30 de agosto de 2024

Perú: Depender de una rata

César Hildebrandt

Es peligroso salir de vacaciones. Puede uno volverse loco.

Porque, al regresar, todo está allí, impertérritamente: el dinosaurio, la presidenta idiota, el ministro especialmente turbio, el TC de los magistrados al peso, el congreso del crimen organizado, el herpes del fujimorismo, la prensa que anda de puntillas y farfulla solemnidades.

Es como si uno no se hubiese ido, como si todo hubiera sido una ilusión, como si despertáramos al día siguiente del mismo aburrimiento en el país inmóvil de las repeticiones.

Jorge Bruce aludía hace poco a aquella película que clonaba, hasta la exasperación, los días de una marmota reincidente.

Pues eso es. En el Perú, a falta de marmotas, una rata se asoma a la ventana de un solar polvoriento y profetiza: vivirás el mismo día.

Y en eso estamos. Siempre en el vestíbulo de la fábula, en el porche de las realizaciones, a las vísperas de las hazañas: un cuasi país de pasmados ciudadanos.  

¿Cuándo se jodió Zavalita?

Cuando se resignó, cuando normalizó lo inaceptable, cuando asumió la gran mentira de una historia contada por el patriotismo más infantil.

Un país que vende cerros y comidas y que, entre otros deméritos, ha depravado la educación pública universitaria no debería pensar en un futuro colosal. Y sin embargo, seguimos diciendo que el destino es nuestro y que derrotaremos a Goliat. “Los comentarios reales” son nuestra Torá.

La derecha nos hizo creer siempre que seríamos grandes obedeciendo. La izquierda propuso que la tortilla se volteara y que una dictadura inversa era la solución. El resultado siempre fue el mismo: cadáveres, resentimiento, frustración.

De la extrema incultura salen extremismos. De la educación pueden emanar centrismos más justos, soluciones más complejas, equidistancias sabias y quizá exitosas.

Del capitalismo salvaje nació Marx y del zarismo antisocial surgió Lenin. Si la burguesía de la revolución industrial no hubiese hecho de la codicia una diosa, habría sido Karl Kautsky, un socialdemócrata, el líder mundial de las izquierdas. Nos habríamos ahorrado millones de muertos y décadas de un experimento social que terminó desprestigiando la insumisión.

La actual polarización política del Perú nace de la pobreza de nuestra agenda, de la miseria de nuestra vida académica, de la indigencia de nuestros debates, de la fuga de nuestra inteligencia. Los argumentos que se leen o escuchan son banales y ad hominem porque las ideas parecen proscritas en la barbarie que hemos ido construyendo.

Sin partidos políticos, sin líderes, prescindiendo de visiones del mundo y de propuestas nacionales que merezcan ese título, el Perú se ha entregado a una mafia. Un puñado de delincuentes gobierna el país mientras el narcotráfico, la devastación forestal y la minería ilegal crecen a la sombra de este régimen repugnante.

No ha habido un golpe de estado formal ni se ha requerido de tanques o proclamas. Lo que se ha producido es que bandas de okupas han entrado al congreso y al palacio de la plaza de armas y han cambiado destino y cerraduras. Son ellos los que dictan las reglas y los que nos han convertido en este simulacro de país.

¿Hasta cuándo? Hasta que lo sigamos permitiendo. Dependemos de una rata asomada a la ventana de un solar polvoriento.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 698 año 14, del 30/08/2024

https://www.hildebrandtensustrece.com/

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