25 de febrero de 2020

“Me han calificado de ultrona, caviar, terruca. Eso antes me conmocionaba”

Verónika Mendoza   (Entrevista de Emilio Camacho)

“Ahora me van a trolear, van a decir que estoy en el set de Pataclaun. Lo que no saben es que yo quise ser claun”, dice Verónika Mendoza, este jueves caluroso, mientras posa dándole la espalda a un graffiti del cerro San Cristóbal que le da color a uno de los ambientes de la vieja casona de la Plaza Bolognesi que alberga al Nuevo Perú, el proyecto político de la excandidata. Avanza a paso lento, con una leve cojera. “Me he sacado el ancho”, dice. Y una colaboradora cuenta que tiene una luxación, pero que, empeñosa y workohólica, no hace caso cuando le sugieren que vaya al médico a verse eso. En verdad hay mucho trabajo en el Nuevo Perú. Hasta las paredes hablan del proceso de inscripción de afiliados que los convertirá en un partido político ante la ley. ¿Y su política de alianzas? Verónika Mendoza dice que sigue vigente, aunque reconoce que eso de ponerse de acuerdo en la izquierda, es labor de romanos.

Siempre he tenido curiosidad por saber por qué su madre no le comentó que fue una activista de mayo del 68 en París, que incluso acogió a algunos chilenos que escapaban del régimen de Augusto Pinochet, ¿por qué mantuvo eso en secreto?

Así es, ambos en realidad. Mi mamá y mi papá fueron militantes de izquierda pero no me compartieron sus aventuras y tradiciones entiendo que por cuidarme, porque quedaron bastante decepcionados de la política.

¿De la izquierda?

De la política en general. Recuerdo que mi padre solía decirme: “Vero, harás lo que quieras pero no me digas que quieres hacer política, porque la política es muy ingrata y está llena de traiciones”.

¿Diría que su primer acercamiento real a grupos de izquierda fue cuando acudía a las asambleas del partido comunista francés?

A ver, antes de eso, en los últimos años de colegio o en la universidad, tenía lo que podríamos llamar una inquietud social, una preocupación por hacer algo por mi región, pero no encontraba los espacios para canalizar esta preocupación. Yo entré a la Universidad Nacional del Cusco el año 96, y lamentablemente, como efecto de la dictadura fujimorista, no encontré espacios políticos que acogieran mi inquietud y me formaran. Estuve a la deriva durante algunos años, participando en colectivos juveniles, y, efectivamente, fue ya en Francia que vi la vocación ciudadana de organizarse y movilizarse…

De hecho, usted ha marchado contra la guerra en Irak.

Contra la guerra en Irak, en fin, contra diversas cosas, porque los franceses suelen marchar para defender sus derechos a cada rato. Y fue una de las cosas que me animó a participar activamente en política y luego entré a militar a una organización política nacional, en el Partido Nacionalista.

Vamos allí, ¿qué cosa tan fascinante le vio al Partido Nacionalista? ¿Por qué decidió acompañar en esta aventura a Ollanta Humala? Una aventura que además fue breve.

Sí y no. Yo me interesé por el Partido Nacionalista el 2004 o 2005. Y estuve en el partido hasta el 2012. Fueron varios años. Pero dentro del periodo de gobierno mi paso por la bancada nacionalista sí fue muy breve. Antes del primer año de gobierno renuncié por el conflicto social que estalló en Espinar y acabó con la vida de tres personas inocentes. Casos que dicho sea de paso hasta hoy están en la absoluta impunidad.

Es interesante ese año que usted pasa en la bancada nacionalista, la bancada de Gana Perú, porque allí tiene que convivir con la izquierda que también se había plegado al nacionalismo, ¿cómo fue esa convivencia? ¿Hubo algunos roces o fue un proceso de crecimiento y aprendizaje?

En el caso mío, personal, sí, fue de crecimiento. De hecho, una de las figuras que me acompañó, que fue una suerte de maestro, sin proponérselo y sin que yo lo buscara, fue Javier Diez Canseco. Y supongo que fue a partir de allí que fui entendiendo que era un proyecto de izquierdas, más allá de los estigmas que se pueden asociar a esto, el que me convocaba.

Le preguntaba por la convivencia porque estaba leyendo el último libro del historiador José Luis Renique, Incendiar la pradera, y él le pregunta por lo mismo y usted responde: “Como yo estaba, entre comillas, del lado de los nacionalistas, de alguna manera me impregné del prejuicio hacia esa izquierda a la que le reconocíamos su lucha, su coraje, los derechos ganados, pero que al mismo tiempo sentíamos cargada de ciertos aires de superioridad moral e intelectual”. ¿Por qué existía este prejuicio?

