16 de febrero de 2020

El año de la barbarie

César Hildebrandt

A fines de diciembre de 1992 el go­bierno de Alberto Fujimori expulsó del servicio diplomático a 117 funcionarios. Diez años después, el jefe de esa purga infame, un pobre diablo llamado Oscar De la Puente Raygada, entregó a un notario de Lima los documentos donde constaban las “razones” del masivo despido. Fue el gesto de un arrepentido a quien, al año siguiente, en el 2003, le retirarían las condecoraciones recibidas y que en el 2007 sería condenado a cuatro años de prisión suspen­dida.

El notario César Augusto Carpió Valdez recibió, el 13 de mayo del año 2002, un total de 52 documentos salidos del archivo personal de De La Puente. En ellos está la primera lista de los defenestrados y, al costado de cada nombre, pueden verse unos números. Cada número corres­ponde a una “calificación” ignominiosa que está descrita en un documento adjunto. La califica­ción, perpetrada por los sicarios de Fujimori instalados en Torre Tagle, se llamó pomposamente “Consenso de Washington”. De aquella operación de limpieza, que se ensañó con los diplomáticos que ya habían expresado su condena al golpe de estado de abril de 1992, se salvaron al­gunos “llevaderos” como Luis Marchand, Felipe Valdivieso, Carlos Higueras, Álvaro de Soto y Allan Wagner, entre otros.

La purga supuso prescindir de un tercio de funcionarios de carrera del servicio diplomático y una herida que aún hoy no termina de cerrar en Torre Tagle.

El significado de cada número, aplicable a la “primera lista” de expulsados, es expuesto en la página 11 del paquete entregado por De la Puente:

1) “Disponibilidad. Nunca ha aceptado cargos de importancia en el Ministerio. Se rumorea acerca de su homosexua­lidad discreta.”
2) “Disponibilidad. Homosexual discreto. Muy amanerado. No quiso aceptar cargo alguno en el Perú.”
3) “Inepto. No puede aportar nada a la nueva imagen. Ebrio.”
4) “Por jubilarse. Ni virtudes ni defectos. Opaco.”
5) “Obsoleto. Tren de vida muy superior a sus ingresos conocidos.”
6) “Inepto. Ebrio. Flojo. No aporta nada.”
7) “Homosexual. Se le atribuye la jefatura del grupo de homosexuales en el exterior.”
8) “Procesado por 'desacato y robo. Vida licenciosa.”
9)  “Inepto e intrigante. Ha ascendido por favores políticos.”
1O) “Homosexual. Tiene denuncia escrita en su contra.

Para la confección de la lista “N° 2 los criterios empleados, también precedidos de números, parecen salidos de una covacha de mafiosos.

Estos son algunos ejemplos:

7) “Ebrio. Regenerado. Se le atribuye peligrosidad y actitudes vengativas.”
1O) “Conflictivo. Rechazado por el Servicio.”
17) “Conflictivo. No ha ejercido su categoría. Pasa muchas angustias económicas. Amargado.”
22) “Ebrio consuetudinario."
29) “Opaco. Acabado.”

Para los ministros y ministros consejeros, la “valoración” nace de otro monstruoso aquelarre:

-“Conflictivo. Acomplejado. Agresivo.”
-“Anodino. Agotó su ciclo. Acomplejado.”
-“Conflictivo e impertinente.”
-“Conflictivo y acabado.”
-“Conflictivo. Disociador permanente e infidente.”
-“Ebrio regenerado. En observación.”
-“Ocioso. Oportunista. Diplomático de cocktail.”
-“Con licencia izquierdista.”
-“Bisexualidad activa. Registra varios escándalos.”
-“Homosexual. Ocioso e inepto.”
-“Dipsómano.”
-“Ebrio. Por jubilarse.”
-“Vinculado a escándalos en el gobierno anterior.”
-“Desfazado (sic) y esotérico.”
-“Homosexual deplorable.”
-“Homosexual. Enfermo de SIDA.”
-“Inepto y acabado.”
-“Mitómano.”
-“Desatinado e impertinente perpetuo.”
-“Promiscuo.”
-“Experto en contrabando y liberaciones ilegales”.
Etcétera. Etcétera. Etcétera.

Así se limpió Torre Tagle de todos aquellos que no quisieron servir, agachados, a la dictadura impuesta por el binacional Fujimori, jefe de la organización cri­minal que se apoderó de nuestras fuerzas armadas y el estado.

Ese es el fujimorismo, puro y duro, que hoy Martha Chávez y su corte vudú pretenden resuci­tar y exponer como ejemplo. Ese es el fujimorismo que la señora Keiko Fujimori siempre encar­nó. Ese es el fujimorismo que nos pudrió y que hoy quisiera volver a colonizarnos. No lo ol­videmos.

Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 479, 14/002/2020 p10

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