26 de septiembre de 2021

Perú: Violencia política la tuya

Juan Manuel Robles

Mientras la derecha insiste en que el gobierno está lleno de terroristas —vamos, que Sendero Luminoso tomó finalmente el poder—, hay sueltos en plaza unos desadaptados que, hoy mismo, se ponen cada vez más violentos. Y no, no son de izquierda. Mientras la televisión y el centro-corrido habla de la supuesta “filiación senderista” de funcionarios cuyo mayor nexo con el terrorismo es algún atestado policial de hace cuarenta años —por lo demás, nunca han emprendido ninguna empresa sediciosa, ni han cometido delitos de sangre o han estado involucrados en rebeliones de ningún tipo—, hay grupos de extremistas activos en este mismo instante: se ponen belicosos y declaran a la prensa que están dispuestos a cualquier cosa por tumbarse al gobierno del “comunismo”. Mientras la prensa hegemónica exige que Castillo se pronuncie sobre un cadáver —semanas antes habían insinuado que Abimael Guzmán, moribundo y desganado, era el artífice de las modificaciones carcelarias en la base Naval del Callao: después de Montesinos, vendría él—; mientras eso pasa, digo, la violencia política —la actual— crece y a nadie parece importarle.  

Mientras en la televisión algunos políticos oportunistas dicen que Abimael murió pero sus ideas siguen vivas —en veinte años no ha habido un coche bomba ni la ejecución sumaria de autoridad alguna, pero bueno, ya sabemos que el cuco viene con segunda—, un militante de un grupo activo de extrema derecha dice que tienen en sus filas gente que porta armas legalmente, con licencia Sucamec (¿se acuerdan cómo saltaron cuando Humala quiso prohibir la tenencia de ciertas pistolas a los civiles?) y que todavía no deciden bien las acciones a tomar en el futuro. Ellos se arman solo porque quieren defenderse, han dicho. Me recuerdan a esos forajidos que decían que ellos solo respondían, que la violencia inicial (estructural) venía del Estado.

Ya he dicho aquí que la preocupación por Sendero Luminoso es muchas veces una mentira y una farsa. Una manera de control ideológico que no tiene nada que ver con los peruanos que repudiamos a Sendero por su cobardía homicida, su abuso de poder, su “astucia” para tirar bombas y salir corriendo. Desprecio un poco a esa gente que, en vez de sentir congoja por los asesinados, usa a Sendero Luminoso para rellenar sus libelos antizquierdistas con columnas bobas en las que sostienen que Sendero es el lugar “adonde conducen esas ideas”: esas ideas de izquierda, se entiende; hablan como quien describe una fase avanzada de un cuadro psiquiátrico. El socialismo te termina llevando a ser Abimael, dicen —o casi—, cúrate o muere preso. Han pasado casi cuarenta años desde que Alfonso Barrantes rechazó cualquier posibilidad de diálogo con Sendero porque “en nombre del socialismo no se puede matar ni cometer actos de esa naturaleza”, pero no importa. Todos al mismo saco, y por eso en una supuesta manifestación contra el terrorismo terminan arengando contra la zurda. ¡Abajo Sendero! ¡Abajo la Asamblea Constituyente!

Han creado un sancochado alucinante. Castillo viaja a México y se junta con Maduro. ¡Ajá! Se junta con un socialista extremo y eso tiene sentido porque su gobierno está lleno de terroristas, que no son otra cosa que socialistas extremos. ¡Todo encaja!

Ni en el momento de mayor auge de Hugo Chávez a un comentarista de derecha se le hubiera ocurrido emparentar al chavismo con Sendero Luminoso (bueno, tal vez a Aldo). Y no se les hubiera ocurrido porque no tienen nada que ver. Ni el gobierno irresponsable de Chávez ni el gobierno exitoso de Evo Morales toman los programas o ideas del profesor Abimael Guzmán. Los movimientos progresistas de América Latina usan —y según podría decirse, abusan— de las urnas. Sendero las quemaba.

