Silvia Ribeiro
Los promotores de los transgénicos (organismos genéticamente transformados = OGT), prometen que éstos serán más nutritivos, aumentarán las cosechas y disminuirán el uso de químicos, y por ello, son la solución para el hambre en el mundo. Deberíamos, nos dicen, aceptar los riesgos que conllevan, ya que todas las tecnologías tienen riesgos y siempre hay quienes no comprenden la ciencia y se resisten a los cambios.
La realidad de los transgénicos nos muestra que no cumplen con ninguna de estas promesas. Por el contrario, producen menos, usan más químicos, generan nuevos problemas ambientales y de salud, crean más desempleo y marginación, concentran la propiedad de la tierra, contaminan cultivos esenciales de las economías y las culturas, como el maíz, aumentan la dependencia económica y son un atentado a la soberanía.
1. La ingeniería genética se basa en más incertidumbres que conocimientos
Los transgénicos son organismos a los que se les ha insertado material genético, generalmente de otras especies, por métodos que jamás podrían ocurrir en la naturaleza.
Estudios recientes, aparecidos en publicaciones científicas (1) postulan que los dogmas centrales de la genética desde la década de 1950, podrían estar fundamentalmente equivocados. Lo grave es que sobre este dogma central ¿equivocado? se están produciendo a gran escala organismos transgénicos que van a parar a nuestros alimentos, medicinas y a la biodiversidad circundante.
La tecnología de la ingeniería genética tiene tantas incertidumbres y efectos colaterales impredecibles, que no podría llamarse ingeniería ni tecnología. Es como construir un puente tirando bloques de una orilla a la otra, esperando que caigan en el lugar correcto. Durante el proceso aparecen todo tipo de efectos inesperados y los dueños de esta obra, aseguran que no hay evidencias de que tengan impactos negativos sobre la salud o el medio ambiente, y que los que los cuestionan no son científicos. La realidad es peor, porque los transgénicos no son inertes, sino organismos vivos que se reproducen en el ambiente, fuera de control de los que los han creado.
2. Conllevan riesgos para la salud
Si usted fuera a una tienda y viera un anuncio de galletas que dice “no hay pruebas de que sean malas para la salud”, ¿las compraría? Yo no. Y creo que nadie más. Por supuesto, la industria biotecnológica no está buscando estas pruebas. Científicos independientes, como el Dr. Terje Traavik de Noruega, han encontrado en 2004 resultados alarmantes: alergias en campesinos debido a que inhalaron polen de maíz transgénico (2).
Pero la verdadera Caja de Pandora, son los efectos impredecibles: ni los que construyen transgénicos saben qué efectos pueden tener en la salud humana y animal, al recombinarse, por ejemplo, con nuestras propias bacterias o ante la posibilidad de que nuestros órganos incorporen parte de estos transgénicos, como ya ha sucedido en pulmones, hígado y riñones de ratas y conejos. (3).
3. Tienen impactos sobre el medioambiente y los cultivos.
No hay casi estudios sobre los impactos en los cultivos y en el medioambiente. Sin embargo, es claro y tristemente demostrado con la contaminación transgénica del maíz en México, que una vez que los transgénicos sean liberados, contaminarán los demás cultivos, por polen, viento e insectos. Los cultivos insecticidas pueden afectar a otras especies que no son plaga de los cultivos,tal como se comprobó que el polen de maíz Bt afecta a las mariposas Monarca— y en países de gran biodiversidad, los riesgos se multiplican.
En varias de las
plantas de maíz contaminadas que se han descubierto en México, se notaron
deformaciones.
4. No solucionan el hambre en el mundo, las aumentan
Según los promotores de los transgénicos,
deberíamos aceptar todos estos riesgos, porque necesitamos más alimentos para
la creciente población mundial. Pero la producción de alimentos no es la causa
del hambre en el mundo. Actualmente se producen el equivalente a 3,500 calorías
diarias por habitante del planeta: cerca de 2 kilos diarios de alimentos por
persona, lo suficiente para hacernos a todos obesos. (4) El hambre en el mundo
no es un problema tecnológico. Es un problema de injusticia social y desequilibrio
en la distribución de los alimentos y la tierra para sembrarlos. Los
transgénicos aumentan estos problemas.
5. Cuestan más, rinden menos, usan más químicos
Desde que Estados Unidos comenzó con los
transgénicos en 1996, el uso de agroquímicos aumentó en 23 millones de kilos.
Los cultivos transgénicos también producen
menos. El cultivo más extendido, que es la soya tolerante a herbicidas (61% del
volumen de transgénicos en el mundo) produce entre de 5 a 10% menos que la soya
no transgénica. (5).
Las semillas transgénicas son más caras que las
convencionales. Esto hace que en algunos casos, aun cuando provisoriamente haya
un pequeño aumento de producción, éste no compensa el gasto extra en semilla.
La industria biotecnológica arguye que esto no puede ser verdad (¡aunque lo
sea!), porque entonces los agricultores estadunidenses no usarían estas
semillas. Lo cierto es que la mayoría no pueden elegir, ya no tienen sus
propias semillas, hay falta de opciones en el mercado y tienen fuertes ataduras
con las multinacionales semilleras.
6. Son un ataque a la soberanía
Prácticamente todos los cultivos transgénicos en
el mundo están en manos de cinco empresas transnacionales. Son Monsanto,
Syngenta (Novartis + AstraZeneca), Dupont, Bayer (Aventis) y Dow. Monsanto sola
controla más de 90% de las ventas de agrotransgénicos. Las mismas empresas
controlan la venta de semillas y son las mayores productoras de agrotóxicos.
(6) Lo cual explica porqué más de las tres cuartas partes de los transgénicos
que se producen en realidad —no en la propaganda— son tolerantes a herbicidas y
aumentan el uso neto de agrotóxicos.
Aceptar la producción de transgénicos significa
entregar a los agricultores, de manos atadas, a las pocas transnacionales que
dominan el negocio y enajenar la soberanía alimentaria de los países.
7. Privatizan la vida
Todos los transgénicos están patentados, la
mayoría en manos de las mismas empresas que los producen. Esto significa un
atentado ético, en tanto son patentes sobre seres vivos, y además son una
violación flagrante a los llamados “Derechos de los Agricultores” reconocidos
en Naciones Unidas como el derecho de todos los agricultores a guardar su
semilla para la próxima cosecha. Las patenten impiden esto y obligan a los
agricultores a comprar semillas nuevas cada año. Si no lo hacen, se convierten
en delicuentes. Las empresas multinacionales de transgénicos tienen iniciados
cientos de juicios a campesinos de Norteamérica, por “uso indebido de patente".
8. Lo que viene: semillas suicidas y cultivos
tóxico
La próxima generación de transgénicos incluye
cultivos manipulados para producir sustancias no comestibles como plásticos,
espermicidas, abortivos, vacunas. En Estados Unidos hay más de 300 experimentos
secretos (pero legales) de producción transgénica de sustancias no comestibles
en cultivos: fundamentalmente en maíz. Se nombra la producción de vacunas en
plantas como si esto fuera algo positivo: ¿pero qué sucedería con estos
farmacultivos si se colaran inadvertidamente en la cadena alimentaria? La
mayoría de nosotros ha sido vacunado contra algunas enfermedades -¿pero se
vacunaría usted todos los días? ¿qué efectos tendría esto?. Ya se han producido
escapes accidentales de estos cultivos.
En México, la siembra de maíz transgénico está
prohibida y sin embargo desde el 2001 se ha encontrado contaminación del maíz
campesino en varios estados de la república, al Norte, Centro y Sur del país
(7). ¿Cómo sabremos que no sucederá con estos maíces? ¿Quién lo va a controlar,
si las propias autoridades de la Secretaría de Agricultura firmaron en
noviembre del 2003 un acuerdo con Estados Unidos y Canadá que les autoriza
hasta un cinco por ciento de contaminación transgénica en cada cargamento de
maíz importado que entra a México.
Las empresas que producen transgénicos están desarrollando diversos
tipos de la tecnología “Terminator”, para hacer semillas “suicidas” y obligar a
comprarlas para cada siembra.
