Antonio Zapata Velasco
Ante la aparición del Frente Amplio de Izquierda, Jaime de Althaus ha escrito que esta corriente política está condenada a una mínima estatura. Según su parecer, la postura izquierdista contra el capitalismo genera su escasa audiencia, puesto que la mayoría nacional estaría interesada en el mercado y la propiedad privada.
En primer lugar, Althaus tiene algo de razón. Dada la naturaleza colonial de nuestro país, el capitalismo llegó tarde y de forma incompleta. Cuando este sistema despegaba en Europa, en el Perú apenas involucraba a pocos individuos que estaban integrados al mercado mundial. Exportábamos minerales y recibíamos productos manufacturados, mientras las mayorías seguían atadas al autoconsumo. Así fue mucho tiempo, prácticamente hasta entrado el siglo XX.
Al despuntar los años mil novecientos, nació la izquierda precisamente en los sectores modernos de la producción. El anarco-sindicalismo surgió entre los obreros textiles y algunos intelectuales comprometidos con causas sociales completaron su primera definición programática.
Desde entonces, entre las izquierdas siempre estuvo presente la preocupación por el campesinado rural y el artesanado urbano, incluyendo a jornaleros y marginados. Nunca fueron olvidados, nadie ha sido tan ciego.
Por el contrario, buena parte de nuestros debates ha sido sobre cómo tender un puente entre obreros, campesinos y sectores de la plebe urbana. Quienes venimos del marxismo hemos vivido varias crisis en las izquierdas motivadas por la pregunta sobre ¿cómo conectar el socialismo con las aspiraciones democráticas y capitalistas de las mayorías?
A lo largo del tiempo, las izquierdas han buscado formar una coalición que agrupe a estos sectores sociales básicos: las clases populares modernas y los sectores también populares que aún no han arribado plenamente a la modernidad. Siempre se pensó que los intelectuales y las clases medias tendrían un papel en esta coalición. Así, existe una tradición política, que Althaus pasa por alto.
Ahora bien, un problema posible sería que la izquierda actual se limite a repetir fórmulas antiguas. Ya terminó la época de la substitución de importaciones y la protección del mercado interno, como bien puntualiza Althaus. Ahora necesitamos una izquierda para el período neoliberal, que junto a la gran inversión ha contemplado el auge del capitalismo popular. Las izquierdas tienen que hallar una fórmula que represente los viejos ideales adecuados a las condiciones actuales.
Es necesario un momento de creatividad para concebir una propuesta que sintetice intereses diversos y los conduzca hacia el reino de la igualdad. No bastan buenas intenciones, si vienen envueltas en viejas concepciones. Peor aún, si la escenografía y los símbolos corresponden a los años veinte. Es necesario despercudirse para ofrecer un nuevo rostro y una propuesta remozada.
Asimismo, es preciso tener claro al rival. ¿Quién es el enemigo de la coalición popular que se busca construir?
La respuesta es el Estado corrupto, normalmente servicial con el poderoso y abusivo con el pobre. Ese Estado viene durando demasiado tiempo. En víspera del bicentenario, la izquierda busca la refundación republicana y la elaboración de un nuevo pacto social.
A diferencia de lo que piensa Althaus, la inversión no es nuestro enemigo, sino la injusticia.
Estamos por una distribución más justa de la ganancia, pero no apostamos contra el crecimiento. Es más, alentamos las aspiraciones de la gente a enriquecerse en libertad.
Creemos en el Estado como agente del crecimiento y la redistribución, impulsor y gestor de un nuevo país, para el cual prometemos servicios públicos de calidad, financiados con una reforma tributaria, que implante algo de justicia en este país.
Así, Althaus no debatirá con la izquierda retrograda que espera, para derrotarla con facilidad, sino tendrá al frente una izquierda renovada, que aprende con los tiempos actuales, ofreciendo una nueva cara por la justicia y la libertad.
* Antonio Zapata Velasco es Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Columbia, Nueva York. Profesor de Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú, profesor del Postgrado en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Investigador Asociado del Instituto de Estudios Peruanos,
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