Jerónimo Centurión
A Micaela, la conocí en octubre del año pasado. Discutíamos el guión de un documental sobre el aborto en la región junto a mis amigos de Promsex e Hivos, y decidimos incluir un personaje que uniera las historias de Lima, La Paz y Quito. Su elección no fue difícil. Ella dijo creer en el proyecto, por eso no nos cobraría un sol
Micaela Távara es su nombre real y junto a ella me enteré, por ejemplo, que en cuestiones de derechos reproductivos de la mujer, el buen Rafael Correa, presidente de Ecuador con logros importantes en educación y salud pública, se convierte en un ortodoxo conservador en lo que respecta a derechos de la mujer: según el artículo 447 del Código Penal ecuatoriano, el aborto es legal, sólo si “el embarazo proviene de una violación o estupro cometido en una mujer idiota o demente. En este caso, para el aborto se requerirá el consentimiento del representante legal de la mujer”.
El texto es increíble, sobre todo por lo gráfico y explícito de su postura. Esta situación, como era de esperarse, viene generando intensas polémicas en todo Ecuador, donde las organizaciones de mujeres que apoyaron a Correa en su primera elección hoy se sienten engañadas. Pero lo peor es que se sienten impotentes al no encontrar una opción política con fuerza que las represente. Comparado con sus principales opositores políticos, Correa es un hippie liberal y feminista. Imagínense.
Bolivia es otro país donde uno podría creer que, por su gobierno de izquierda, podría ser progresista con respecto al legítimo derecho de la mujer a abortar, pero no es así, aunque legalmente lo parezca. Allá, la Constitución, desde 1972, permite a las mujeres abortar incluso en casos de “rapto”, entendiéndose el rapto como el hecho de que un hombre tenga una enamorada y conviva con ella. Sin embargo, el conservadurismo de los jueces bolivianos ha propiciado que, en más de 40 años, sólo diez mujeres hayan tenido acceso a un aborto legal. Este nudo judicial ha motivado que Bolivia sea, después de Haití, el país con mayor mortalidad materna.
¿Y nosotros? Aquí, estamos en la prehistoria. Según nuestras leyes vigentes, aquí ni las idiotas violadas se salvan. Tampoco es necesario nudos judiciales. La ley, simplemente, lo prohíbe. Ni siquiera existe reglamento para el aborto terapéutico. La presión de la iglesia en el Perú es de otra época. ¿De qué sirve tanto orgullo macroeconómico o gastronómico si las leyes impiden que más de la mitad de los peruanos no tengan derecho sobre su sexualidad, ni siquiera en casos de violación? Ante esta dramática y escandalosa situación, colectivos feministas y aliados, como yo, venimos recolectando firmas para presentar un proyecto de ley que permita a las mujeres violadas tener derecho a un aborto legal. Yo sé que muchos de ustedes creen como yo, en el aborto total como un derecho, pero debemos ir paso a paso. Lima es una de las ciudades con más violaciones de Sudamérica, y 1 de cada 5 víctimas son menores de 15 años. Lo que pedimos, por favor, es que las dejemos decidir. Que pongamos de lado nuestros prejuicios e ideas, que no le impongamos nada y que dejemos que esta adolescente, decida qué hacer con su vida.
Esperamos que el documental que estamos terminando contribuya a crear conciencia sobre este grave problema y ayude a reducir la enorme hipocresía que existe al respecto. Espero también que ayude a conseguir más firmas para presentar un proyecto de ley que permita a las mujeres violadas decidir. Hasta el momento se han recolectado 60 mil firmas, pero se requieren muchas más.
Si quieres sumarte a esta campaña, escribe a firmadejaladecidir@gmail.com y firma.
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