18 de julio de 2024

Perú: Bandada de buitres

Carlos León Moya

Hace seis años, el pedido de prisión preventiva a Keiko Fujimori concitó un interés tan grande que los televisores de los chifas y menús ponían JusticiaTV para ver las audiencias. Era un país diferente. Los peces gordos aún no caían y parecía que el Perú podía tener, por fin, una necesaria fumigación política. Keiko Fujimori era, además, la mujer más poderosa del país, casi tanto como el presidente. Manejaba el congreso de la república y a inicios de ese año había forzado la renuncia del presidente anterior.

Hoy, seis años después, el Perú es distinto y se deterioró no solo la esperanza, sino también la atención. El inicio del juicio Cocteles contra Keiko Fujimori luce frío, monótono, abrumador. La atención inicial se disipó con rapidez. No hay JusticiaTV en los chifas. Encima compite con la Eurocopa. Aunque estamos en la era del streaming, la cantidad de vistas en línea que tienen las audiencias es más bien pobre.

Y eso me interesa ahora: cómo puede ser percibido este juicio por los espectadores, que son también los electores. Percibido políticamente, no jurídicamente. Dejo de lado las razones legales sobre la validez o no del juicio, o si encajan los tipos penales o si el procedimiento es ineficiente e inacabable. Estas pueden ser válidas, pero, primero, me interesa más el lado político, y segundo, este argumento será repetido también por quienes quieren ayudar a Keiko Fujimori. Un ejemplo ocurrió en Canal N hace unos días. Diana Seminario entrevistó a José Ugaz y le preguntó, como abogado imparcial, su opinión sobre el juicio. Ugaz le dijo que la manera en que la fiscalía abordaba el caso le parecía torpe e inadecuada, mientras Seminario miraba con éxtasis sodálite. Pero Ugaz, con mucha nobleza, le recalcó que él no era imparcial: había sido abogado de Dionisio Romero Paoletti, implicado en el juicio. Por supuesto, Seminario seguía con su éxtasis sodálite. Ella solo quería una declaración que criticase a la Fiscalía, no buscaba una opinión independiente. Ni que hiciese periodismo.

Vamos al lado político del asunto, entonces.

Así el juicio se pierda en la nada y derive en audiencias que nadie atienda, sí aporta un punto interesante: la narración de hechos. Dar a conocer lo que ocurrió en el 2011 y el 2016, y cómo funcionó, en la práctica, la relación entre política, dinero, canales de televisión y, quizá, hasta economías ilegales.

Hablemos solo de los canales. ¿Cómo pudieron ser tan conchudos? Según la tesis de José Domingo Pérez, la campaña de Keiko Fujimori entregó a Latina Televisión 230 mil dólares y a RPP 270 mil dólares para publicidad, e hicieron el pago… en efectivo. Por supuesto, si te pagan un cuarto de millón de dólares en efectivo, y no a través del sistema bancario, es que algo ilícito hay detrás. Y los canales lo sabían.

Es más, según Pérez, Latina autopitufeó el dinero que Fujimori le entregó. En agosto y setiembre del 2011, los fue sumando a sus cuentas oficiales a través de recibos de caja, de 5 mil dólares en 5 mil dólares, y luego los depositaban en el banco. Gran servicio: para qué pitufear, si tu canal amigo lo puede hacer por ti.

Puede que esto no sea un delito. Puede que nadie vaya preso. Pero saber este tipo de cosas puede tener un efecto político. ¿Qué tan grande? No lo sé. Quizá sea chico. Pero hablo por mí: a mí como ciudadano me parece necesario saber estas cosas. Puede que un problema sea que la fiscalía, en lugar de una acusación sólida, haya hecho un gran reportaje, un gran libro de no ficción sobre cómo funcionaron realmente las cosas, y lo da a conocer a través de las audiencias. En todo caso, conocerlo no está mal. Está muy bien, salvo para los acusados.

Por supuesto, los acusados –los que no quieren que se sepa nada– van a asumirse perseguidos, aunque hasta ahora no sabemos de qué. Por ejemplo, Ricardo Briceño, expresidente de la CONFIEP, gritó ante “El Comercio” que José Domingo Pérez “no lo iba a matar”, como habría “matado” a Alan García, y que detrás de todo esto estaría Gustavo Gorriti. Pobre Briceño, perseguido por nuestra peligrosa Gestapo, maltratado en el gueto de Varsovia, el serenazgo de San Isidro no lo saluda en las mañanas. Ricardo Briceño, ohs de ayes, es casi una víctima de la masacre de Juliaca. Pero así es el Perú: unos son perseguidos, y otros sueñan con serlo.

Pero más allá de esos llantos ridículos, sí hay una baja atención general en el juicio a Keiko Fujimori. Me animo por dos hipótesis que están entrelazadas.

Una es la pérdida de esperanza en general. En el 2018, la prisión a Keiko Fujimori le daba, al menos a la mitad del país, casi una esperanza en el futuro. Como si se eliminase a nuestro principal obstáculo. ¿Pero ahora? Imaginemos que Keiko Fujimori se va presa. ¿Pero cuándo? Imaginemos que mañana. ¿Pero y? Si el resto, como el dinosaurio, todavía está allí.

Y otra justamente es esa: ahora el enemigo es difuso. Mejor dicho, son tantos enemigos –¡tantos!– que uno menos no cambia mucho. En el 2018, Keiko Fujimori era quien manejaba el congreso. Había eliminado al gobierno anterior. Ya acosaba al nuevo gobierno. Era vista como una obstruccionista de mala entraña. En los focus groups la llamaban buitre. Era el buitre del país. Encerrarla era un acto de higiene.

¿Pero ahora? Keiko Fujimori se ha convertido en una más de la gigante bandada de buitres que destrozan las carnes muertas del Estado, le muerden los huesitos, se llevan su tajada. ¿Maneja el congreso? Sí, pero una parte. El congreso ya no es equivalente a Keiko. Ya ni siquiera es la peruana más aborrecida: le ganó Dina Boluarte. Pobre Keiko, hasta en rechazo consigue solo el segundo puesto.

En el 2018, la pregunta era sencilla. ¿Meter presa a Keiko Fujimori? Sí, claro.

En el 2024, es más compleja. ¿Meter presa a Keiko Fujimori? ¿De nuevo? Ya. ¿Pero Dina? ¿Sigue libre? Ya. ¿Y el congreso, sigue ahí? ¿Y el resto, como si nada? ¿Y entonces, no me va a salvar el Poder Judicial?

Porque el 2018 también era eso. La Fiscalía y el Poder Judicial “te libraban” de la corrupción de los líderes políticos, y te evitaban el riesgo en las urnas. Hacían lo que tú como ciudadano no pudiste hacer. Ahora ya no. La Fiscalía y el Poder Judicial apenas pueden atacar a un buitre a la vez, mientras las elecciones del 2026 están ahí al lado, con la carne fresca.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 694 año 14, del 12/07/2024

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