No corresponde esta descripción tanto a lo que percibía estando en la bancada de Gana Perú sino a la etapa anterior.

¿A la etapa electoral?

Claro. A la etapa de constitución del frente.

¿Por qué sentía eso?

Porque era lo que se solía comentar en los espacios juveniles del Partido Nacionalista, en los que yo estaba, lo que percibíamos de algunos de los exponentes de la izquierda tradicional.

¿Me puede decir algunos nombres? ¿De quiénes percibía eso?

Bueno, en general, prefiero no personalizarlo. Habían algunas actitudes, o en todo caso eso era parte de mi prejuicio, que me hacía percibirlos como gente que tenía cierta actitud de superioridad moral e intelectual, lo que explica en parte la distancia que han tenido en su momento las organizaciones políticas de izquierda de la gente. Y creo que eso no es exclusivo de los políticos de izquierda, sino en general de los políticos. Sienten que tienen las soluciones para los problemas de la gente, cuando ni siquiera conocen bien esos problemas.

¿También había un tema de clase que distanciaba a la izquierda de ese momento con los nacionalistas?

En los ámbitos en los que yo me movía eso sí era claramente visible.

¿Cómo se expresaba eso?

La militancia nacionalista era más de extracción popular, más chola, más serrana, y los referentes de izquierda que veíamos eran más bien…

¿Limeños?

Sí, se podría decir, o de clases medias o más acomodadas. Digamos, no podría generalizarlo, pero era la percepción que teníamos varios jóvenes del partido nacionalista, era un momento en el que yo tenía 24 años, era la percepción que teníamos.

¿Y ese prejuicio ya se ha roto o permanece?

Insisto, creo que es algo general en las organizaciones políticas, no es exclusivo de la izquierda, hay una tendencia, un riesgo de elevarse en una suerte de pedestal de superioridad moral e intelectual y pontificar ante la gente sobre lo que es bueno y es malo. Y descalificar al otro en lugar de comprenderlo primero.

Si siente que hay ciertos aires de superioridad moral e intelectual en la izquierda, y que además tiene un marcado sesgo clasista, y que a veces sus exponentes tienen una carga nostálgica muy fuerte por el pasado, varias veces lo ha dicho, ¿por qué insiste en aliarse con la izquierda?

Primero, porque yo me siento de izquierdas, mi corazón late a la izquierda. Nuestro proyecto político tiene que ver con la demanda de un Estado más fuerte, eficiente, que recupere su capacidad reguladora, que garantice educación, salud y vivienda como derechos, y que al mismo tiempo -creo que es un aporte de mi generación- incorpore nuevas agendas, hoy ineludibles, como los derechos de la mujer o la comunidad LGTBI, que, en un momento, en la política, incluida la izquierda, eran consideradas secundarias o irrelevantes. Este es el espacio en el que toca construir y es un espacio que está lleno también de contradicciones, prejuicios, de conflictos, como todo espacio en la sociedad. Es la realidad.

De acuerdo, ustedes tienen un afán de renovación en la izquierda y sin embargo van de la mano con gente que ya tuvo su oportunidad. El señor Yehude Simon no es nuevo en la política, tampoco el señor Salomón Lerner, que está con él, y Patria Roja menos.

Creo que ningún proyecto político puede pretender nacer sobre tabula rasa. Uno hace política en la realidad, sobre las bases existentes, no en un mundo ideal. Yo quisiera empezar de cero, pero eso no existe. Y creo que agrupaciones o colectivos de izquierda, con los que puedo tener diferencias, también han aportado en abrir caminos y en ganar derechos.

¿Diría que usted es una persona que tiene mucho sentido del humor?

Depende. Tengo mis momentos de seriedad y de buen humor. Pero soy tímida y por eso suelo ser reservada con gente nueva.

Le preguntaba esto porque estaba recordando su discurso del 26 de enero del año pasado, en Huancayo, cuando se reunió con el señor Vladimir Cerrón y Goyo Santos, usted comentaba allí, con cierta ironía, las puyas que se lanzan entre grupos de izquierda. Decía “algunos son los caviares, otros son los ultrones”. ¿Siempre son así de divertidas las reuniones de los grupos de izquierda?

