Eduardo Montes de Oca
Si, como asevera el banco Credit Suisse, la riqueza mundial
se ha incrementado 68 por ciento en los últimos diez años, un promedio
de 51 mil 600 dólares por adulto; si, al decir y requetedecir de la FAO,
la producción de alimentos de hoy podría nutrir a 12 mil millones de
seres en un planeta habitado por siete mil millones... ¿por qué diablos
cerca de 3,1 millones de niños mueren de hambre cada año y una de cada
ocho personas no recibe suficiente comida? ¿Por qué?
Ah, porque más de mil 300 millones viven con menos de un dólar al día -en países en los cuales la inexistencia de servicios gratuitos
hace más onerosa esta cantidad-, y casi tres mil millones con menos de
dos, en tanto los 100 mayores multimillonarios poseen una fortuna de 2,1
billones de dólares -200 mil millones más que en 2012-, equivalente al
2,9 por ciento del PIB universal. En fin, porque el estadio declarado
culmen, non plus ultra de la historia por el pensamiento posmoderno, que
abomina del marxismo por totalizador, por buscador de esencias donde
dizque no las hay -cada sujeto tendría su verdad, pragmática y
relativa-, el capitalismo, solo funciona para "satisfacer la voracidad
de una minoría", verdad no por repetida menos digna de orearse en
público.
No en balde, al referirse tácitamente a la imposición de aranceles, el control de los cultivos ajenos, la especulación,
Jean Ziegler, exrelator de Naciones Unidas para la Alimentación y
posteriormente integrante del Comité Consultivo de Derechos Humanos de
la ONU, sostiene que en la actualidad opera una red de crimen organizado
responsable de provocar la inanición explayada y asesinatos masivos.
"Vivimos un orden caníbal del mundo. El mercado alimentario está
controlado por una decena de sociedades multinacionales inmensamente
poderosas, que controlan el 85 por del maíz, arroz, aceite. Estos amos del mundo
deciden quién va a morir y a vivir, fijan precios", acusa nuestro
hombre. Y comulgamos también con el aserto de la analista que lo cita en
eldiario.es, Olga Rodríguez: A través de mecanismos neocoloniales, de la imposición del pago de deuda externa,
las grandes potencias y organismos internacionales como el FMI imponen a
terceros países políticas y medidas económicas desfavorables para las
poblaciones locales y favorables para las multinacionales que persiguen
nuevos mercados en los que introducir e imponer sus productos, a costa
de acorralar cultivos autóctonos e industrias locales.
Multinacionales que integran una esmirriada élite, adjetivo la mar de justo pues, en ilustrativas palabras aparecidas en el sitio
RT.com, "podría caber en un vagón de tren". Nada menos que 85 hombres
acumulan tanto caudal como la mitad de la población del planeta. Ello,
merced a la manipulación de las reglas políticas en detrimento del resto
de los vivientes -muchos de ellos, malvivientes o subvivientes, más
bien cuasi muertos-, de acuerdo con un informe de la Oxfam, organización
internacional para la cual el grado de desigualdad amenaza el "progreso
humano" y dispara las tensiones. Algo tan evidente, que una entidad
nada sospechosa de radical se esfuerza por cincelarlo en las conciencias
de las propias élites, a ver si se constriñen un poco, caramba, para
que este el mejor de los universos posibles no se vaya al garete.
Según Silvana Melo, en APE, la Oxfam teme el "estigma" de estar
intentando un orbe igualitario. Por eso se rocía agua bendita,
proclamando -el parche previo al desgarrón- que "un cierto grado de
desigualdad económica es fundamental para estimular el progreso y el
crecimiento, y así recompensar a las personas con talento, que se han
esforzado por desarrollar sus habilidades y que tienen la ambición
necesaria para innovar y asumir riesgos empresariales".
Pero por mucho que se abismen en un piélago de ambigüedad, los
mandamases, heraldos y críticos light del sistema -los últimos, con
tufillo a socialdemócrtas que fueron- tendrán que convenir con la
aludida ONG, a manera de imprescindible terapia lenitiva, en que casi la
mitad del patrimonio está en manos de sólo el uno por ciento de la
humanidad; siete de cada diez terrícolas moran en países donde la
inequidad económica ha aumentado en los últimos 30 años; 842 millones
sufren hambre crónica, no obstante el que en 2013 la cosecha de cereales
alcanzó los dos mil 550 millones de toneladas ( 8,4 por ciento más que
en 2012 y seis por ciento más que en 2011); uno de cada ocho anda con el
estómago in albis; el 30 por ciento consume el 60 por ciento de la
producción, y cada año se convierten en festín de roedores y alimañas
unos mil 300 millones de toneladas de comida en buen estado...
¿Qué y quiénes son los culpables? Sobran las razones para distinguir a los caníbales.
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