David Brooks
Hace 45 años nació el movimiento de defensa de los derechos gays. El
acta de nacimiento se firmó con sangre y golpes de policías contra
homosexuales en una cantina de Greenwich Village llamada Stonewall Inn,
la cual sigue ahí.
Este domingo millones marcharon bajo la bandera arcoíris en
celebraciones de orgullo gay, y se festejaron los logros de una lucha
que continúa todos los días en todas partes. El Desfile de Orgullo Gay
en Nueva York ahora es uno de los actos públicos más masivos, donde casi
todo político y figura pública está obligado a participar y no sólo
porque es políticamente vital hacerlo, sino porque esta lucha ha
transformado a esta ciudad y a este país. Hasta el Empire State Buidling
–el icónico rascacielos neoyorquino– bañó su pico con colores arcoíris.
En San Francisco, cerca de dos millones participaron en los actos del
fin de semana y este año designaron a Chelsea Manning (antes Bradley),
el ex soldado que filtró millones de documentos oficiales diplomáticos y
militares a Wikileaks, como el gran personaje del evento.
Los logros recientes del movimiento Lésbico, Gay, Bisexual y Transgénero
(LGBT) en Estados Unidos han sido sorprendentes hasta para la comunidad
gay. El caso del matrimonio homosexual es el más notable, donde se
registra un cambio dramático en la opinión pública en los últimos años y
ahora, por primera vez en la historia, una mayoría de los
estadunidenses apoyan el matrimonio gay, según el Centro de
Investigación Pew.
Hace 10 años, Massachusetts se convirtió en el primer estado en emitir
licencias de matrimonio a parejas del mismo sexo (en 2000, Vermont fue
el primer estado en promulgar leyes que reconocieron las uniones civiles
entre parejas gays). Hoy día 19 estados y el distrito de Columbia
emiten actas de matrimonio gay, y apenas la semana pasada un tribunal
federal de apelaciones anuló la ley de prohibición del matrimonio gay de
Utah, con lo cual se afirma a nivel nacional que los gobiernos
estatales deben permitir matrimonios de ese tipo. Hace un año, la
Suprema Corte de Estados Unidos anuló la Ley de Defensa del Matrimonio,
normativa federal que impuso una definición del matrimonio como un
contrato sólo entre un hombre y una mujer.
La lucha de ayer es el legado de hoy, fue la consigna oficial de los festejos del orgullo gay en Nueva York.
Esa lucha se ha librado en las calles, en los pasillos del poder, en
solidaridad con otros movimientos de derechos civiles, algunos de los
cuales han tenido que superar su homofobia. Pero también en todos los
rubros de la vida social. En el de salud, con la tragedia del sida que
estalló a principios de los 80 que, mientras cobraba su efectos
terribles entre las víctimas, fue utilizado por derechistas y otros para
atacar a la comunidad gay; como en el de educación, cultura, religión y
hasta el derecho de participar abiertamente en puestos públicos,
incluso en el Congreso (donde Barney Frank fue el primer legislador en
declararse gay).
Uno de los primeros triunfos del movimiento fue en 1973, cuando se logró
que la Asociación Estadunidense de Siquiatría eliminara la
homosexualidad como padecimiento sicológico (estaba en la misma
categoría que la pederastia). En 1979, en el décimo aniversario de
Stonewall y poco después del asesinato de Harvey Milk, el líder y
político gay local en San Francisco, se realizó la primera gran
manifestación nacional: la Marcha Nacional sobre Washington por los
Derechos Lésbico y Gay.
Con cada año, el movimiento gay ha continuado batallando por sus
derechos civiles ante una cada vez más feroz y hasta histérica reacción
de la derecha y particularmente de su sector cristiano fundamentalista.
Pero aun entre las filas conservadoras hay cada vez más fisuras (no se
ayudan cuando algunos políticos o pastores que se la pasan condenando la
homosexualidad de repente se encuentran en escándalos por sus
relaciones homosexuales).
Una de las divisiones públicas de alto perfil en tiempos recientes fue
el caso de las hijas de ese ídolo conservador, el ex vicepresidente Dick
Cheney. Mary Cheney hace tiempo se declaró gay, mientras su hermana
Liz, que buscaba ser senadora por su estado de Wyoming, subrayó a
finales del año pasado su oposición al matrimonio gay al afirmar que
sólo cree en la definición tradicional. Mary respondió que su hermana
estaba del lado equivocado de la historia.
Según los sondeos de opinión pública, Mary tiene razón. Hoy día, no sólo
51 por ciento de los estadunidenses apoyan el matrimonio gay, un
incremento de 15 puntos desde 2001 (aunque sólo 21 por ciento de los
republicanos tienen esta posición, pero aun eso representa un incremento
de ocho puntos), sino que 72 por ciento de los estadunidenses (tanto en
los que lo apoyan como opositores) consideran que el reconocimiento
legal del matrimonio gay es inevitable, según los sondeos del Centro
Pew. Más aún, según el mismo sondeo, casi la mitad (49 por ciento) de
los estadunidenses dicen que tienen un familiar o un amigo cercano que
es homosexual o lesbiana. Un 87 por ciento dicen que conocen a alguien
gay (hace 20 años sólo 61 por ciento decían que tenían un conocido de
ese tipo).
Una de las interrogantes ahora, con los grandes avances de este
movimiento aquí, donde incluso la defensa de los derechos gay ya es
parte de la política exterior oficial de este país, y donde se ha ganado
el derecho de los homosexuales a participar abiertamente en las filas
militares, es si más allá de defender sus derechos logra sumarse –como
movimiento– a la lucha por la defensa de los derechos y la dignidad de
todos, la que se está librando por trabajadores, los inmigrantes, otras
minorías, como otras luchas progresistas.
La confrontación en el Stonewall Inn entre policías y los clientes gays
–ya hartos de las redadas comunes–, la madrugada del 28 de junio de
1969, detonó una ola de protestas en Nueva York y otras ciudades, en lo
que fue el inicio de un ya basta que llevó a la consolidación de un
movimiento gay cuya lucha por sus derechos civiles continúa
transformando a este país.
http://www.jornada.unam.mx/2014/06/30/opinion/029o1mun
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