6 de enero de 2019

Los derrotados

Eduardo Dargent

Era muy probable que el fiscal Chávarry fracasaría en su intento de destituir a los fiscales Vela y Pérez. Y, sin embargo, lo intentó, clara muestra de lo desesperados que están él y sus aliados por lo que puede traer Lava Jato. La rápida reacción ciudadana, el gesto del presidente Vizcarra de anunciar de inmediato que regresaba de Brasil y su decisión de plantear al Congreso una reforma del Ministerio Público, dinamitaron la movida. 

Ya se ha dicho bastante sobre las razones para explicar este resultado. Falta profundizar en quiénes fueron los protagonistas del putsch y, más interesante, conocer el costo de su aventura fallida. Seguro sabremos más en los próximos días, pero les dejo unos apuntes sobre otros derrotados (además de Chávarry, claro).

Un claro protagonista, por su conducta y la de sus fieles en los dos días de crisis, fue Alan García. No solo apoyó la medida a través de voceros, sino que él mismo uso el Twitter para lanzar incoherencias. Atrapado en su mundo de perseguido político, denunció un golpe contra las instituciones y le pidió al presidente Vizcarra enfocarse en temas importantes, como si el caso Lava Jato no lo fuera. 

A estas alturas los ataques de García son vitaminas para la popularidad del Presidente. Se le ha perdido el respeto, no atemoriza. Lo que le queda son aliados judiciales y algunos medios igual de desprestigiados que le hacen coro. El episodio incrementa las expectativas sobre lo que se pueda decir de Alan y su gobierno en Brasil. El mayor derrotado, junto a Chávarry, de todo el entuerto.  

Me queda menos clara la situación del fujimorismo, un segundo derrotado del episodio. El fujimorismo hizo al inicio lo que se esperaba de él: actuó conforme al guion. Las declaraciones de los congresistas Bartra y Tubino, tanto en apoyo de la destitución como al denunciar conspiraciones chavistas, hicieron pensar en una acción concertada. Luego llegarían los tweets conciliadores de Keiko pidiendo a su bancada apoyar el proyecto de reforma del Ejecutivo y poniendo paños fríos.  

Al parecer Keiko estaba más interesada en que no se politice su apelación a la prisión preventiva; prisión que se confirmó dos días después. Quiso evitar con sus tweets que la conducta de su partido corrobore lo señalado por el fiscal Pérez: que de ser liberada obstruiría la justicia. Puedo entender la frustración, 36 meses es mucho y nadie en el país debería estar tanto tiempo en prisión sin sentencia. 

Como sea, esta conducta errática del partido deja la imagen de coconspiradores. ¿Se arrepintió Keiko del apoyo inicial? ¿Fue sorprendida y no supo desmarcarse hasta muy tarde? Está por verse. Pero queda claro de estas idas y venidas que Fuerza Popular tuvo menos claridad sobre lo que estaba pasando y terminaron armando un papelón mayúsculo. También que el liderazgo de Keiko sobre su barra más brava ha quedado muy dañado. Conspiradores o no, el resultado es casi el mismo: la derrota les pasará factura. 

Finalmente, otros perdedores han sido los medos de nuestra derecha más dura. Su reacción fue patética y cómica a la vez. En el diario digital El Montonero, por ejemplo, se llegó a comparar a Chávarry con Bolognesi y Eliot Ness. El problema de estos voceros viene de antes. Esta derecha no termina de entender el nuevo escenario político en el que le toca jugar sin una mayoría fujimorista celebrando sus ocurrencias.

Esa mayoría compartía muchas de sus teorías conspirativas, le prestaba poder político a estas ideas. La realidad de un presidente pragmático, de derecha en lo económico pero avanzando una serie de agendas progresistas, deja en offside sus análisis dignos de los Expedientes X.  

La debilidad actual de este sector no debe llevarnos a pensar que son irrelevantes: esas mismas ideas conspirativas hoy gobiernan en Brasil, Polonia y Hungría a través de liderazgos populares de derecha. Y algunas de estas ideas son perfectamente compatibles con un tipo de izquierda nacionalista, no se sorprenda si algunos de estos voceros le tienen más cariño al poder que a la coherencia ideológica. No olvidemos por mirar con cierto optimismo la mayoría política que ha construido el presidente Vizcarra detrás de la bandera de la lucha contra la corrupción, que otras mayorías son posibles.

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