30 de octubre de 2018

La verdad se abre paso, Perú

Claudia Cisneros

Hemos luchado años porque esto suceda. Años de estar a contracorriente, de ser considerados antis, ser estigmatizados, llamados terroristas, odiadores o extremistas. Cuánta gente desde los 90, luego después del 2000 advirtiendo sobre el peligro que significaba el apellido Fujimori. Cuánta gente incrédula -por conveniencia o negligencia- a las evidencias de sus fechorías convenientemente lavadas en fiscalías y juzgados, y oportunistas buscando capitalizar de algún modo el poder político de ese apellido. 

Hemos luchado años porque esto suceda, que chorree la verdadera esencia del fujimorato al publico masivo, por décadas engañado por los aparatos de poder y complicidad de la organización criminal blanqueada como partido político. 

La satisfacción que esto produce es difícil de entender para quien no tiene escrúpulos ni reparos por el bien común del país. Satisfacción de ver que la verdad puede triunfar, que no es lo mismo que decir que la verdad siempre triunfa, sino que tiene el potencial de imponerse si hay suficientes personas dispuestas a jugarse por ella sin otro interés que el del bien general, por purita convicción y auténtico repudio a la instrumentalización que hacen los corruptos de las estructuras formales de la democracia para alimentar su poder, delinquir y burlar la justicia. Por repudio a sus mentiras usadas como arma política. Satisfacción de constatar que la resistencia e insistencia cívica en exponer a los depredadores del poder político sí puede hacer la diferencia.

Aunque en minoría, tantas gentes desde diversos frentes luchando por años: periodistas, activistas, cada estudiante que salió a marchar, cada persona que se dio el tiempo de protestar, cada fiscal que se atrevió a desafiar la corrupción enquistada en su institución, cada juez que pensó primero en la dignidad de su encargo y la responsabilidad frente al país. Algunos han demorado en abrir los ojos pero finalmente algo empieza a cambiar en el destino condenado que parecía esperarnos. Hay esperanza cuando esa minoría va dejando de serlo y cuando por fin, Alan García primero y Keiko después, van siendo conocidos amplia y masivamente por lo que siempre fueron pese al disfraz. No han podido mantener la careta más. Y si bien coincido con muchos analistas en que el comportamiento y decisiones de Keiko estos dos años y medio fueron cruciales para esa deconstrucción pública de su falaz personaje, creo que ha sido concomitante y decisivo el papel de la prensa independiente y de los jueces y fiscales independientes en este derrumbe del segundo piso del fujimorato. De no ser por la develación del caso Lavajuez, los procesos contra estos corruptos políticos continuarían siendo lavados y archivados, y sus cómplices del poder mediático y económico los seguirían avalando y defendiendo. No hay que olvidar que al inicio de esta historia fueron claves las valientes fiscales Rocío Sánchez y Sandra Castro, y el juez Roque Huamancóndor, quienes arriesgando hasta sus vidas (los Cuellos Blancos tienen nexos con el narcotráfico y sicariato) prefirieron servir a la justicia y al país. De actos heroicos como estos están hechos los grandes hitos de la historia. Ese primer hilo de la madeja fue siendo desenredado con el periodismo de investigación independiente y contundente de Gustavo Gorriti, que nos alertó de Lavajato con antelación a que el tema explotara judicialmente en el Perú, y nos alcanzó contexto y rigurosidad desde las primeras entregas del caso Lavajuez. Sin esos elementos catalizadores hubiéramos corrido el riesgo de que AG y la Sra. K una vez más como por décadas, lograran desacreditar y lavar las pruebas con su aparato de complicidad judicial. Las redes sociales también han sido concomitantes para este resultado a favor del país. Han jugado un papel de presión social, llegando incluso a modificar muchas veces la agenda de los medios masivos y de los corruptos con poder: activistas, periodistas y columnistas independientes, equipos independientes de investigación, diseminando información relevante, materia prima para formación de opinión. Pero aun haciendo un recuento de estas fortalezas ciudadanas - que sumadas a los errores políticos de Keiko la llevaron al descalabro de su organización - no hay que caer en triunfalismos porque la corrupción es una amenaza permanente. Jamás desaparece, siempre busca recomponerse y recuperar poder. Aun el fiscal José Domingo Pérez está amenazado, el presidente Vizcarra igual, Chávarry sigue en la fiscalía, falta procesar a Alan García (y a otros políticos de menor poder). Nos toca sostener los despliegues de compromiso con la justicia y valores de los peruanos de bien con la esperanza de que ese ejemplo se expanda en una sociedad hoy ahogada en antivalores.

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