20 de agosto de 2013

La corrupción es su divisa



Pedro Salinas

Durante un tiempo, de niño, creí que los policías eran hombres respetables, acreditados, venerables, que sacrificaban sus vidas por el orden público. Y que incluso llevaban vidas ejemplares. Pero claro. Cuando crecí un poco, empecé a volverme escéptico, desconfiado, suspicaz. Y ahora, si me preguntan, diría que mi percepción ha cambiado más todavía. Pues lo confieso. Ya no creo en la policía, ni un ápice. Ni en sus lemas. Ni en sus códigos de honor. Porque adolecen de valores cívicos o patrióticos. Y si no son todos los policías indignos, pues una gran mayoría de ellos lo son. Más aún. He dejado de creer, de igual forma, en su capacidad de regenerarse. Y pienso, asimismo, que la policía actual ya no tiene arreglo.

Y si el gobierno sigue sin tener una política de seguridad ciudadana se debe, en primer lugar, a que no tiene ni puñetera idea de cómo concebir una. Y en segundo término, a que la corrupción ha arraigado a tal nivel en la policía, que ha hecho metástasis, por lo que, aun si existiesen buenas ideas para darle tranquilidad a las calles, ellas caerían rápidamente en saco roto. Así las cosas, estamos ante una policía desahuciada, corroída hasta sus cimientos.

Ya les digo. Con esta policía no vamos a llegar a ninguna parte. Hasta que elijamos a un gobierno con una visión más realista para ponerle coto a lo que padecemos, que cuente con planes y resoluciones que aspiren a transformar las cosas. Algo casi utópico, supongo. O sin casi. Pero así estamos. Jodidos hasta el tuétano. Porque miren, si no, lo que dice el ministro del ramo. “Estamos ante un fenómeno internacional que padecen todas las economías en desarrollo. El crecimiento de la delincuencia es un fenómeno internacional, principalmente en países que tienen un franco crecimiento económico”.

O sea, ya no estamos ante un problema de percepciones, según el ministro Wilfredo Pedraza. Ahora debemos interpretar que todos los robos, atracos, asesinatos, crímenes, y qué sé yo, ocurren porque nos está yendo como el ajo. Porque el Perú avanza. Es decir, el auge delictivo, déjenme ponerlo en negro sobre blanco, se debe a que el Perú está de la putamadre. No sé si les quedó claro, y por fin captaron el Pensamiento Pedraza.

No soy un especialista en la cuestión, ni pretendo serlo. Pero es obvio que en esta materia nos estamos yendo al diablo. Y el problema de la inseguridad en el país tiene que ver directamente con nuestra policía, que se ha vuelto parte del problema y ya no es más parte de la solución. La policía es, desde hace rato, una manzana podrida, un ente putrefacto. En consecuencia, debe crearse una nueva institución. ¿Cómo se hace eso sin prescindir de la vigente? Pues que contraten a expertos para que resuelvan ese dilema. Pero vamos. Que a la policía hay que refundarla y rehacerla, es una verdad de a puño.

Porque no sé si ya se dieron cuenta, pero acá cuando hablan de “reformas”, en realidad están hablando de remiendos, de parches, de curitas. De soluciones parciales e insuficientes, que no rozan ni de cerca el asunto de fondo, que tiene que ver con la corrupción generalizada. Porque es así. La policía, además, no solo es que sea corrupta, sino que también integra el crimen organizado. Y con eso quiero decir que, la cosa pinta de pesadilla.

Así que ya está bien de mezclar papas con camotes y de echarle la culpa a las “percepciones”, o de atribuirle responsabilidades a sabe dios qué “fenómeno internacional”, o de sostener que el problema estriba en “un problema de comunicación”.

De verdad me gustaría sentir por unos instantes que estamos siendo gobernados por estadistas, por técnicos inteligentes con proposiciones que aspiren a una transformación definitiva y eficaz, por políticos visionarios y solventes que trabajen por un esquema de policía nacional que se adapte a lo que necesitamos los peruanos.

De verdad no saben las ganas de oír algo sensato sobre este tópico, en lugar de escuchar las pampiroladas de toda la vida en boca de estos cantamañanas aficionados a la medianía. Y ya saben a quiénes me refiero. Y si no, se los digo. Me refiero a los tres chiflados de la incompetencia. Humala, Jiménez y Pedraza. Pues eso.


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