30 de agosto de 2024

Ahora le tocó a Telegram

Daniel Espinosa

La censura sigue a toda marcha en Occidente, donde los medios de información que no puedan ser controlados serán silenciados. El último sábado 24 de agosto el dueño de la aplicación de mensajería Telegram –el ruso nacionalizado francés Pavel Dúrov (39)– fue arrestado por la policía francesa tras aterrizar en París. Se le acusa de no colaborar con la moderación de ciertos contenidos y la supresión de ciertas actividades en su plataforma digital, de las cuales sería “cómplice”.

En realidad, a Telegram se le está persiguiendo por ser la firma tecnológica que menos coopera con los gobiernos occidentales en sus intentos de controlar la información. TikTok –otra de las plataformas digitales perseguidas– suele cooperar un poco más, aunque no lo suficiente.

Un poco de contexto: en abril de 2018, las políticas de privacidad y protección de datos de Telegram llevaron al gobierno ruso a tomar medidas para restringir el acceso a la plataforma, que hoy cuenta con casi mil millones de usuarios a nivel global. Dúrov, instalado en Dubái, se rehusó a acatar una norma legal que hubiera obligado a su plataforma de mensajería a entregar las contraseñas de sus sistemas de encriptación de mensajes cada vez que el Servicio de Seguridad Federal ruso lo solicitara.

Dúrov dijo que las demandas de esta agencia –sucesora de la KGB soviética– eran técnicamente inviables y, además, violaban los derechos de los rusos a la privacidad de sus comunicaciones.

El asunto es que al CEO de Telegram no le ha ido mejor en el alguna vez democrático y liberal Occidente. Aquí debemos mencionar que la libertad de expresión no es un derecho absoluto. Sin embargo, nuestra posición es que la censura que avanza sobre Occidente no tiene otra intención que proteger el decadente sistema político-económico imperante de cualquier forma sustantiva de disidencia. El genocidio en Gaza no ha hecho más que acelerar el proceso.

A principios de este año, el gobierno de EE. UU. fue tras TikTok, la red social usada por 170 millones solo en ese país. Como reporté en esta columna el pasado 22 de marzo, detrás de las demandas de censura contra esta plataforma desobediente estaba, entre otros poderosos intereses, el régimen israelí de Benjamín Netanyahu. Como informó “The Economist” también en marzo, la iniciativa del Legislativo estadounidense para obligar a los dueños chinos de TikTok a vender su plataforma a intereses occidentales “ganó impulso en parte como consecuencia de la preocupación ocasionada por cómo maneja la desinformación y el contenido antisemita luego del ataque de Hamás contra Israel de octubre”.

Resulta indispensable traducir la terminología usada por la propaganda: “desinformación” no significa información falsa o engañosa, sino inconveniente. Por su parte, “contenido antisemita” hace referencia, en este caso, a toda crítica o denuncia contra el régimen sionista.

Encontramos varias claves para entender el reciente arresto de Pavel Dúrov en un reciente artículo de “Haaretz” (21/08/24), uno de los diarios más importantes de Israel. Ahí se informa sobre el hackeo de información confidencial del Ministerio de Justicia israelí y su posterior publicación en canales de Telegram. El artículo señala cómo, “a pesar de la masiva inversión en medidas defensivas de ciberseguridad, la escala de las filtraciones parece ser la más severa en la historia de Israel...”.

Cuando esta información sensible es filtrada al público a través de distintas plataformas digitales, las autoridades israelíes envían solicitudes a los gigantes tecnológicos para que las retiren de circulación. Como explica “Haaretz”: “Recientemente, varias cuentas fueron dadas de baja por Telegram luego de publicar material hackeado”. Entonces, no es que Telegram no coopere, sino que no es tan dada a cooperar como Google, Microsoft, Amazon o Meta, dueño de Facebook, Instagram y WhatsApp.

Estas cifras (tomadas del mismo artículo de “Haaretz”) nos permiten observar mejor las diferencias: “De acuerdo con números oficiales de Israel, su Ministerio de Justicia ha enviado a Facebook 40,000 solicitudes exitosas para dar de baja ‘contenido ilegal’... Incluso TikTok ha dado de baja 20,000 publicaciones denunciadas por Israel. En Telegram el número solo llega a poco más de 1,300”.

Según “Haaretz”, Telegram es considerada “hostil a requerimientos gubernamentales... (y) ha probado ser un enorme desafío desde el inicio de la guerra... Mientras otras plataformas han hecho una cuantiosa inversión en moderadores, permitiendo que gente y organizaciones ayuden a monitorear el contenido... Telegram no lo ha hecho... (la aplicación) emergió como la plataforma más importante a través de la cual Hamás hace guerra informativa”.

En cambio, la “guerra informativa” israelí se conduce a través de la gran prensa y las instituciones del establishment, que jamás le llamarán “terrorismo” a las continuas masacres de civiles inocentes en la Franja, ni siquiera cuando los francotiradores israelíes disparan directamente contra niños palestinos (“The Guardian”, 02/04/24) o acaban con familias enteras arrojando bombas sobre sus casas (“Associated Press”, 16/06/24). Este doble estándar es el rasgo que define a la prensa tradicional.

Más importante aún: Telegram es uno de los pocos medios de comunicación a través de los cuales el mundo está observando los crímenes de lesa humanidad israelíes.

Como mencionamos, “Haaretz” explica que las otras plataformas permiten un mayor monitoreo. Lo que no dice el medio israelí es que, tal como reveló Edward Snowden en 2013, estas plataformas trabajan en íntima colaboración con el complejo militar-industrial comandado por EE. UU., permitiéndole a sus agencias de espionaje y vigilancia el acceso directo a la información de sus usuarios a través de puertas traseras o “backdoors”.

En su momento, lo revelado por Snowden –ahora exiliado en Rusia– fue aireado por todos los medios de prensa de Occidente (no les quedó otra). Sin embargo, desde entonces, toda referencia al programa “PRISM” de la National Security Agency estadounidense parece haber sido borrada del récord y no entra en la narrativa cuando se trata de explicar el reciente arresto de Dúrov y otros temas relacionados.

El pecado de Telegram es no formar parte de este tinglado de firmas tecnológicas privadas que le deben su prominencia y éxito comercial, en buena parte, a su subordinación al gobierno más poderoso del mundo, que lo premia con toda clase de favores.

El arresto de Dúrov es otro paso hacia un Occidente oligárquico, sin libertad de prensa e información, tal como en su momento lo fue la persecución de Julian Assange y WikiLeaks.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 698 año 14, del 30/08/2024

https://www.hildebrandtensustrece.com/

No hay comentarios: