21 de diciembre de 2015

Goleada de la corrupción

Eduardo González Viaña

Para ocho de cada diez peruanos, la corrupción es tolerable y hay que resignarse a vivir con ella. Eso entendemos de la última encuesta de Ipsos Perú.

Significa ello que la mayoría absoluta de nuestra gente acepta y comparte la expresión “Roba pero hace obras” que sirve para justificar y alabar a las administraciones corruptas.

Y sin embargo- en todas las encuestas- la mayoría absoluta considera que nuestro primer problema es la delincuencia en las calles.

Eso es incoherente porque los delincuentes de prontuario se sienten justificados por la conducta de los que mandan y cuando establecen comparaciones, el monto que ellos desvalijan es cien o mil veces inferior. En todo caso, hay una entre los unos y los otros hay una “sana competencia.”

Tal vez hay una diferencia entre ellos, y es el “modus operandi”. Nuestros presidentes no salen a las calles pistola en mano ni asaltan a los desdichados transeúntes. Además, el bien que ellos saquean le pertenece al Estado.

Pero el Estado es, en última instancia, el pueblo, y por lo general el más pobre, y hay momentos en que los salteadores de prontuario se confunden con sus congéneres electos.

Véase, por ejemplo, el caso Aken y Apenkai, dos ONGs creadas por Fujimori para captar las donaciones japonesas destinadas a paliar la miseria peruana. Los veinte millones de dólares para caridad se evaporaron misteriosamente, y ahora podrían estar sirviendo para pagar una campaña electoral.

Además, las hermanas y el cuñado, Rosa y Juana Fujimori y Víctor Aritomi tienen para vestirse cien años con la ropa usada que robaron.

Por otro lado, durante el segundo gobierno del señor García, un terremoto dejó en la calle a miles de familias de Pisco y el sur próximo. El Fondo de Reconstrucción del Sur manejó 3 mil millones de soles para afrontar la catástrofe. Sin embargo, a 8 años de la misma, todavía hay damnificados en la mayor miseria, y las cuentas son dudosas.

Los artículos para este diario tienen un límite de 600 palabras. No alcanzaría el décuplo para reseñar someramente los principales actos de la corrupción. No obstante, hay un hecho que hace patente la aceptación pasiva frente a la corrupción:

Y ese hecho es que los tres de los más recientes mandatarios afrontan graves acusaciones, dos de ellos lideran las listas internacionales de presidentes cleptómanos y no obstante eso, los tres están participando en la campaña electoral. Uno de ellos, Fujimori, lo hace a través de su representante.

La transición política nada ha cambiado. No se ha establecido responsabilidades ni se ha sancionado a todos los culpables, y este hecho trae la fetidez de la impunidad. Hay partidos que debieran acompañar las fotos de sus líderes con el número de su papeleta delictiva.

La pasividad peruana ante la corrupción tendrá que ser revertida por una transformación dramática y total de la conducta cívica de nuestro pueblo, y eso ocurrirá cuando la gente vote por el cambio radical, y no por la performance de los ladrones de rojiblancas banda y fajín.

De no ser así, continuarán vigentes las palabras de González Prada: “Alguien dijo que el Perú no es nación sino un territorio habitado… Ciudadano quiere decir hombre libre, y aquí vegetan rebaños de siervos.”

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