24 de diciembre de 2017

Suerte sin coraje

Eduardo Dargent

Por diversas razones celebro el rechazo a la vacancia presidencial. Para comenzar, la vacancia por incapacidad moral no debería ser utilizada para destituir Presidentes sin una causa clara. La vacancia, además, nos llevaba a lo que una mayoría de votantes de PPK en segunda vuelta quería evitar: un gobierno Fujimorista. Y probablemente a elecciones sin opciones plurales. Es justa, además, la derrota de Keiko Fujimori. Su agresividad e inmadurez esta vez tuvo costos para su liderazgo. Y también celebro que Marco Arana y el Frente Amplio hayan quedado como termocéfalos funcionales al Fujimorismo.

Pero hoy más importante que hablar del resultado positivo es evaluar lo delicado de la situación y la responsabilidad del Presidente. Un Presidente que no me sorprendería vuelva a encerrarse en los círculos que lo han llevado a la debilidad y la irrelevancia. Un tipo con suerte, pero que no la merece.

La crisis la podemos rastrear a malas decisiones tomadas desde el primer día de gobierno. El Presidente tenía un mandato y un deber. El mandato era representar su voto de segunda vuelta. Eso implicaba construir un gobierno de base ancha que trascendiera al PPK del 2016 y el 2011. No salir a pelear, pues era suicida, pero sí entender que tenía que ser algo muy distinto al Fujimorismo. El deber era despejar toda duda sobre posibles conflictos de interés dada su fama de lobbysta. Estos imperativos eran además lo que el pragmatismo mandaba para sobrevivir en aguas políticas complicadas, agitadas todavía más por el caso Lavajato.

No hizo nada de eso. Tras un discurso republicano inaugural, construyó un gobierno a su medida. Sus gabinetes se hicieron cada vez más timoratos con el fujimorismo. No entiendo a los opinantes que pintan el conflicto actual como un choque de trenes. Lo que yo he visto es un tren que atropella y un gobierno débil que retrocede balbuceante. Fue irónico, por ejemplo, ver al Presidente acusar al Fujimorismo por dar un golpe al Tribunal Constitucional cuando ¡fue uno de sus ministros quien presentó la denuncia contra los magistrados!

Pero su conducta con respecto a su pasado empresarial fue también grave. No solo se rodeó de asesores y ministros cercanos a ese mundo, sino también centró su agenda en temas que abren la puerta a posibles cargas explosivas: destrabar inversiones y agilizar trámites. Nadie niega que son temas relevantes, pero dado su perfil y lo que veíamos con los escándalos, ¿no era más urgente reforzar burocracias, construir candados, establecer claras reglas para los conflictos de interés?

Lo más grave es lo que hoy sabemos. Si le creemos, no averiguó sobre los posibles conflictos de interés de sus negocios y su función pública. Si no le creemos, simplemente nos mintió. Equiparar ser propietario de una empresa con dueño de una casa nos muestra la banalidad con la que entiende la distancia entre lo público y lo privado. Es precisamente su paso por el Estado, sus nombramientos, lo que le da valor a esa empresa. Es como estar en capacidad de cambiar la zonificación de la casa. Sus clientes compran, o creen que compran, llegada, influencia. Y él ganó con eso.

Hoy Kuczynski es un presidente débil, al cual lo seguirán persiguiendo sus negocios. Y si todo sigue igual no tendrá una segunda oportunidad. El indulto a Alberto Fujimori, por ejemplo, probablemente uniría a Fujimorismo e Izquierdas a la espera de cualquier razón para vacarlo.

Así, tiene dos objetivos urgentes. Primero, volver al primer día y hacer lo que no hizo: salir de su encierro, construir alianzas, defender las instituciones, armar una verdadera muralla a los intereses particulares y nombrar ministros que sin buscar pelea sepan poner límites políticos claros al Fujimorismo. Su abogado lo hizo con inteligencia. Segundo, construir un gobierno que lo pueda sobrevivir. No queda espacio para discutirlo, y reconozco que es un tema complicado, pero creo que los que celebran la estrategia de renuncia de los vicepresidentes para salvar la vacancia confunden el objetivo de PPK de quedarse en el gobierno con el bien común. Nos pudieron dejar celebrando Navidad con Galarreta en Palacio. Nos deben un Plan B y eso pasa por construir un gobierno viable dirigido por sus vicepresidentes.

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