7 de mayo de 2014

Iglesia: “Ley natural”, familia patriarcal y esclavitud


Rodrigo Montoya

En mi columna anterior (domingo 10 abril 2014) ofrecí algunos elementos que sirven para rebatir las tesis del supuesto “orden natural”, “derecho natural” o “ley natural”, dogma defendido por el Arzobispo Cipriani y por todos los Obispos del país, como si en mil quinientos años el mundo no hubiese cambiado nada.

Vuelvo hoy sobre el tema presentando algunas de las ideas de Juan Ginés de Sepúlveda, un sabio doctor de la iglesia española que escribió en latín en 1555, el libro, Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios (Fondo de Cultura Económica, México, [1555] 1941) asumiendo como suya la tesis de Aristóteles sobre la “esclavitud natural” de los hombres.

Sostiene Ginés de Sepúlveda: “La primera [de esas “justas causas”] es que siendo por naturaleza siervos los hombres bárbaros, incultos e inhumanos, se niegan a admitir la dominación de los que son más prudentes, poderosos y perfectos que ellos; dominación que les traería grandísimas utilidades, siendo además cosas justa, por derecho natural, que la materia obedezca a la forma, el cuerpo al alma, el apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer al marido, los hijos al padre, lo imperfecto a lo perfecto, lo peor a lo mejor, para bien universal de todas las cosas. Este es el orden natural que la ley divina y eterna manda observar siempre. Y tal doctrina la has confirmado no solamente con la autoridad de Aristóteles…” (, p 153)… “Porque escrito está en el libro de los Proverbios: ‘el que es necio servirá al sabio’” (p. 85)… “Los filósofos llaman servidumbre a la torpeza de entendimiento y a las costumbres inhumanas y bárbaras”. (p. 83)… “esto dice Aristóteles y con él conviene San Agustín en su carta a Vicencio” (p. 87). La esclavitud se basa en una norma del Derecho Natural y de Gentes: ‘que las personas y los bienes de los que hayan sido vencidos en justa guerra pasan a poder de los vencedores.” (p. 37).

Siguiendo la tradición griega de los diálogos para convencer a un interlocutor, Ginés de Sepúlveda, trata de las otras 3 razones que justificarían la guerra contra los indios: la segunda es la sodomía y el hábito de comer carne humana; la tercera, los sacrificios humanos y, la cuarta, es la idolatría (cultos paganos). (Para un examen más detallado de este tema sugiero a lectoras y lectores ver el capítulo, Para una historia de la derecha en Perú, de Ginés de Sepúlveda a Hernando (de) Soto, en mi libro, De la utopía andina al socialismo mágico, Montoya, 2005, San Marcos e Instituto nacional de Cultura, Cusco).

A lo largo de ese breve texto de 136 páginas, las 14 categorías que Ginés de Sepúlveda usa para referirse a los habitantes de América, solo menosprecian, insultan y denigran: indio, inhumano-no humano, inculto, pagano, hereje, bárbaro, sodomita, torpe, bruto, infeliz, idólatra, infiel, tirano, imperfecto. Es neutra la palabra “natural” en el preciso sentido de habitante originario de un lugar.

Las ideas de Ginés de Sepúlveda fueron la verdad oficial de su tiempo. Él fue preceptor (maestro formador) del Rey Felipe II, quien nombró a Francisco de Toledo como virrey, convencido de que la lucha contra la idolatría era un “asunto de Estado”.

Sus ideas fueron semillas sembradas en púlpitos, parroquias y en instituciones cortesanas. Están hoy en el inconsciente colectivo de los católicos peruanos y, sobre todo, en el pensamiento de sus autoridades mayores, que han leído y estudiado las ideas.

¡Cuán transparentes son las frases citadas! La tesis de la “ley natural” defendida en nuestros días por el arzobispo y los obispos para que no haya igualdad civil en el país, corresponde a los tiempos de la floreciente esclavitud de dos mil quinientos años atrás. Reinaba la esclavitud cuando muchas personas escribieron los textos reunidos en la Biblia.

Tener esclavos era entonces un signo de poder y de distinción. En la conquista de América los soldados del Dios cristiano llegaron con sus esclavos. Cuando la Iglesia se convirtió en la más grande propietaria de tierras y de indios, sus jefes tuvieron sus propios esclavos. Bartolomé de Las Casas, obispo de Chiapas, tuvo sus esclavos y como defensor de la causa indígena de su tiempo, renunció voluntariamente a ese privilegio.

Cuando en el siglo XIX los franceses exportaron el ideal de la revolución republicana, las ideas de libertad, igualdad y confraternidad, llegaron a América junto con 4 ó 5 millones de esclavos africanos obligados a trabajar de sol a sol en tierras productoras de caña de azúcar en haciendas de señores católicos y hasta en la Orden jesuita, de empresarios y emprendedores del primer capitalismo en tierras peruanas.

En tiempos griegos y romanos a nadie se le ocurrió pensar que la esclavitud era un régimen de producción fruto de la historia de algunos pueblos del planeta; era más sencillo atribuir todo lo humano a la idea del “Dios creador”. Por esa vía, la esclavitud fue atribuida a la “ley natural”, al “derecho natural”.

Este dogma tiene más de dos mil años, las leyes contra la esclavitud pronto tendrán 200 años, pero la jerarquía de la iglesia peruana sigue tributaria del pasado. Se niega a ver que los tiempos cambian, que son inadmisibles, línea por línea, las sentencias de Ginés de Sepúlveda: “que la materia obedezca a la forma, el cuerpo al alma, el apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer al marido, los hijos al padre, lo imperfecto a lo perfecto, lo peor a lo mejor”.

Ya no tienen sentido la sumisión, la obediencia y la resignación, valores cristianos de la Biblia que sirven aún en la historia peruana, para que no aprendamos lo que los conceptos de democracia y de justicia significan. Volveré en otra columna sobre el tercio de verdad de que encierra la frase “Perú, país católico”.


http://laprimeraperu.pe/columna/iglesia-ley-natural-familia-patriarcal-y-esclavitud/

No hay comentarios: