18 de diciembre de 2015

Denegri y el suicidio

César Hildebrandt

Grabé este martes un programa con Marco Aurelio Denegri. Fue una cordial invitación que no debía rechazar.

Denegri es un pesimista nato y sus teorías sobre la involución mundial de la inteligencia humana están sostenidas en algunos estudios académicos.

El problema de los pesimistas sin remedio es que no pueden contestar la pregunta perversa: "Si todo es así, ¿por qué no optar por el suicidio?".

Ni Cioran, soberano de las sombras, pudo responder coherentemente tamaño desafío.

Hablamos un rato de este asunto con Denegri y me di cuenta de que él admira a los suicidas. Les concede valor, determinación, consistencia. Y cree, como lo dijo Camus, que el suicidio es el único verdadero problema de la filosofía.

Me di cuenta, además, que Denegri vive apartado por completo del mundo de la política, que vendría a ser un ruido indescifrable, una murmuración de multitudes.

Me pregunté, entonces, qué pasaría si este pesimista profesional leyera todos los días los periódicos que se encargan de tenernos al día en cuanto a política se refiere. O si viera la tele que monitorea a los protagonistas de nuestra política. 

¿Qué pasaría si oyera hablar a Acuña, leer a Acuña, reflexionar a Acuña? Si Denegri hiciera eso iría directamente al cajón imaginario que yo le invento, sacaría la cápsula mortal que le atribuyo y se la tragaría con la tranquilidad que le aconsejo. Es mejor el cianuro que pensar en Acuña como presidente.

¿Puede haber algo peor que Acuña? Sí, varias cosas. Una de ellas, quizá la primera es la paporreta entusiasta, dictada por una sobredosis de litio, de Alan García. Voluntarista y loco, demagogo de entraña, locuaz emplumado, García finge creer que al ritmo de su cháchara la economía mundial se arreglará y que la crisis regional terminará favoreciéndonos. Como si fuésemos el país que no somos: diversificado, industrioso, institucionalmente sólido. Vende patrañas, como siempre. Y la vanidad lo pierde. Es el haya apócrifo editado por Chang y Carbajal y comentado por Raúl Vargas. Si Denegri se contaminase con su prédica. ¿que haría? ¿Una soga de británico estilo?.

Otra cosa tan mala como Acuña es Keiko, la primera dama de la organización pandillera de su padre, la hija biológica y moral de un criminal que espera ser liberado. Miente como su padre, truena como él cuando quiere ser enfática, es astuta como  aquel ingeniero ladrón de impuestos que se presentó en 1990 como la esperanza de los desengañados. Todas las candidaturas del 2016 son de derecha, pero Keiko añade a su continuismo feroz de mala entraña un afán autoritario. Eso esta en el ADN de un partido que se hizo mafia en los dos gobiernos que ensucio. Y eso volverá a suceder. Mientras más promesas haga Keiko, más habrá que temerle. Como su padre, promete minuciosamente lo que no habrá de cumplir. Es nuestra Marine Le Pen (con padre arrebatado y todo). Si el Perú fuese una nación y no un conjunto de malqueherencias, Keiko no sería ni siquiera candidata. ¿La habrá escuchado Denegri leyendo lo que le escriben los hipócritas y/o delincuentes que la siguen? Y si la escuchara,¿cómo terminaría el pesimista impertérrito que es Denegri? ¿Cómo Mishima en la sede del ministerio de Defensa japonés?

Y luego está Toledo, que está por los mercados tomándose las sopas mañaneras de la resaca y lustrando los zapatos de la nostalgia y jurando que no dijo lo que acaba de decir. Toledo es un alucinado que cree que las cosas se repiten por decisión propia y que ignora por qué anda tan bajo entre los encuestadores. No tiene la menor idea de lo que Ecoteva significó en su vida y está convencido de que su cara volverá a ser reconocida como propia por la peruanidad. Pronuncia los apellidos anglosajones con una morisqueta contraída en Stanford pero dice "álguienes" cuando habla de las conspiraciones que lo quieren dañar. Si Denegri lo disfrutara, ¿qué haría? ¿Una limonada con "Campeón"?

Felizmente, Denegri vive en su mundo de libros y esa lejanía lo exime del suicidio.

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