14 de abril de 2024

Perú: LAS CARENCIAS Y LAS QUERENCIAS

Natalia Sobrevilla

Dos mujeres sabias nos dan un consejo para la incertidumbre

El pasado martes 9 de abril tuve el honor de moderar en representación de esta plataforma nuestra acostumbrada conversación de cada segundo martes del mes en Casa Rebara, esta vez con dos connotadas psicoanalistas: Maria Luisa Silva Checa y Olga Montero Rose. La excusa fue solicitarles un poco de ayuda para cuidar la mente en estos tiempos dementes: ¿cómo mantener el balance en este contexto de atrincheramientos ideológicos y de vertiginosos cambios tecnológicos?

En el Perú la situación se hace aún más compleja, pues día a día vemos cómo nuestras autoridades abusan de nuestra confianza y nos mienten de la manera más descarada. Recapitulemos, sino, los últimos hechos, un poco por desahogo, y otro poco para entender la urgencia de nuestro conversatorio. Veamos. La presidenta Boluarte considera que para representar al Perú debe llenarse de relojes caros y de pulseras de brillantes. Mientras tanto, en Alemania se investigó el reloj de la ministra de Relaciones Exteriores, que también llamó la atención de la prensa. Después se supo que era un Casio que la señora había tenido durante años y que no costaba más de veinte euros. ¿Por qué a ella le parecía normal estrechar la mano de los gobernantes del mundo con un reloj sencillo, mientras que a la señora Boluarte le resulta necesario adornar sus muñecas con costosos artefactos?

Quizás tenga que ver con que los peruanos y peruanas no nos sentimos parte de una sociedad que cuida de nosotros. Ese dicho de que “cada uno baila con su propio pañuelo” se demuestra con mayor claridad con nuestro sistema de pensiones. Los debates de esta última semana dejan en completa evidencia que el sistema de AFP que se introdujo hace treinta años como una de las más firmes promesas del liberalismo ha devenido en poco más que un engaño: no solamente son muy pocos los peruanos que son parte del sistema formal y por ende tienen la posibilidad de acceder a una AFP, sino que son aún menos los que cotizan lo suficiente para vivir de sus aportes cuando llegue el momento de retirarse.

Esta incertidumbre fue el eje de la conversación con nuestras invitadas del martes. Luego de una pandemia que nos golpeó a todos, una vez más nos queda claro —y eso será más evidente para los ancianos que tengan una pensión exigua— que son las redes de afecto las encargadas de sostenernos en los momentos difíciles. En pocas palabras: Maria Luisa y Olga nos recordaron sabiamente que es crucial cuidar de nosotros mismos, así como cuidarnos entre nosotros.

Esta recomendación resonó en mí especialmente porque elegí estar en Lima en estos días para celebrar la vida junto a mi familia: se casa una joven sobrina mía y celebraremos el hermoso rito de pasaje de encontrar a alguien para construir una vida en común. Además, el lunes mi padre celebrará sus 90 años, así que estaremos en modo patronal todo el fin de semana, honrando nuestra antigua tradición de festejarlo con cariño. A ello se suma el tiempo pasado con amigos, gente querida con la que he ido acumulando querencias a lo largo de los años en ambos lados del Atlántico. (Pienso especialmente en mi amiga Ale, integrante de mi familia escogida, que viene cerrando un ciclo particularmente difícil y que fue superado gracias al amor de su familia de sangre y de cariño).

Para sobrellevar esta vida incierta es necesario formar vínculos que nos sostengan y nos ayuden tanto en lo práctico como en lo afectivo. En sociedades con tantas carencias como la nuestra son estas querencias las que nos hacen posible seguir afrontando el gran reto que significa vivir. Son estas personas con las que podemos estar unidos —ya sea por sangre o por cariño, de toda la vida o de hace poco— las que nos deben acompañar para celebrar la vida y enfrentar la muerte.

Podrá parecer obvio, pero es fácil perder el sentido común cuando antes hemos perdido la brújula.


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