César Hildebrandt
Me place que Manuel Merino de Lama haya tenido la
torpeza de llamar a los milicos para ver cómo andaba el viento entre quienes manejan los fierros decisivos.
De ese modo quedó al descubierto que la meta era, tal como se dijo en este semanario el 7 de agosto, vacar al presidente más allá de razones y hechos comprobados. Y por eso es que el operativo instrumentado por Edgar Alarcón se vino abajo. El golpismo terminó aporreado, tal como podrá confirmarse en la sesión congresal de hoy.
Nada de lo dicho significa, sin embargo, como pretenden decir algunos sectores, que tengamos un presidente ileso, resurrecto y empoderado. La publicidad estatal puede obrar milagros en las mentes de algunos interesados pero lo que no puede es ocultar la verdad.
Y la verdad es que tenemos un presidente embarrado, alguien que va a cumplir a duras penas su recortado mandato. Vizcarra se ha salvado porque es el zombi menos muerto de esta comedia negra y goyesca.
Bueno, ha pasado esta prueba. Pero eso no quiere decir que en el parlamento de los Luna y los Acuña no lo vayan a intentar otra vez. Hay grabaciones hechas por “Miss Chuchupe” que insinúan vetas de excremento y que Alarcón está dispuesto a explotar a cualquier costo. Y aunque no se descubrieran nuevos yacimientos de oscuridad presidencial, lo escuchado hasta hoy permite perfectamente la acusación de conspiración para delinquir y obstrucción de la justicia.
Nos deshicimos de PPK porque resultó un mafioso de la Pequeña Habana mayamera. Cerramos el Congreso porque fue en la práctica una banda canalla sostenida con fondos del Estado. Y ahora comprobamos que el sustituto de PPK es un hombre taimado capaz de casi todo y que el Congreso de emergencia es tan horrible como el anterior.
¿Qué nos pasa? ¿Por qué caminamos en círculo? ¿Por qué la crisis es el guion del quehacer público?
Bueno, nos pasa que tenemos una democracia que pende de un hilo de baba porque ya no tenemos partidos políticos. De la política huyeron la inteligencia y la meritocracia (lo mismo ha sucedido con buena parte de la prensa, dicho sea de paso) y en sus arenas se instaló el lobismo mercenario, el figuretismo lorna, la idiotez campante. Cuando los partidos dejaron de ser fábricas de liderazgo y usinas de ideas, vinieron los emprendedores. ¿Por qué no un partido que los catapultase al poder, donde se roba a gusto y en medio de discursos solemnes? ¿No es eso mejor que un centro comercial, que un terminal trucho, que una ciudad paralela a punta de invasiones?
En todo caso, estamos donde estamos exclusivamente porque así lo hemos querido.
A mí lo que también me fascina es la hipocresía.
Hay quienes fingen horrorizarse porque Merino intentó sondear a los uniformados y recuerdan al inmaculado Femando Belaunde Terry, tan lejos de los tanques y las proclamas de cuartel.
¿Cómo? ¿Es que no recuerdan que Belaunde Terry promovió abiertamente el golpe militar de 1962 que desconoció el triunfo electoral de Haya de la Torre aduciendo un fraude que jamás se probó?
Belaunde Terry fue golpista y su servicio al veto militar en contra de Haya originó la venganza aprista de la coalición Apra-UNO, un capítulo que terminó con el Apra y desnaturalizó la política parlamentaria. La moderna polarización del país empezó en esos enredos.
¿Ya no recuerdan eso, sublimes demócratas?
Muchos de los inocentes imaginarios de hoy son los herederos directos de quienes empujaron a los militares a intervenir en política cada vez que sus intereses se vieron amenazados.
Cuando el cándido de Billinghurst creyó que podía darle la espalda a la oligarquía, el Congreso, en nombre de esos intereses, lo vacó con el apoyo militante de los cuarteles. Un mariscal de papel como Benavides comenzó así su carrera de “veedor de la democracia”. El asesinato de Sánchez Cerro, a manos de un aprista, lo volvería a encumbrar.
Y cuando el Apra incendiaria amenazó al más que cándido gobierno de José Luis Bustamante y Rivero, los milicos acudieron “en defensa de la patria” y se quedaron ocho años de Sexto y Frontón.
¿O hablamos, mejor, del golpe de Fujimori, respaldado, según Apoyo, por más del 80% de los peruanos y sostenido por las Fuerzas Armadas en modo de putrefacción? ¿No fue de ese zarpazo anticonstitucional que surgieron el neoliberalismo, la pax romana que acalló a los sindicatos, la concentración de poder que alentó la corrupción y consagró los privilegios de los más ricos, la dictadura que compró a la prensa y a la televisión? ¿No vienen los lodazales de hoy de aquella siembra de pantanos? Claro que sí. Lo que pasa es que es mejor no recordar esa historia ahora que todos somos demócratas a carta cabal y constitucionalistas al ciento por ciento.
Que Vizcarra no se confunda. Quienes lo apoyan no ven en él a un estadista que el Congreso truhán quiere tumbarse. Lo que ven es a un hombre débil más chantajeable que nunca y más susceptible que nunca a cualquier periodicazo. Lo defienden porque les es útil para venderle a la gente la mentira más difícil de vender en la actualidad: que tras la pandemia todo debe seguir igual, que el neoliberalismo se presentó después de que ardiera una zarza, que el modelo es intocable y que hay que ser un comunista de mierda para imaginar siquiera que aquí hay desigualdad, inequidad y monopolios repulsivos. De eso se trata, señor presidente. Usted sigue estando en palacio porque se ha comprometido con los que cortan el jamón. Y los que cortan el jamón dicen que usted es un demócrata porque quieren seguir al mando de la cuchipanda. Si así no fuera, el cuchillo especializado que saben usar ya estaría en su espalda acribillada. No se la crea.
Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 507 18/09/2020 p12
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Nada de lo dicho significa, sin embargo, como pretenden decir algunos sectores, que tengamos un presidente ileso, resurrecto y empoderado. La publicidad estatal puede obrar milagros en las mentes de algunos interesados pero lo que no puede es ocultar la verdad.
Y la verdad es que tenemos un presidente embarrado, alguien que va a cumplir a duras penas su recortado mandato. Vizcarra se ha salvado porque es el zombi menos muerto de esta comedia negra y goyesca.
Bueno, ha pasado esta prueba. Pero eso no quiere decir que en el parlamento de los Luna y los Acuña no lo vayan a intentar otra vez. Hay grabaciones hechas por “Miss Chuchupe” que insinúan vetas de excremento y que Alarcón está dispuesto a explotar a cualquier costo. Y aunque no se descubrieran nuevos yacimientos de oscuridad presidencial, lo escuchado hasta hoy permite perfectamente la acusación de conspiración para delinquir y obstrucción de la justicia.
Nos deshicimos de PPK porque resultó un mafioso de la Pequeña Habana mayamera. Cerramos el Congreso porque fue en la práctica una banda canalla sostenida con fondos del Estado. Y ahora comprobamos que el sustituto de PPK es un hombre taimado capaz de casi todo y que el Congreso de emergencia es tan horrible como el anterior.
¿Qué nos pasa? ¿Por qué caminamos en círculo? ¿Por qué la crisis es el guion del quehacer público?
Bueno, nos pasa que tenemos una democracia que pende de un hilo de baba porque ya no tenemos partidos políticos. De la política huyeron la inteligencia y la meritocracia (lo mismo ha sucedido con buena parte de la prensa, dicho sea de paso) y en sus arenas se instaló el lobismo mercenario, el figuretismo lorna, la idiotez campante. Cuando los partidos dejaron de ser fábricas de liderazgo y usinas de ideas, vinieron los emprendedores. ¿Por qué no un partido que los catapultase al poder, donde se roba a gusto y en medio de discursos solemnes? ¿No es eso mejor que un centro comercial, que un terminal trucho, que una ciudad paralela a punta de invasiones?
En todo caso, estamos donde estamos exclusivamente porque así lo hemos querido.
A mí lo que también me fascina es la hipocresía.
Hay quienes fingen horrorizarse porque Merino intentó sondear a los uniformados y recuerdan al inmaculado Femando Belaunde Terry, tan lejos de los tanques y las proclamas de cuartel.
¿Cómo? ¿Es que no recuerdan que Belaunde Terry promovió abiertamente el golpe militar de 1962 que desconoció el triunfo electoral de Haya de la Torre aduciendo un fraude que jamás se probó?
Belaunde Terry fue golpista y su servicio al veto militar en contra de Haya originó la venganza aprista de la coalición Apra-UNO, un capítulo que terminó con el Apra y desnaturalizó la política parlamentaria. La moderna polarización del país empezó en esos enredos.
¿Ya no recuerdan eso, sublimes demócratas?
Muchos de los inocentes imaginarios de hoy son los herederos directos de quienes empujaron a los militares a intervenir en política cada vez que sus intereses se vieron amenazados.
Cuando el cándido de Billinghurst creyó que podía darle la espalda a la oligarquía, el Congreso, en nombre de esos intereses, lo vacó con el apoyo militante de los cuarteles. Un mariscal de papel como Benavides comenzó así su carrera de “veedor de la democracia”. El asesinato de Sánchez Cerro, a manos de un aprista, lo volvería a encumbrar.
Y cuando el Apra incendiaria amenazó al más que cándido gobierno de José Luis Bustamante y Rivero, los milicos acudieron “en defensa de la patria” y se quedaron ocho años de Sexto y Frontón.
¿O hablamos, mejor, del golpe de Fujimori, respaldado, según Apoyo, por más del 80% de los peruanos y sostenido por las Fuerzas Armadas en modo de putrefacción? ¿No fue de ese zarpazo anticonstitucional que surgieron el neoliberalismo, la pax romana que acalló a los sindicatos, la concentración de poder que alentó la corrupción y consagró los privilegios de los más ricos, la dictadura que compró a la prensa y a la televisión? ¿No vienen los lodazales de hoy de aquella siembra de pantanos? Claro que sí. Lo que pasa es que es mejor no recordar esa historia ahora que todos somos demócratas a carta cabal y constitucionalistas al ciento por ciento.
Que Vizcarra no se confunda. Quienes lo apoyan no ven en él a un estadista que el Congreso truhán quiere tumbarse. Lo que ven es a un hombre débil más chantajeable que nunca y más susceptible que nunca a cualquier periodicazo. Lo defienden porque les es útil para venderle a la gente la mentira más difícil de vender en la actualidad: que tras la pandemia todo debe seguir igual, que el neoliberalismo se presentó después de que ardiera una zarza, que el modelo es intocable y que hay que ser un comunista de mierda para imaginar siquiera que aquí hay desigualdad, inequidad y monopolios repulsivos. De eso se trata, señor presidente. Usted sigue estando en palacio porque se ha comprometido con los que cortan el jamón. Y los que cortan el jamón dicen que usted es un demócrata porque quieren seguir al mando de la cuchipanda. Si así no fuera, el cuchillo especializado que saben usar ya estaría en su espalda acribillada. No se la crea.
Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 507 18/09/2020 p12
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