Es patético tener que explicar esta obviedad. Pero allí está la derecha y el centro chueco: todos los días te vende el combo de los socialistas comunistas chavistas senderistas como una misma cosa: el gran conglomerado que tomó Palacio.

Por supuesto, involucrar a Sendero Luminoso tiene sus ventajas. Si eres del gobierno, te vuelve criminalizable. Si eres simpatizante de Perú Libre, estás siempre al borde de la apología del terrorismo. Así, con ayuda de medios que repiten la idea fuerza, se crea el caldo de cultivo para la “acción necesaria” contra el “senderismo”.

La “acción necesaria” va sumando frentes. La extrema derecha se pone agresiva. Grita “fuera Castillo”, habla de sacar a los comunistas y eliminar a los senderistas del gabinete (sic). Agreden a personalidades sin razón; los insultan, procuran desmoralizarlos.

No es algo menor esta violencia que escala. Este país incubó a Sendero Luminoso cuando ya existían el ETA e IRA, y los peruanos los superaron en bestialidad en pocos años. Pusieron al Perú en el mapa universal más infame (el de la violencia subversiva sanguinaria: ningún ranking del terrorismo mundial del siglo XX podría excluir a Sendero). Guzmán nunca fue un hombre con temple para la inmolación y el sacrificio del cuerpo. Fue un criminal con determinación e ideas fijas. Bastó. Nos dejó un trauma tal que por más de diez días no podemos deshacernos de su cadáver.

Nos dejó —debería habernos dejado— la certeza de que mentes peruanas pueden sincronizarse como un reloj para el horror, y que la compasión es un límite que se rompe con facilidad. Sucedió en el Perú. Ideas demasiado fijas. Acción.

Hace unos diez años, Noruega supo de la existencia de un joven llamado Anders Behring. Se había declarado en guerra contra el marxismo cultural y sus manifestaciones. Hacía grafitis contra los inmigrantes. Grabó un video en que sostenía un fusil automático: llevaba un brazalete que decía “Cazador de marxistas”. Se agenció de una Glock 34, un rifle y de nitrato de amonio obtenido comprando fertilizantes (para preparar anfo). El 22 de julio del 2011 hizo estallar un coche bomba que mató a ocho personas. Luego disparó y mató a otras 69. Repartió un manifiesto de cientos de páginas. Hay una serie en Netflix.

Después de Behring, se han multiplicado los ataques terroristas de conservadores, al punto que hoy en día, según Índice Global de Terrorismo, son las acciones de la ultraderecha, no el radicalismo de izquierda, la principal amenaza terrorista del mundo. Son hombres fanatizados que pasan de la altanería de un video de Youtube a las acciones de sangre. También el Comité de Antiterrorismo de la ONU ha alertado sobre el repunte de estas acciones extremistas.

Al saberlo, uno recuerda por qué es tan nauseabundo ver a los señorones del fujimorismo y afines usando el rechazo al terrorismo para su discurso antizquierdista. Porque no ven —no quieren ver— que la violencia es consecuencia de un discurso de odio sumado a un llamado “urgente” a la acción, y que en este momento ellos son los incitadores. En estos tiempos, si hemos sabido de conspiraciones para conseguir dinero y tumbarse al presidente no han sido de la izquierda (lo de la mamá de Bayly es inquietante). Behring demostró que las ideas son lo más importante, más que el entrenamiento: él, de hecho, aprendió a disparar jugando Call of Duty. Digo: el paso del discurso a la acción puede darse en un parpadeo (y hablando de pistolas, dense una vuelta por la página de la Asociación de Propietarios de Armas de Fuego: antizquierdismo a raudales, cameo de Rafael Rey, discursos contra el “desarme” de la sociedad civil). Perturba que los derechistas que atizan el fuego parezcan no saber algo que aprendimos durante el conflicto: que la rabia armada no solo golpea a tus enemigos.

Es tiempo de que la Dircote le preste atención al otro lado. Si no, les volverán a decir “cazafantasmas”.


Fuente: HILDEBRANDT EN SUS TRECE N°558, del 24/09/2021   p14

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