19 de septiembre de 2013

Vivir en la mentira


Jorge Bruce 


La frase “vivir en la mentira” fue utilizada por Vaclav Havel para describir los regímenes encerrados tras la cortina de hierro, como su entonces Checoslovaquia, bajo el dominio ruso que lo metió durante años a prisión por osar la disidencia. Si bien ésta se aplica a cualquier tiranía, la cual requiere el control férreo de las mentes subyugadas, a fin de que no puedan dudar ni menos cuestionar, pocas dictaduras se prestan tan adecuadamente a ese modelo como la de Corea del Norte. “El efecto en los seres humanos, afirma Ian Buruma, consiste en aturdir su capacidad de desarrollo emocional o intelectual, convirtiéndolos en un grotesco bonsái humano.”

Sin embargo, no es preciso haber tenido la suerte atroz de nacer en ese infierno de la falsedad violenta para experimentar sus efectos. No me refiero a la conocida manipulación fujimorista de los medios, ni a la ocurrida durante el velasquismo.  Tampoco al debate sobre el copamiento de medios con la compra de Epensa por el grupo El Comercio, que es fundamental. La mentira que tengo en mente es más banal y cotidiana. Basta circular por las calles de Lima para comprobarlo. Todos los que pasamos la revisión técnica sentimos que estamos pagando una farsa, al ver la enorme cantidad de vehículos que se caen a pedazos por las calles destrozadas de la capital. Hace poco un canal de televisión mostró como una de esas carcochas contaminantes pasaba la consabida revisión.

Todos los que somos detenidos por la policía para un control vehicular sabemos lo que se viene. Y la última emoción callejera es la de las fotopapeletas: 440 soles sin descuento es lo que hay que pagar por exceso de velocidad en la carretera. El problema es que todos los días leemos de conductores de transporte público que, tras atropellar y matar a algún transeúnte, resulta que tenían alrededor de un centenar de papeletas impagas. Es obvio que el tráfico no mejora un ápice con esas multas, que no son más que un negocio y, en suma, una estafa.

Hay otras mentiras como las de los juicios de terrenos. Cada vez que alguien me comenta estar inmerso en uno de esos procesos, lo  compadezco. O las riquezas de los políticos. Hoy salen a la luz las del presidente Toledo, sobre quien está cayendo todo el peso de la ley, como corresponde. Solo que esto no ocurre con políticos más hábiles para la corrupción y el control del Poder Judicial, en donde consiguen fallos a su medida (Comunicore, El Frontón, etcétera). Pero acaso lo más grave es que, a diferencia de Corea del Norte, en donde las víctimas están obligadas a creer las historias que les imponen para no sucumbir a la locura, acá se nos convida al cinismo y a la complicidad. Todos sabemos que la corrupción es la letra viva que rige nuestros destinos, pero hacemos como si viviéramos en una sociedad democrática, con independencia de poderes y respeto de la voluntad ciudadana. Lo cierto es que no se requieren cortinas de hierro ni gobernantes psicóticos para vivir en la mentira: bastan las de humo, políticos corruptos y una dosis de “adaptación” ciudadana.


http://www.larepublica.pe/columnistas/el-factor-humano/vivir-en-la-mentira-15-09-2013

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