Suelen ser como todo en la política, sobrias, tensas, protocolares. Y, sí, a mí me gusta romper un poquito esos espacios acartonados.

¿Quiénes son los ultrones?

Se suele decir, ¿no?

No lo sabía, quiénes son.


En ese momento yo hacía referencia a los militantes de Más Democracia, de Perú Libre, a los que se suele calificar de ultrones. Es más, a mí misma me han calificado de ultrona, también de caviar, rojete, terruca. En fin, he recogido todos los calificativos que se suelen usar en la política, en la izquierda en particular. Y, bueno, debo admitir que esos calificativos antes me conmocionaban.

¿Ya no le afectan tanto?

He entendido que no aluden a mí, sino a nuestro proyecto político.

¿Revisa con frecuencia el Twitter?

Sí, trato de mantenerme al tanto de los debates que hay en esa esfera.

¿Su cuenta de Twitter la maneja usted?

Sí, sí.

Hace poco veía la cuenta de twitter del señor Vladimir Cerrón. El 14 de febrero, el día de la amistad, tuiteó esto: “¿Perú Libre sin Vladimir Cerrón? Vaya infantilismo. Sería como el Apra sin Haya, la Revolución Ciudadana sin Correa, o la Revolución del Siglo XXI sin Chávez”.

¿Él mismo dice eso? ¿De sí mismo?

Sí, tiene un alto concepto de sí mismo. Lo que quiero preguntarle es, ante esto, ¿todavía cree que el señor Cerrón se hubiera mantenido al margen de la alianza que firmaron con su partido?

En su momento así lo acordamos y así lo hicimos respetar. Y esas fueron las condiciones bajo las cuales decidimos avanzar en un acuerdo político en el que se ponía por delante la propuesta programática de cambio y condiciones que implicaban que nadie involucrado en un proceso por corrupción pudiera participar.

Y eso le duró bien poquito al señor Cerrón, ¿no? Poco después de que las autoridades electorales dijeran que no iba la alianza, se puso a la cabeza de su movimiento.

A ver, lo que nosotros planteamos fue en el marco de una alianza que no se implementó. Lo que haya hecho Perú Libre en el marco de la carrera electoral no nos compete.

Cuando acordaron esta alianza con Perú Libre insistieron en que el señor Cerrón pidiera una licencia a su partido, ¿por qué? ¿Por sus procesos por corrupción o por sus expresiones misóginas y xenófobas?

Principalmente por los procesos de corrupción que tenía pendientes. En general nuestra posición ha sido que quien tenga pendientes con la justicia, debe asumirlos de manera personal, apartándose de estos procesos de unidad, precisamente para no mancharlos. Ahora, los debates que tienen que ver con el machismo, que lamentablemente está arraigado en nuestra sociedad y no es ajeno a ninguna agrupación política…

¿Hay machismo en el Nuevo Perú?

En todo lado. En toda la sociedad. En todas las familias. Perdóneme, quien me diga que no conoce un machista en su familia, en su ámbito de trabajo o en su agrupación política, que levante la mano para felicitarlo.

Voy a volver al tema de la alianza con Perú Libre. Efectivamente consiguieron que el señor Cerrón pidiera licencia, pero en Perú Libre no es el único personaje que tuvo expresiones xenófobas. Estoy pensando en el exalcalde de Huancayo, también de Perú Libre, que pidió una ciudad libre de venezolanos. A él no se le pidió una licencia…

Son expresiones que repudiamos…

El hermano del señor Cerrón, que estuvo en campaña hasta hace poco, también tuvo expresiones ultraconservadoras contra el movimiento LGTBI. A él tampoco se le pidió licencia.

A ver, yo no escuché las expresiones del señor que usted menciona. Me las comentaron ya en la campaña, fuera del marco de nuestra alianza. Insisto, seguiremos, en el marco de las alianzas que construyamos, expresando nuestro rechazo, para ir avanzando en superar el machismo, el racismo, la xenofobia o el conservadurismo.

De acuerdo. Estos dichos se dieron fuera de la alianza. Pero estaban allí. ¿No siente que arriesgaron mucho al ir con estas personas? No sabían en qué momento iban a surgir estas expresiones.

