intelectual.
Aparentemente, el TPP es un acuerdo de “libre comercio”, si bien contempla propuestas que incrementarían la intervención estatal en el mercado, restringiendo la competencia y elevando los precios. En 1995, la industria farmacéutica se aseguró de que la Organización Mundial del Comercio nos obligara a acatar una durísima ley de patentes de 20 años. Lamentablemente, estas corporaciones no quedaron satisfechas; por ello, con el TPP multiplicarían sus ganancias otorgándoles las prerrogativas para ampliar sus patentes de las maneras más diversas, pasando por encima de la vida y los derechos de millones de personas.
Otra de las perlas del Transpacífico son las limitaciones a las regulaciones por parte de los Estados y, por consiguiente, las extensiones a los derechos corporativos. Las empresas, más que nunca, tendrían el apoyo de este tratado para demandar directamente a los Estados —saltándose los sistemas judiciales nacionales— acudiendo directamente a cortes internacionales, tales como el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones del Banco Mundial. Podrían incrementarse situaciones tan terriblemente rocambolescas (amparadas por nuestro TLC con EE.UU), como la demanda que hizo Doe Run al Estado peruano (por $800 millones) sobre el argumento de que nuestro Gobierno ejercía un trato injusto al exigirle el cumplimiento de las normativas medioambientales en La Oroya.
Haciendo un simple cálculo, podemos encontrar que, en 2012, la suma del PIB de Chile, México, Canadá, Singapur, Malasia, Brunei, Nueva Zelanda, Australia, Vietnam y Perú representó únicamente el 37% del PIB de Estados Unidos. Esto nos da una apabullante idea de las relaciones de poder que se tejen dentro de las negociaciones, y de quiénes serán los beneficiarios del TPP. Así, expertos consideran a este tratado como una nueva estrategia de neocolonización por parte de EE.UU., y de los 600 representantes de corporaciones que tienen el privilegio de acceder al documento.
En conjunto, las personas que se verán perjudicadas por el TPP superan los 650 millones. Este número también representa a aquellos que sabemos casi nada del acuerdo. Me pregunto cómo es que podemos denominarnos países democráticos teniendo tratados de esta calaña, los cuales son escondidos celosamente por unos cuantos representantes del ejecutivo de 11 Estados junto a unas seis centenas de empresarios. La organización antiimperialista y sin fines de lucro Just Foreing Policy se pregunta algo similar, y por ello ha recolectado un recompensa de $40 mil para WikiLeaks, en caso filtrase el documento del TPP.
En nuestro país, diversas organizaciones, asociaciones y sindicatos, han organizado una campaña a través de una petición por Internet al presidente Humala en la que instan al Gobierno a establecer límites no negociables en los temas que yo he tratado al inicio de esta columna (www.nonegociable.pe). Ellos también vienen organizando manifestaciones, y más ahora que tenemos las negociaciones y a los negociadores en casa, en Lima.
http://diario16.pe/columnista/
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