4 de mayo de 2008

Universidades y Escuelas

Luis Jaime Cisneros

Algunos artículos periodísticos, ciertas entrevistas, con opiniones sobre la educación superior, y las declaraciones que sobre el tema se suelen escuchar en boca de congresistas son también reveladoras de la crisis por las que atraviesa nuestro sistema educativo. En lo que respecta a la educación superior, reina un desconcierto absoluto. Se ha creado 'universidades' (y hay que recurrir al entrecomillado por decoro) con pretextos insuficientes. Mucha gente que cree que si no estudia en una universidad, no se está cursando estudios superiores. Nadie ha aprendido qué significan las Escuelas, los Institutos, y cualquiera crea una organización para estudiar corte y confección y no corre peligro ni incurre en error si la llama 'academia', 'instituto' o 'escuela'. Y pocos se dan cuenta de lo importante que es poner orden al respecto.

Por lo pronto, es necesario entender que los estudios superiores son los que, terminada la Secundaria, ponen al ciudadano en condiciones de aprender una profesión, un oficio, un arte muy especial que requiere esa proporción previa que debe dar la escuela secundaria. En muchos países, la enseñanza secundaria culmina en el Bachillerato, y hay, así, 'bachilleres' diplomados por la Escuela, requisito para ingresar en los institutos superiores de enseñanza. Hay colegios en que los estudiantes pueden acceder al Bachillerato Internacional.

Las 'grandes escuelas' son las que, en Francia, han dado al país la mayor cantidad de presidentes de la República. La Universidad solamente ha dado a Raimond Poincaré. Acá hemos tenido organismos en algo parecidos: tuvimos la Escuela de Ingeniería, la Escuela de Agricultura, la Escuela de Bellas Artes. Si ahora se discute cuál es el rango del Conservatorio de Música es porque estamos entrampados por esta confusión. Los institutos están encargados de investigación: ahí van los profesionales (es decir, los licenciados) para obtener sus maestrías y doctorados. La Universidad es, como el membrete anuncia, una institución compleja, que reúne estudios pertenecientes a varios campos ligados al mundo de las ciencias humanas. No prepara técnicos, tarea de las Escuelas.

La investigación internacional revela que hay demasiados abogados (y demasiados alumnos de Derecho), harto número de médicos e ingenieros (pero número exagerado de candidatos a esas profesiones). Están mal repartidos. Ha sido necesario llegar a este nuevo siglo, para asistir al triunfo de la tecnología y descubrir que los responsables de la política educativa en muchos de nuestros países nunca tuvieron una idea clara de su responsabilidad futura, sino que vivieron preocupados por el estar-en-el-tiempo, despreocupados totalmente por el ser-en-el-tiempo de los miembros de cada comunidad.

Por eso tenemos número excesivo de profesionales en varios campos, y número mucho más extenso de necesitados de ayuda y auxilio. Esa es la razón por la que, en algunos países avanzados, ciertas instituciones de enseñanza superior han restringido la matrícula en determinadas direcciones. Y ocurre que si nos preocupamos por la educación superior, y descuidamos que ella sea, como debe ser, una educación superior de calidad, estamos descuidando –como advierte el Consejo Nacional de Educación– un "factor favorable para el desarrollo y la competitividad nacional". Si no logramos una educación superior bien calificada, no podemos garantizar la efectividad de una realidad democrática.

Debemos reconocer que estos temas se han agravado a raíz de la descentralización. No estoy tan convencido de que el país estuviera preparado para asumir la descentralización en la forma y en las condiciones en que hasta ahora se presenta. El campo de la educación es, por el momento, mi campo de mira. Y no veo una conciencia comunitaria arraigada capaz de asumir su responsabilidad educativa, porque para muchos los objetivos no parecen ser tan importantes como el modus operandi, que tiene su espejo más seguro en los términos del poder y puede, así, nublar o amordazar los propósitos de gobierno.

¿Quiénes son los representantes habituales de la educación superior de un país? Los científicos. Sabemos de ello cuando nos visitan para dictar cursillos especializados en las más prestigiosas instituciones nuestras. Sabemos de ellos cuando reciben algunos de los premios internacionales dedicados a la ciencia o al arte. Cuando los leemos o los escuchamos, tenemos una idea clara de lo que han significado y significan las instituciones de las que fueron alumnos y en las que son ahora profesores. Debemos saber que en sus países se invierte hasta el 3% de su PBI en investigación, ciencia y tecnología. En el Perú, esa cifra es la más baja de América Latina; 0,1%. Es para echarse a llorar.

http://www.larepublica.com.pe/content/view/218486/481/

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