En su discurso del 28 de julio el presidente Ollanta Humala reafirmó su fe de catecúmeno del neoliberalismo y ratificó su hoja de ruta en dirección del extractivismo depredador y del modelo primario exportador, además de su alineamiento a los dictados de Washington.
Para los amazónicos el discurso presidencial fue decepcionante porque no hubo una sola referencia a los pueblos indígenas andino-amazónicos, a la hoy congelada Ley de Consulta Previa a los Pueblos Indígenas y a la lucha de éstos en defensa de sus tierras y territorios amenazados por el extractivismo y los nuevos paquetazos que se anuncian y que seguirán rompiendo los candados de la regulación y del control ambiental en la Amazonía.
Causó asombro y sorpresa su propuesta de instalar a los niños del Perú a través del estudio intensivo y prioritario del idioma inglés en el mundo gobal. Pero al excluir de su discurso la necesidad de reforzar la todavía débil e incipiente educación intercultural bilingue y una política de Estado de respeto y revaloración de las prácticas, saberes y cosmovisiones de los pueblos indígena andino-amazónicos el presidente Humala está planteando una globalización sin identidad.
Hay una globalización perversa que borra las identidades de los pueblos y naciones. Una globalización que impone hegemónicamente un modelo de vida, de economía y de cultura para todo el mundo. En el siglo XXI se globalizan la circulación del dinero, las modas, los sistemas políticos y culturales, las guerras, pero se cierran las fronteras para el intercambio humano y el trabajo.
La verdadera y auténtica globalización y universalización del Perú debe partir, como condición fundamental, desde sus raíces identitarias y la valoración y el reconocimiento de nuestra nación multilingue y multicultural.
Sólo podemos ser globales y universales desde nuestras propias raíces e indentidades. No hay poeta más local y a la vez más universal que César Vallejo. “Entender nuestra historia, identificar una identidad colectiva pero, sobre todo, cambiar a esta sociedad”, escribía el inolvidable Alberto Flores Galindo, refiriéndose al Perú excluyente, incurablemente intiindígena y racista.
El presidente de la república, que además se llama Ollanta, jamás debería olvidar que la globalización y la universalización del Perú se debe fundar en sus raíces identitarias, en su condición de país multicultural y de “todas las sangres” como decía el gran José María Arguedas.
Hay que universalizar y globalizar el Perú, pero peruanizando la globalización y la universalización.
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