Insisto, en el marco del acuerdo político al que arribamos sí se discutieron estos temas, en los diversos encuentros que tuvimos, y así seguirán planteándose en adelante. Y sí, quizá corramos algunos riesgos, pero, mire, cuando es el futuro del país el que está en juego, cuando el Estado hace agua y permite que jóvenes mueran por la precariedad laboral como en el caso McDonald’s o Las Malvinas, creo que sí vale la pena correr riesgos. Correremos riesgos, y quizá nos manchemos, quizá dejemos de caerle bien a algunas personas. Son riesgos que creo que hay que correr cuando hay un objetivo político mayor por delante.

Hablemos de los resultados electorales. Nuevo Perú sacó resultados complicados. En regiones como Cusco alcanzaron el 4% de los votos. En Arequipa el 2% y en Moquegua el 1%. ¿Esto es un simple escollo o una derrota catastrófica?

Nosotros, como Nuevo Perú, efectivamente decidimos participar en las elecciones del 26 de enero como parte de una plataforma más amplia que se llamó Juntos por el Perú, con otras fuerzas políticas, porque nos parecía imprescindible asumir nuestra responsabilidad luego de haber sido actores decididos, en las calles y el Parlamento, para exigir el cierre del Congreso. Y lo hicimos conscientes de que teníamos casi todo en contra, y que iba a ser cuesta arriba, porque era un proceso electoral corto, y teníamos un logotipo y un nombre muy poco conocido.

Lo que quiero saber es si se han preguntado internamente por qué las regiones que la apoyaron en el 2016 les dieron la espalda en esta elección.

Por supuesto, tenemos un balance y un aprendizaje de ese proceso electoral. Nuestra autocrítica es que no logramos transmitir adecuadamente y oportunamente nuestro mensaje a todos los rincones del país.

¿Se han preguntado por qué sus antiguos electores prefieren votar por el UPP de Antauro Humala?

Creo que esas votaciones expresan un hartazgo, por un lado, y también una demanda muy sentida de la gente por orden.

¿Y por qué ustedes ya no canalizan ese hartazgo? ¿Por qué la gente ya no mira a su opción?

Como comenté hace un momento, creo que no logramos llegar con nuestro mensaje donde queríamos llegar, a todos los rincones del país, y por eso debemos redoblar esfuerzos en ello.

¿Me está diciendo que Antauro Humala y su gente sí han podido llegar con su mensaje a este grupo de personas y ustedes no?

Bueno, por eso el resultado electoral. En parte se explica por eso. Efectivamente, nuestro desafío ahora es redoblar esfuerzos para tener mayor presencia en esos territorios.

Proponen ideas audaces como la Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución, ¿cómo se consigue eso con cero congresistas?

Mire, nosotros siempre hemos dicho y me ratifico en ello que un nuevo pacto constituyente, porque de eso se trata esto, no va a emanar de algunos congresistas reunidos en un hemiciclo o de un estudio de constitucionalistas, va a emanar principalmente del pueblo, de la gente, de sus demandas y necesidades…

Del pueblo representado en el Parlamento…

Es un nuevo acuerdo entre peruanas y peruanos que ojalá se pueda consagrar el 2021, año que vamos a conmemorar nuestra independencia como país, y para eso vamos a trabajar arduamente, promoviendo el diálogo y el debate, probablemente también con algunas fuerzas políticas que están en el Parlamento y han manifestado su interés y su disposición por discutir este tema.

¿Le molesta que le pregunten frecuentemente por Nicolás Maduro?

No, a estas alturas, me lo han preguntado tantas veces, qué le puedo decir.

No le voy a preguntar por él. Le voy a preguntar por Lula Da Silva, ¿por qué la izquierda regional insiste en verlo como un tótem sagrado cuando todavía faltan definirse sus responsabilidades legales en torno de Odebrecht, cuando se sabe que recibía regalos como Alan García, una película, un libro sobre su madre, y además él sugería hacer obras de Odebrecht en algunas zonas de la región -se dice- con interés ideológico?

A ver, yo no adulo a ningún tótem sagrado.

Estuvo en la reunión del Grupo de Puebla en la que hubo una celebración pequeña cuando él salió libre.

Sí. A ver, yo creo que todos, de izquierda y derechas, y también el pueblo brasileño reconoce que, en los sucesivos gobiernos de Lula, miles de familias salieron de la pobreza y obtuvieron salud y educación que antes les era negada. Y entiendo que ese es un legado imborrable, más allá de que va a seguir respondiendo ante la justicia. Y esa es mi posición y la posición institucional del Nuevo Perú.

¿Usted celebró que saliera de prisión?

Tuve sentimientos encontrados, por lo que acabo de mencionar.

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