César Hildebrandt
Ha sido un gran error del presidente Martín Vizcarra nombrar primer ministro a Salvador del Solar.
El señor presidente cree que ha llegado la hora de conciliar con la madriguera del Congreso.
La respuesta del aprofujimorismo ha sido inmediata: nueva embestida contra Daniel Salaverry e interpelación al ministro de Justicia Vicente Zeballos por el tema del acuerdo con Odebrecht. El propósito de este operativo conjunto es desbaratar la actual correlación de fuerzas en las comisiones, en las que el fujimorismo no las tiene todas consigo, y sabotear el Caso Lava Jato.
A eso conduce su gesto de debilidad, mister president. A eso lleva la falta de pantalones que usted acaba de demostrar: a la resurrección, antes de la semana santa, de esa inmundicia congresal que atascó al Perú cuando el estadounidense PPK hacía negocios paralelos a su papel de espectro presidencial.
Salvador del Solar es un arribista que sería inofensivo sino fuera porque tiene ambiciones delirantes. Ese sueño del solio propio lo induce a pensar que arreglar con el Congreso es imprescindible para “la gobernabilidad”.
Gran mentira. Con el Congreso en manos de fujimoristas, apristas, apepistas y entidades anfibias como Yeni Vilcatoma no cabe transacción alguna. Luchar contra ese conglomerado de intereses fue decisivo para que Vizcarra se afirmara en la presidencia. Acostarse con esa gente es algo que sólo el señor Bruce puede considerar tácticamente correcto.
Le reclaman al señor Vizcarra que se dedique a las reformas que quiere el empresariado: que sea más fácil botar a la cholería de los puestos de trabajo, que los proyectos de la gran minería se impongan a rajatabla, que las privatizaciones -incluyendo la del agua- prosigan su marcha, que el Estado se reduzca todavía más, que la ley contra la elusión no se ejecute y que el liberalismo esté suelto en pampa, como sueña ese insomne codicioso llamado Roque Benavides. Eso es lo que dicen for export. Si se atrevieran a decir todo lo que piensan añadirían esto: que termine el caso Lava Jato, que los fiscales como José Domingo Pérez desaparezcan de la escena, que el proceso de las delaciones premiadas se anule, que Keiko Fujimori y Alan García respiren otra vez con tranquilidad. Porque la mayor parte del gran empresariado vive sumergido en la corrupción privada y pública y el asunto del Lava Jato y el Club de la Construcción los hace vivir en sobresalto. Su “Diazepán” consiste en tumbarse el sistema actual que ha permitido encarcelar a Keiko y jaquear parte de las cuentas negras de García.
Y a eso se dirige este gobierno parchado y hoy sin rumbo. Por eso es que el Ministerio de Economía y Finanzas sigue en su empeño de negarle presupuesto a la Fiscalía. O por la vía del Congreso podrido, o por el método de la asfixia económica, la lucha contra la corrupción está en peligro. Y entonces viene Salvador del Solar y lo primero que dice es que este gobierno "nunca deseó" la confrontación.
No sólo deseó la confrontación este gobierno, señor Del Solar. Necesitó la confrontación para sobrevivir y sobre todo para tomar distancia higiénica de los malandrines y sabandijas del Congreso.
Usted, señor Del Solar, decoró el gabinete del señor Kuczynski en una cartera que no merecía. Ahora preside el gabinete de recambio del señor Vizcarra. ¿Qué lo condujo a tan rápida cima? No me cabe duda: el señor Vizcarra requiere de su blandura, de su vacuidad, de su frivolidad para navegar en el mar difícil de las encuestas y en las rías bajas de los arreglos que no se pueden publicar.
Se engaña el señor Vizcarra. Le han dicho algunos consejeros de poca monta que es hora de gobernar y que para gobernar es inexorable llegar a un pacto con las tribus covacheras del Congreso.
No, señor Vizcarra. El Congreso actual no quiere cogobernar. Lo que quiere es que usted se arruine políticamente, que de usted queden despojos. Cuando eso suceda -y sucederá si usted opta, como ya parece haber optado, por la convivencia sin escrúpulos con quienes se han enemistado con el futuro del Perú- entonces pedirán su vacancia. Y usted será vacado. Como lo fue su antecesor, el gringo infeccioso por el que se tuvo que votar para que la heredera de la organización criminal fundada por su padre no se llevara en peso el país.
No se engañe, señor Vizcarra. La única gran reforma que su gobierno puede acometer es la de sostener una gestión limpia y decente. El pueblo está harto de componendas y frustraciones. La gente quiere un presidente que no dé vergüenza enfrentado a un Congreso que sólo puede producir repulsión.
Hace años el Apra, reblandecida por tantos años de lucha, héroes y vetos militares, pactó con Manuel Prado, hijo del traidor de 1879, una coexistencia pacífica. Después, en 1963, se alió a Manuel Odría en una coalición conservadora que combatió el tibio reformismo de Belaunde Terry. En esos triángulos anéticos terminó el Haya que había sacudido a América Latina desde 1924. Eso explica por qué un sujeto como García pudo luego hacerse con el partido como si fuera un piso de París comprado con plata mal habida. A eso condujo el pacifismo conciliador, los arrumacos con el adversario doctrinario. No olvide esa lección de nuestra petite histoire, señor Vizcarra.
Fuente: “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 436, 15/03/2019 p.12
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