23 de septiembre de 2013
Entre el fútbol y la guerra
José Fortique
Con los sucesos del Oriente Medio en los principales rótulos, ante la amenaza de una agresión estadounidense contra Siria; hay otras notas marginales interesantes de desmenuzar. El todopoderoso Real Madrid fichó por una cifra cercana a los 100 millones de euros al galés Gareth Bale, una transacción que sumada a la de Cristiano Ronaldo se convierten en las más costosas en la historia del fútbol. La paradoja es que la sociedad española atraviesa una profunda recesión económica, con la evidente contradicción capitalista de los desahucios y la privatización de la seguridad social; mientras las grandes corporaciones elevan sus dividendos a niveles exponenciales.
En Venezuela la frase: hacer deporte es hacer patria, es un slogan clásico para fomentar la actividad física y en teoría, separar a la juventud de las drogas o la violencia. El anhelo venezolano (de tradición beisbolista) de participar en un mundial, creó un producto comercial llamado vinotinto, que genera millones en ganancias para las empresas de publicidad, finanzas y mafias deportivas a expensar del “fervor patrio”; eso demuestra como el capital termina cosificando el deporte; el nombre correcto de los llamados fanáticos es el de consumidor.
¿Quién supervisa a la FIFA?, la pregunta eterna, sobre el manejo de una de las transnacionales más importantes del mundo y, con una amplia hoja de corrupción, adicional a los problemas de apuestas, juegos arreglados y fraude arbitral. ¿No fueron los estadios de fútbol un detonante del malestar en Brasil?, a la FIFA no le basta que se practique el fútbol. Se necesitan millones de espectadores y de estadios super-gigantes en los torneos para ingresar mayor boletería, esto implica en algunos casos; cambios arquitectónicos violentos con el paisaje tradicional. Un listado de exigencia a los países sede, que terminan desembolsando grandes inversiones en infraestructura y seguridad, para sólo recibir algunas migajas del cierre contable en el caso del Mundial.
Para miles de jóvenes africanos, que miran los jugosos contratos de sus coterráneos Samuel Eto'o, Didier Drogba o Michael Essien, la promesa de los cazatalentos se convierte en una esperanzas, aunque terminen por abandonándoles en cualquier parte del mundo, al fracasar en un estimado del 97% los aspirantes a ocupar una plaza en el selecto grupo del fútbol profesional. En muchos países, el deporte se ha convertido en una visa para acceder a un nuevo status económico, las deserciones en las delegaciones cubanas no ocurren por azar, son evidencia del modus operandi de mafias deportivas que seducen a los jóvenes amateur con altas sumas de dinero, con la perspectiva de la pelota rentada o cualquier otra disciplina, ante los bajos salarios en su país.
Paquistán nunca ha clasificado a un mundial de fútbol, pero miles de trabajadores (incluida mano de obra infantil) por un dólar o un poco más, cosen balones a mano; caso similar ocurre con Haití que es víctima de la explotación laboral con estas maquilas. China, otro país que nunca ha ganado una copa del mundo, fue el último destino del viaje de Adidas que tiene décadas migrando en Asia en la búsqueda de mano de obra barata; así el Jabulani usado en el mundial Sudáfrica 2010 se terminó produciendo a bajo costo. En sus mejores momentos, los contratos de publicidad del basquetbolista Michael Jordán con Nike, excedían con creces el acumulado anual de costos de la plantilla laboral en las fábricas ubicadas en Asia.
Hay una amplia historia de relaciones entra lo deportivo y la política, los escándalos en Europa con la xenofobia en los estadios han puesto en jaque a la UEFA, incapaz de controlar los brotes de segmentos racistas que miran a los inmigrantes como el último eslabón en la cadena humana, aunque sus fichas generen millones de dólares al año. Luego del escándalo de la selección francesa de 2010, Sarkozy intentó granjearse popularidad con la intervención de las federaciones y la advertencia de la FIFA fue contundente; ningún Estado soberano puede intervenir en los predios de la transnacional que goza de paraísos fiscales y recibe recursos públicos por distintas vías.
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