2 de julio de 2015

¿Qué es una nueva izquierda?


Oswaldo de Rivero

Una nueva izquierda debe saber que la crisis actual no es una crisis terminal de todo el sistema capitalista porque no existe un solo capitalismo sino varias formas de capitalismo según como estén orientadas las economías de mercado.

En efecto, esta crisis fue provocada por el capitalismo neoliberal financiero estadounidense y también en parte europeo por haber orientado sus respectivas economías de mercado bajo la supremacía de la especulación financiera. Y es por esto, que los capitalismos de estado de China y Rusia, el capitalismo social escandinavo y el capitalismo manufacturero alemán no han sufrido los devastadores efectos que la tuvo en los Estados Unidos y Europa. Tampoco los sufrió el capitalismo subdesarrollado exportador de materias primas por estar ligado a un grandioso crecimiento del capitalismo chino que ahora se ha reducido.

Otra característica de la crisis es que no ha causado la destrucción de la economía de mercado. Y esto debido a que el mercado es un instrumento económico inventado mucho antes de Jesucristo, quien vivió en una economía de mercado no capitalista, usando la moneda del César y también expulsando a los mercaderes que convirtieron al templo en un mercado.

El mercado no puede suprimirse, como creyeron los comisarios soviéticos, aplicando una planificación central que terminó planificando la escasez. Tampoco se le puede dejar el mercado sin ninguna regulación como creyeron los glodfingers de Wall Street, Estos dos extremismos hicieron que el muro de Berlín se derrumbara por falta de mercado y que Wall Street colapsara por exceso de mercado.

Frente a esta experiencia una nueva izquierda debe estar convencida de que la economía del mercado no es una invención capitalista y que hasta ahora no se han inventado nada que puede reemplazar el intercambio competitivo de bienes y servicios a través de la moneda. Por esto Rusia ha vuelto a la economía de mercado, Cuba quiere volver, China prospera como nunca dentro de ella y el Gobierno de Obama se distancia del dogma neoliberal de que el mercado se regula solo y trata hoy de regular Wall Street, imponiendo reglas y billonarias multas a los bancos que cometen fraudes contra el mercado.

Una nueva izquierda debe apoyar entonces la economía de mercado, pero al hacerlo no debe creer ni por asomo que el mercado se puede regular por sí solo. Asimismo, dentro de un funcionamiento correcto de una economía de mercado, una nueva izquierda no debe importarle tanto que las empresas sean privadas o públicas, sino que den condiciones dignas de trabajo, paguen impuestos y no contaminen. En cambio, sí debe importarle mucho las restricciones que el neoliberalismo mantiene contra la libre competencia que debe existir en todo economía de mercado, como son los monopolios, los carteles, la excesiva protección de la propiedad intelectual, las subvenciones a la agricultura, la industria y el proteccionismo comercial, restricciones que prueban que el neoliberalismo, no es otra cosa, que un “falso liberalismo.” Y así debe llamarlo.

Adam Smith, el santo patrón del liberalismo, jamás hubiera comprendido por qué los capitales pueden circular y competir globalmente pero no el otro factor de la producción, los trabajadores. Para estos no hay liberalismo, sino severas leyes de inmigración. Asimismo no entendería por qué el neoliberalismo permite políticas contra la libre competencia como son el rescate billonario de banqueros quebrados y las enormes subvenciones que los países industrializados dan a sus agricultores e industriales.

Y qué no decir de la sorpresa que se llevaría Adam Smith al enterarse que después de más de tres décadas de reinado neoliberal, casi el 60% del comercio internacional de mercaderías no es libre sino un comercio administrado por 38 mil empresas trasnacionales con sus 250 mil subsidiarias donde proliferan las prácticas comerciales restrictivas contra la libre competencia de terceros.

Todas estas políticas y prácticas, que restringen la libertad del mercado prueban que el neoliberalismo debería llamarse “falso liberalismo”, y que la izquierda tradicional que critica furiosamente la libertad del mercado está equivocada porque no puede criticar una libertad que casi no existe. En vez de criticar el libre mercado, una nueva izquierda debe exigir una verdadera libertad de mercado, reclamando que el trabajo circulen globalmente como el capital, que cesen los monopolios, los carteles, el proteccionismo, las subvenciones, y las prácticas comerciales restrictivas entre las transnacionales y sus subsidiarias.

Una nueva izquierda debe estar consciente todo el tiempo que 30 años de falso liberalismo ha creado en el mundo un abismo social, que la crisis del capitalismo neoliberal no ha impedido el incremento fabuloso de las fortunas que ahora se concentran en muy pocas mano. Un reciente estudio de la ONG británica Oxfam concluye en que en el año 2016 el 1% de la población mundial dispondrá de más de la mitad del total de ingresos generados en el mundo. También, el renombrado economista Thomas Piketty, en su estudio seminal sobre el capitalismo del siglo XXI, confirma que esta tendencia es la única característica común del actual capitalismo en todos los países.

