5 de mayo de 2008

Una España, varias Bolivias

César Hildebrandt

Para la Caverna, está muy bien que Bolivia se desmembre. Está muy mal que Puno, que es tan gemelo de Bolivia, hable de federalismo.

Está muy mal, para la Caverna, que Evo Morales ("indio maldito" según algunas paredes cruceñas pintadas por el odio camba), esgrima el veredicto de los jueces y del ente electoral para inhabilitar el referéndum separatista. Pero está muy bien, para la Caverna, que el referéndum de los fonavistas no se cumpla en el Perú, a pesar del fallo del Tribunal Constitucional. Porque una cosa es la ley y otra cosa es la ley –según convenga–.

La Caverna peruana –filial de la casa matriz de Fernando VII– quiere a Evo Morales linchado como aquel alcalde de Ilave.

La Caverna boliviana, aceitada con el dinero de la CIA, atizada por el ustachi Branko Mirankovic –ustachi: colaborador de los nazis durante la ocupación alemana en la II guerra mundial–, el gorila Rubén Costas, el prefecto que llamó al referéndum, y los medios de comunicación alineados con la balcanización del país –entre ellos la cadena de TV que responde a los intereses cada vez más consevadores del grupo Prisa español–.

"Morales desconoce victoria de los autonomistas", titula la agencia norteamericana Associated Press. ¿Cómo que desconoce? ¿No era que la consulta era declaradamente ilegal porque rompe con la Constitución unitarista –la vigente y la nueva, esta última que no ha podido ser aprobada por el sabotaje de las fuerzas conservadoras–?

"The Miami Herald" prefería el siguiente titular: "En Bolivia van las urnas contra Morales". Ir contra Morales no es lo importante. Lo importante es ir en contra de Chávez y lo que, a pesar de sus chirriantes defectos, representa (la resistencia más ruidosa en contra del plan norteamericano de militarizar de nuevo, si se hace necesario, la subregión andina).

"Ha nacido una nueva Bolivia", decía, entusiasmado, el prefecto Costas. "Nosotros también queremos otro país, no este país de mendigos", decía a la agencia Reuters un poblador de Plan 3000, una barriada inmensa surgida de la migración interna en Santa Cruz.

"Hemos parado la cubanización de Bolivia", dijo Branko Marinkovic, dueño de extensas plantaciones aceiteras. Y a continuación se refirió a la ayuda venezolana que recibe Morales para algunos de sus proyectos de asistencia social. Si Chávez supiera cuánto daño le ha hecho a Morales haciendo ostentación de esa ayuda de veras dirigida a aliviar la pobreza, de seguro que sería más discreto.

Las Fuerzas Armadas bolivianas habían advertido en un comunicado que el referéndum "afecta la seguridad y la defensa nacional del Estado". Y la OEA, ante el disgusto de Washington, había hecho un llamado "a la unidad en democracia de los bolivianos".

Pero ayer los cruceños estaban de fiesta. Habían obtenido el 85 por ciento de los votos y, si la consulta fuera de cumplimiento obligatorio, mañana Santa Cruz tendría parlamento propio, banco central ajeno a los designios de La Paz, ejército autonómico, cobro de tributos y presupuesto prescindentes del poder central. Los cruceños no quieren diferenciarse. Quieren una Croacia altiplánica, a la que se unirían, casi de inmediato, el Montenegro del Beni, la Macedonia de Pando y el Kósovo de Tarija.

La lección de ese descuartizamiento sería magistral y mensajera, brutal y pedagógica: que se cuide Chávez y su rica Zulia, Lula y su Rio Grande do Sul (con su 90 por ciento de población blanca y su creciente importancia económica), Correa y su Guayas siempre díscolo y orgullosamente costeño. En fin, que se cuiden todos porque las desigualdades extremas crean fuerzas centrífugas y sentimientos de no pertenencia. Que lo diga Putin, que cada vez que reta a los Estados Unidos por haber hecho de la OTAN una pistola Colt puesta en la sien de los rusos, asiste a la escalada de la tensión en la frontera con Georgia (este fin de semana Georgia acusó a Rusia y a Abjasia de haber derribado un avión de reconocimiento de su flota de naves espías).

Claro, para las Cavernas globales las fronteras hirvientes y los separatismos que finiquitan países son algo muy bueno si las víctimas son Yugoslavia o Bolivia. Pero cuando Inglaterra ahogaba en sangre a Irlanda, eso estaba de maravillas. Y ahora, cuando España asfixia y encarcela ya no a ETA –organización terrorista– sino a agrupaciones políticas independentistas que actúan a la luz del día y en los ayuntamientos, eso también es un ejemplo de democracia que se defiende. Porque España es una, pero Bolivias pueden ser varias.

¿Y qué ha dicho nuestro canciller? ¿Cuál es nuestra política frente a la crisis boliviana?

Pues es la mejor que puede salir del cerebro de Joselo García Belaunde: ¡ninguna!

http://diariolaprimeraperu.com/online/noticia.php?IDnoticia=15547

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