3 de marzo de 2018

Baja, baja, PPK

Nelson Manrique

Tras una caída de 9 puntos en un mes, con 15% de aprobación y 82% de desaprobación, el presidente Pedro Pablo Kuczynski entra a cuidados intensivos. Es útil una comparación. Cuando Ollanta Humala tenía el mismo tiempo en el gobierno su aprobación era de 53% y su desaprobación de 39%.

Esta caída se produce cuando se avizora un escenario turbulento. Están anunciadas movilizaciones por demandas reivindicativas en los sectores educación y salud y previsiblemente las movilizaciones contra la ley de trabajo juvenil gratuito tendrán un nuevo impulso con el inicio de las clases en las universidades, pues la incorporación al mercado de miles de jóvenes trabajando gratuitamente provocaría una caída general de los salarios, que afectaría no sólo a los jóvenes, sino a todos los trabajadores. A esto se suma la elevación del costo de vida y la contracción de la capacidad adquisitiva de la población, que los ciudadanos sienten en el bolsillo. Las expectativas del mejoramiento de la situación, vía la inyección de nuevas inversiones, suenan inverosímiles en medio de la inestabilidad política provocada por los desaciertos de PPK.

Se vive una parálisis, provocada en buena medida por el debate sobre el porvenir del gobierno. La baja aprobación del presidente expresa la convicción de que es incompetente, opinión de ese 80% de peruanos que creen que PPK no sabe a dónde va, y ese categórico 55% que se pronuncia a favor de la vacancia presidencial. Quienes se oponen a esta son un 43%, lo que deja una diferencia de 12 puntos a favor de que Kuczynski se vaya.

En medio de la sensación generalizada de desgobierno el único horizonte que parece guiar la acción del régimen es durar por durar; cómo mantenerse en el poder cuando la mayoría de la población está por que PPK se vaya a su casa. La estrategia de acusar de extremistas a quienes quieren vacarlo suena poco convincente cuando es más de la mitad del país la que demanda que se vaya. Kuczynski ha anunciado que no piensa renunciar a la presidencia y que se va a defender “como un gato panza arriba”. Lo cual nos lleva al caso Lava Jato.

Hay una gran expectativa por saber que declarará Jorge Barata. Hay quienes creen que el funcionario brasileño no va a decir nada valioso y va a escamotear la información, para encubrir a sus ex socios peruanos. Esto es poco probable, pues debido al arreglo hecho con la justicia brasileña él está obligado a responder todas las preguntas que se le planteen y a cooperar con la justicia. Que se le detectara una sola mentira podría significarle perder todos los beneficios penitenciarios que se le ha otorgado a cambio de su “delación premiada”. El problema entonces no está tanto en que si Barata va a hablar o no, sino en la calidad del interrogatorio desarrollado por los fiscales peruanos: la categoría y la pertinencia de las preguntas que le hagan y la calidad de las repreguntas destinadas a profundizar en la búsqueda de la verdad.

El escándalo suscitado cuando el fiscal Vega anunció que en los interrogatorios a realizarse hoy y mañana no se le va a preguntar a Jorge Barata sobre Alan García ni sobre Pedro Pablo Kuczynski obligó al fiscal Hamilton Castro a anunciar que va a haber un interrogatorio especial a Barata, así que la fiscalía termine de procesar la información que ha acumulado sobre los manejos económicos de PPK. Es necesario mantener una actitud de vigilancia para que los interrogatorios aborden los hechos de Pedro Pablo Kuczynski y de Alan García. Durante este tiempo hemos visto múltiples maniobras destinadas a asegurar la impunidad de los delincuentes comprometidos en este escándalo. Es de prever nuevas maniobras ante las cuales habrá que estar atentos. 

La ministra Mercedes Aráoz recurrió esta semana a insultar la memoria de Javier Diez Canseco. La bajeza de su ataque provocó una masiva respuesta, recordándole quién es Diez Canseco y quién es ella. No es necesario añadir nada más.

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