Hoy se ha formado en cada país un abismo social, y es por esto que la desigualdad social será por primera vez el tema principal del debate en la campaña presidencial de los Estados Unidos. Por otro lado, la región con mayor desigualdad social en el mundo es hoy América Latina, que a pesar del crecimiento de su economía, debido al boom de las materias primas, no ha logrado detener la concentración de los ingresos en el 1% más rico de su población.

Este abismo social ha hecho que las nuevas tendencias de izquierda, en los EE.UU y en Europa, estén incluyendo en sus programas electorales medidas para combatir la desigualdad social. Sin embargo, en América Latina, la región con más desigualdad en el mundo, esta situación no es un tema candente del debate político. Entonces el deber de una nueva izquierda en Latinoamérica es hacer un estudio sobre del abismo social en su país y difundirlo acompañado de las medidas específicas para combatirlo.

Una nueva izquierda debe estar también muy consciente de que la actual crisis mundial tiene ahora una enorme dimensión ecológica que no tenía la de 1929, En efecto, el planeta al recalentarse, ha declarado insostenible el actual modelo capitalista urbano global de gran consumo y desperdicio que vomita gases efecto invernadero.

Algo nunca acontecido, desde que comenzó la actividad de la especie humana en este planeta, es que hoy la madre naturaleza, después de 200 años de industrialización y olvido, ha regresado vengativa con un cambio climático que está creando un peligroso desequilibrio entre el imparable crecimiento de la población urbana mundial y la disponibilidad de agua, alimentos y energías renovables.

Es por esta nueva realidad que la más profunda diferencia entre una izquierda tradicional y una nueva izquierda debe ser la vocación ecológica. La nueva izquierda debe luchar contra un capitalismo de gran consumo y desperdicio, adicto, a unas energías fósiles, que nos están llevando peligrosamente a aumentar la temperatura de la Tierra 2 grados más con consecuencias insospechadas para la viabilidad de muchos países que son ecológicamente frágiles como el Perú.

Una nueva izquierda, aliada del planeta, debe el utilizar como un instrumento político el cambio climático y la crisis ecológica creciente para ir haciendo compatible la economía de mercado con la ecología, Ya que si no lo hace, el mismo planeta se encargara de hacerlo con crecientes catástrofes ecológicas.

Lograr esta compatibilidad no será un ejercicio ideológico sino científico porque por primera vez, la capacidad del planeta para sostener la actual actividad de la especie humana está llegando a su límite, se tendrá entonces que hacer lo que la ciencia dice. Es por ello que una nueva izquierda debe conocer ciencia ecológica y preparase para presentar propuestas “verdes” y ganar apoyo de las mayorías que serán las que más sufrirán los efectos devastadores del cambio climático.

La vieja izquierda reclutaba apoyo usando argumentos socioeconómicos contra el capitalismo que no cambiaron el statu quo. En cambio, la nueva izquierda debe fundamentalmente hacerlo con argumentos ecológicos que minan los planteamientos no científicos de la economía neoclásica del capitalismo neoliberal, planteamientos que glorifican hasta ahora un crecimiento económico que hoy ha terminado en una crisis planetaria, puesto que nuestra civilización urbana global no puede hoy producir ni consumir sin contaminar y recalentar peligrosamente el planeta.

Una nueva izquierda es la que reconoce con realismo que el proletariado ya no es la vanguardia revolucionaria porque el mundo se desproletariza rápidamente con una revolución tecnológica que ha reemplazado las enormes factorías llenas de proletarios por unidades automatizadas repletas de software y cada vez más de robots.

El software y la automatización están así reduciendo el número de trabajadores por unidad de producción en los países industrializados capitalistas, donde Marx predecía la revolución proletaria. En todos ellos, el sindicalismo se ha reducido y con ello el poder político que el proletariado había heredado desde la revolución industrial. Lo más paradójico de esta situación es que la más grande fuerza proletaria que todavía queda en el mundo que es la de China, se encuentra hoy sometida a muy bajos salarios por el propio partido comunista.

Entonces, la base social de una nueva izquierda, frente a la desproletarización, debería ser hoy una clase media que cree en la democracia, en la propiedad privada y en la economía de mercado, pero que está descontenta porque el capitalismo neoliberal no funciona en favor de ella. En los Estados Unidos y Europa, el descontento es por la pérdida de ingresos, propiedades y de movilidad social. En Latinoamérica, el descontento de la clase media emergente es por la muy baja calidad de los servicios públicos de educación, salud, transportes, justicia y seguridad ciudadana.

Y en el caso del Perú, este descontento además está unido a un repudio a la clase política por una ineptitud y corrupción, que es tan notaria que ha trascendido al plano internacional, pues un reciente estudio del Word Economic Forum califica la clase política peruana como “deplorable” en comparación a la de otros países latinoamericanos.

En conclusión, una nueva izquierda debe defender a una clase media descontenta, apoyar la democracia, respetar la propiedad privada y orientar la economía de mercado hacia las necesidades de la mayoría para reducir el abismo social, y ser sobre todo aliada del planeta para hacer compatible la economía de mercado con la ecología.


No hay comentarios: