7 de septiembre de 2024

Perú: Salario mínimo

Pedro Francke

Es con nuestro sueldo o salario que los trabajadores salimos a comprar, y por lo tanto, si ganamos menos, nos veremos obligados a comprar menos. Esto parece una verdad de Perogrullo. Pero es lo que no pueden ver los empresarios y ocultan los economistas neoliberales cuando se propone defender los salarios reales de los trabajadores.

Lo hemos visto en la discusión reciente sobre la posibilidad de un aumento en el salario mínimo, que hace un año Dina Boluarte prometió e incumplió y que ahora ha vuelto a prometer. Abierta la discusión, han salido los grandes empresarios a criticar la medida. Desde su cálculo de ingresos y gastos propios, un aumento de salarios incrementa sus costos y reduce sus ganancias. Pero esa es una mirada muy estrecha. Es un análisis incompleto, porque no ve el otro efecto de un aumento general de los salarios: si los trabajadores tuvieran más dinero en sus bolsillos, gastarían más y esos gastos irían precisamente a comprar los productos que venden las empresas. Cuando sucede lo contrario, la relación es la misma: si a los trabajadores se les quita parte de su salario, comprarán menos y eso va a hacer que las empresas puedan vender menos.

De hecho, eso es precisamente lo que ha sucedido en el Perú en los últimos años tras la pandemia del covid: el mercado de trabajo ya estaba disminuido y el 2022 vino una fuerte inflación que golpeó los salarios reales de los trabajadores. Como su sueldo en soles era el mismo pero los precios subieron, tuvieron que ajustarse los cinturones y reducir sus compras. Eso tuvo como efecto una caída generalizada de la demanda y vino la recesión que conocemos. A la fecha, los salarios reales no se han recuperado y la industria nacional tampoco. El ingreso promedio de los trabajadores formales en el primer semestre de este año fue aun 5 por ciento menor al de 2022. Si sumamos toda esa cantidad, estamos hablando de 5,600 millones de soles menos que han percibido –y gastado– los trabajadores peruanos en ese periodo. Esa es la razón principal por la que la manufactura nacional dedicada al mercado interno, llamada no primaria, produjo 8 por ciento menos que hace dos años. La pregonada recuperación de este año aún no produce ni un ápice de mejora de producción en ese sector clave. Y por supuesto, a menor producción, menor empleo: nadie contrata trabajadores si no va a poder vender lo que produce.

En la agroexportación la situación es peor. A pesar de que tras fuertes protestas en enero del 2021 se dieron algunas medidas en favor de los trabajadores de este sector, los grandes agroexportadores ya le sacaron la vuelta a la ley mediante los contratos temporales de corto plazo y han reducido lo que les pagan a sus trabajadores. Un reciente y bien fundamentado estudio de Eduardo Zegarra, el mejor economista agrario del Perú, calcula que “si se compara el valor medio de la remuneración nominal en 2023 con el de 2019, hay un deterioro de 14% y de 29% en términos reales (ajustando por inflación)”. Estos tremendos abusivos les han quitado casi un tercio de su salario a los trabajadores, repitiendo el régimen oligárquico pre-Velasco y con el respaldo de este gobierno, claro está.

SUELDO MÍNIMO

El salario mínimo, la llamada ‘remuneración mínima vital’, es parte de esta ecuación. No se ha reajustado desde febrero del 2022 a pesar de la fuerte inflación. Siguen siendo 1,025 soles, pero ese dinero no puede comprar lo mismo que hace dos años, sólo consigue lo que hace dos años se podía adquirir con 925 soles. Y hace dos años el aumento del salario mínimo no fue grande, debió ser mayor: hasta PPK, el íntimo de las transnacionales, lo había subido más en términos reales. El resultado es que los trabajadores compran menos de todo, incluso alimentos, como se vio en las cifras de pobreza que el gobierno de Dina trató de ocultar y en el reciente informe de la FAO sobre la inseguridad alimentaria. Pero la otra cara de la medalla es que la industria alimentaria en Perú tuvo que producir 8 por ciento menos que antes, porque no vende lo que vendía antes. Peor les ha ido a los confeccionistas, que han reducido su producción en 15%, y a los productores de calzado, que hoy sacan 13% menos: ellos no sólo enfrentan un mercado interno reducido sino también la desleal competencia de importaciones asiáticas.

El hecho de que los sueldos pagados mensualmente mueven la economía interna es algo que vemos continuamente. Lo vemos todos los fines de mes, cuando sabemos que las tiendas estarán más llenas, igual que los restaurantes y cines. Lo vemos también todas las fiestas patrias y navidades, cuando el pago de las gratificaciones produce el mismo efecto pero en mayor escala. Otra comprobación la tenemos cuando se permitieron retiros de CTS y AFP en la pandemia, y que se va a repetir este año aunque ya los fondos de CTS están bastante agotados para una mayoría de trabajadores necesitados (de modo que el efecto va a ser menor).

Una pregunta queda: ¿si los empresarios de manera individual no consideran a los salarios como parte de la demanda que sostendrá sus ventas, no debieran sus agrupaciones gremiales tener una mirada un poco más integral? ¿Por qué la industria no primaria sigue recesada y a la Confiep eso no le importa? El problema es que los sectores empresariales más poderosos en el Perú son los que exportan nuestras materias primas. Para las transnacionales mineras, el salario de los peruanos no les aumenta la demanda, ellos venden en el exterior. Los salarios son, para ellos, puro costo. Para los agroexportadores peruanos, pasa igual: venden afuera, así que mientras menos les paguen a sus trabajadores más ganancias tienen ellos. Junto a los bancos, ellos controlan la CONFIEP y el bloque empresarial en el Perú.

Es ese bloque de poder, con ayuda de congresistas comprados, profesionales dedicados a defender sus intereses y medios de prensa propios o en los que ponen avisaje, el que se opone a cualquier aumento del salario mínimo o medida para defender los ingresos de los trabajadores. En este gobierno ellos son el verdadero poder bajo el trono, con Keiko y Acuña como sus representantes y con Dina bien sometida y cantando “el gato ron-ron”. ¿Aumentará este gobierno el salario mínimo como ha prometido ya dos veces la presidenta? Se argumentará en los pasillos de un ministerio que alguna vez fue de “trabajo” que no se llegó a un consenso entre empresarios y trabajadores, o que solo se puede dar un aumento diminuto. Mucho menos posibilidades hay de que se dé un paso en recuperar algo de justicia limitando esos contratos temporales y ‘services’ para que derechos laborales esenciales a la sindicalización y negociación colectiva puedan hacerse efectivos, y los salarios y condiciones de trabajo de los trabajadores mejoren apoyando así la democracia. Terminar con esta dictadura es un paso indispensable para abrir mejores oportunidades a los trabajadores y la industria nacional.

Fuente: Hildebrandt en sus trece, Ed 699 año 14, del 06/09/2024

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