Francesca Emanuele
En Perú, la evidencia del oligopolio mediático no solo pasa por el conocimiento de que los dueños de los medios de comunicación se pueden contar con los dedos de una mano, sino también por reconocer que la mayoría de estos –sean televisivos, radiales o impresos– exponen posiciones tan similares, que el margen de disentimiento entre ellos se torna prácticamente imperceptible.
El paro nacional convocado el día de ayer es un ejemplo “de manual” que avala la afirmación anterior. Todos los informativos de noticias de los canales de señal abierta – incluyendo al canal estatal– han desinformado respecto a esta jornada de lucha.
Cada uno de ellos consideró de mayor importancia mencionar la existencia de un perro que lloró viendo la película del Rey León, que asignar más de diez segundos –literalmente– a explicar las razones de la huelga general.
Las radios nacionales invirtieron los escasos minutos dedicados al paro nacional para verter descalificativos hacia los asistentes a las movilizaciones. Las reseñas publicadas en la prensa escrita estuvieron cargadas de calificativos negativos.
La tónica general de la información en los medios ha reflejado un odio visceral hacia esta convocatoria. Les aseguro que la pandemia del VIH es tratada con más delicadeza que el tratamiento verbal y escrito obsequiado a los asistentes a las protestas.
La soberbia de los periodistas es tan grande, y la memoria que comparten es tan frágil, que olvidan que gracias a organizaciones sindicales y a paros como el de ayer, los trabajadores del mundo hemos podido acceder a una serie de derechos tales como la jornada laboral de ocho horas –aunque sea nominalmente–.
En Perú, a pesar de que por ley la jornada laboral es de ocho horas, los informes del Ministerio de Trabajo dan cuenta de que, en promedio, trabajamos 13 horas diarias. Estas cinco horas de más no solo no son remuneradas con el plus correspondiente de “horas extra”, sino que son horas que trabajamos gratuitamente para llenar los bolsillos del empleador.
Este flagrante abuso ni siquiera formó parte de los principales reclamos de los sindicatos ante la huelga de ayer, pues existen otros 15 atropellos que son incluso más escandalosos. Uno de ellos es el atentado que está ejerciendo este gobierno contra uno de los pocos mecanismos que tienen los trabajadores para mejorar sus condiciones laborales: la negociación colectiva.
La connivencia entre los medios de comunicación (en manos de familias adineradas) y las grandes empresas dan como resultado un discurso normalizado que criminaliza las protestas, cuando –ante un Estado de espaldas al pueblo– este tipo de manifestaciones son las únicas herramientas que nos quedan para hacer valer nuestros derechos.
Decenas de investigadores sociales han concluido que existe una alta correlación entre el “subdesarrollo” de los países y el desprestigio mediático de las protestas ciudadanas. Relaciones similares se han hallado entre este subdesarrollo y bajas tasas de sindicalización. En Perú, solo el 4.1% de los trabajadores forman parte de un sindicato. En Suecia, uno de los países más igualitarios del mundo, la tasa de sindicalización supera el 70%. Allí, los medios de comunicación son aliados de los reclamos ciudadanos. Aquí, la prensa tilda de delincuentes a los manifestantes.
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