9. La coexistencia no es posible ni el control tampoco
Tarde o temprano, los cultivos transgénicos contaminarán todos los demás
y llegarán al consumo, sea en los campos o en el proceso post-cosecha. Según un
informe de febrero 2004 de la Unión de Científicos Preocupados de Estados
Unidos, un mínimo de 50 por ciento de las semillas de maíz y soya, de ese país
que no eran transgénicas, están contaminadas. El New York Times (1-3-04)
comentó sobre esto “Contaminar las variedades de cultivos tradicionales es
contaminar el reservorio genético de las plantas de las que ha dependido la
humanidad en gran parte de su historia. (…) El ejemplo más grave es la
contaminación del maíz en México. La escala del experimento en el que se ha
embarcado a este país —y los efectos potenciales sobre el medio ambiente, la
cadena alimentaria y la pureza de las semillas tradicionales— demanda
vigilancia en la misma escala”.
Para detectar si hay transgénicos, dependemos de
que la propia empresa que los produce nos entregue la información, cosa que son
renuentes a hacer, y por la que ponen altos costos que cargan a las víctimas de
la contaminación. “Casualmente”, luego de que se han sucedido los escándalos de
contaminación, se ha hecho cada vez más difícil detectarlos. (8).
10. Ataque al corazón de las culturas
La contaminación del maíz en México, su centro
de origen, concentra todos los problemas que describimos hasta aquí, pero
además es un ataque violento al corazón mismo de las culturas mexicanas: a su
vasta cultura culinaria y los mil usos que se le dan al maíz, a sus economías
campesinas, a las bases de la autonomía indígena. Con esta guerra biológica al
maíz tradicional, las transnacionales podrían apropiarse y privatizar este
tesoro milenario y colectivo de los mesoamericanos, obligando a los creadores del
maíz a pagar para seguir usándolo en el futuro.
Las empresas multinacionales productoras
y distribuidoras de transgénicos, así como los que favorecen las importaciones
de maíz OGT, los que quieren levantar la moratoria que impide sembrar maíz OGT,
o aprobar una ley de bioseguridad para legalizarlos, asumen una inmensa deuda
histórica que los pueblos de México no van a permitir ni olvidar. Aldo González zapoteco de Oaxaca, resume: “…somos herederos de una gran riqueza que no se mide en dinero y de la
que hoy quieren despojarnos: no es tiempo de pedir limosnas al agresor. Cada
uno de los indígenas y campesinos sabemos de la contaminación por transgénicos
de nuestros maíces y decimos con orgullo: siembro y sembraré las semillas que
nuestros abuelos nos heredaron y cuidaré que mis hijos, sus hijos y los hijos
de sus hijos las sigan cultivando. (…) No permitiré que maten el maíz, nuestro
maíz morirá el día en que muera el sol.
Notas
(1) Wayt Gibbs,W, “The Unseen Genome” en Scientific
American, noviembre 2003. Ver también grain, “Blinded by the Gene”, en
Seedling, Setiembre 2003, www.grain.org
(2)
Ribeiro, Silvia, “Transgénicos, salud y contaminación” en La Jornada, México,
20-03-2004
(3)
New Health Dangers of Genetically Modified Food Discovered, Boletín de prensa
del Institute for Responsible Technology, citando los estudios de Terje
Traavik, del Norwegian Institute for Gene Ecology, Malasia, 24-02-2004
(4) Moore Lappé. F, Collins J y Rosset Peter, World
Hunger: 12 Myths, Food First Books, Estados Unidos, Oct. 1998.
(5)
Benbrook, Charles, Tiempos problemáticos en medio del éxito comercial de la
soja Roundup Ready, Northwest Science and Environmental Policy Center,
AgBioTech InfoNet, Technical Paper # 4, Estados Unidos, 2001.
http://www.biodiversidadla. org/arti…
(6) Grupo etc, etc Communiqué # 82:
Oligopolio sa, Nov/Dic 2003, http://www.etcgroup.org/ article.asp…
(7) Contaminación del maíz en México:
mucho más grave. Boletín de prensa colectivo de comunidades indígenas y
campesinas de Oaxaca, Puebla, Chihuahua, Veracruz, ceccam, cenami, Grupo etc,
casifop, unosjo, ajagi, Oct 2003
(8)
Heinemann, Jack A. gm Corn in New Zealand: a case study in detecting purposeful
and accidental contamination of food. Ponencia en el seminario
científico para delegados al Protocolo Internacional de Cratagena sobre
Bioseguridad de la Red del Tercer Mundo y el Institute de Gene Ecology,
Malasia, 22-02-2004
* Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo etc
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