28 de octubre de 2013

Los neomachistas


Julia Evelyn Martínez

Los neomachistas vienen en diferentes tallas, pesos, colores e ideologías. Se les encuentra por todos lados y a toda hora: en los templos católicos y en las iglesias protestantes; en las plazas públicas y en los programas de entrevistas; en las aulas  y en los partidos políticos; en los sindicatos y  en el Gobierno; en facebook y en twitter. Todos tienen en común su preocupación por adaptarse a los nuevos tiempos y a los nuevos discursos de la igualdad de género, pero asegurándose que la esencia de la sociedad patriarcal quede intacta. Como dice Miguel Llorente: representan una forma de dominación menos ruidosa pero que al igual que el viejo machismo, atenta contra la igualdad.


Los neomachistas le temen a ser señalados públicamente como acosadores,  golpeadores de mujeres o espectros de la Edad Media. Se sienten cómodos con un discurso que reconoce formalmente la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pero se oponen a cualquier medida de acción afirmativa que se impulse para avanzar en la vigencia sustantiva de dicha igualdad. Si se promueven mayores castigos para los feminicidios, dirán que es una discriminación para las víctimas de homicidios; si se promueven cuotas de participación política para las mujeres, advertirán que es un insulto para las mujeres capaces; si se promueve el uso de un lenguaje inclusivo para las mujeres, reaccionarán diciendo que esto a lo que nos lleva es a la anarquía en el idioma y que así como van las cosas vamos a terminar hablando del PIB y de la PIBA.



Los neomachistas ejercen todas las profesiones y ocupaciones. Pueden ser  abogados, psicólogos, economistas, entrevistadores, columnistas, diputados, jueces, fiscales, policías, ministros, analistas, docentes, empresarios, médicos, periodistas, presentadores, comediantes, militares, rectores, sacerdotes o  pastores.


Una de sus marcas distintivas es que suelen ser los primeros en reaccionar cuando las mujeres tratan de reivindicar sus derechos, utilizando la conocida estrategia del “sí, pero no”. Admiten sin problema que todavía existe discriminación y violencia contra las mujeres, y que hay machistas abusadores  que merecen un castigo, PERO a continuación aclaran que estos casos son la  excepción y no la regla, y que por tanto la manera correcta de abordar estos problemas no debe ser actuando sobre lo general sino sobre lo particular.
 
Les asustan las mujeres bravas (en los términos descritos por Héctor Abad) y prefieren a las mujeres sumisas. Por eso, desprecian a los personajes públicos  que ejercen violencia contra las mujeres  débiles y hogareñas, pero festejan a  otros personajes que utilizan su poder para descalifica a las mujeres que reclaman derechos a toda voz. A estas mujeres, los neomachistas están prestos a recordarles su inferioridad, a burlarse de ellas y de sus luchas y sobre todo, a menospreciar sus avances.


A los neomachistas los quiere la izquierda y la derecha, el centro y la orilla. Todo político o funcionario quisiera tener a su servicio a un neomachista lúcido que le permitiera oponerse al avance de los derechos de las mujeres, mientras es  aplaudido por sus discursos de defensa de la igualdad de género.

Los neomachistas encarnan el rostro renovado de la misoginia: denuncian que las mujeres se están aprovechando de las leyes y de las instituciones que las protegen para ejercer violencia y discriminación contra los hombres, que son ellas las principales responsables del machismo, y que las cosas en el país y en el mundo estarían mejor si las mujeres tuvieran más libertad para estar con sus familias y menos libertinaje para dedicarse al feminismo.


Son los primeros en levantar sospechas sobre las mujeres que denuncian acoso sexual, al insinuar que a lo mejor ellas lo buscaron, o que hacen estas denuncias  como una forma de justificar su incapacidad en el trabajo, o que en el peor de los casos, se trata de mujeres con un cuadro de esquizofrenia paranoica.

No obstante, la taxonomía de los neomachistas está aún en proceso de construcción, podemos preliminarmente sugerir las siguientes categorías básicas, que por supuesto admiten la posibilidad de combinaciones entre sí:


El neomachista ilustrado: Conoce ampliamente la literatura existente sobre la teoría de género y sobre los instrumentos internacionales y nacionales que promueven los derechos de las mujeres, y utiliza estos conocimientos a su conveniencia (o a la de quien lo contrata) para “hablar mucho para no hacer nada”, en lo que se refiere a discriminación y violencia hacia las mujeres. Este tipo de neomachista ha logrado dominar el difícil arte de ser reconocido por su compromiso con la igualdad de género, al mismo tiempo que socava con sus propuestas las condiciones institucionales y políticas que permitirían avances reales en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Es difícil identificarlos a primera vista por el camuflaje de sensibilidad de género y de corrección política que han aprendido a utilizar; pero, a medida que se les trata, se hacen evidentes por su fobia al feminismo (y a las feministas) y por frases inconfundibles, tales como “debemos pasar de las políticas para promover el avance de las mujeres a políticas inclusivas para mujeres y hombres”.


El neomachista confesional: Repudia la existencia de injusticias y de violencias contra las mujeres y se adhiere a cualquier iniciativa para erradicar estos males, siempre y cuando estén enmarcadas en los fundamentos y dogmas de la religión que profesa. Se ubican en esta clasificación la mayoría (aunque no todos) los que militan en movimientos integristas o neointegristas (como la renovación carismática y el Opus Dei) o en ciertas sectas evangélicas, cuyas creencias les inspiran a apoyar aquellas reformas a favor de las mujeres que estén en correspondencia con las virtudes femeninas exaltadas en sus textos sagrados y a rechazar aquellas otras reformas que pongan en cuestionamiento “la desigualdad natural” de las mujeres establecida en esos mismos escritos.


El neomachista de derecha: Orienta sus propuestas para la equidad de género en el fortalecimiento de la familia tradicional y del rol de la maternidad de las mujeres. Este tipo de neomachsimo no se atreve a reconocer explícitamente la superioridad de los hombres y la inferioridad de las mujeres, pero actúa guiado implícitamente por esta doble convicción. Es el tipo de político que sostiene que sería importante que una mujer sea presidenta del país pero que a continuación aclara que “lamentablemente el pueblo no está preparado para este avance” o que sostiene que “las mujeres son más inteligentes que los hombres y por eso prefieren enfocarse en cuidar el fundamento de la sociedad, es decir a la familia, y no andar perdiendo el tiempo en la política”. En su versión internacional el neomachista  de derecha lo representa el ex- Presidente colombiano Alvaro Uribe al reclamarle públicamente a Hugo Chávez en la cumbre de Cancún: “SEA VARON Y QUÉDESE A DISCUTIR DE FRENTE”, y en su versión criolla, el también ex- Presidente Tony Saca prometiéndole a las mujeres salvadoreñas “que nunca más estarán solas”.


El neomachista de izquierda: Justifica la lucha por los derechos de las mujeres como una lucha legítima y necesaria de los pueblos, siempre y cuando ésta  tenga lugar en el marco de la construcción de la sociedad socialista y exclusivamente en este marco. Considera que las mujeres en la lucha por sus derechos deben ser símbolo de unidad y nunca motivo de divisionismo que pueda beneficiar al enemigo (imperialismo, oligarquía, transnacionales, etc).  Este tipo de neomachismo no tiene problemas con asumir actitudes o comportamientos machistas en determinados momentos, porque como contrapartida, pone en marcha medidas de equidad de género para aumentar la  presencia de mujeres en la política y/o para mejorar su situación económica y social. En su versión ligth este tipo de neomachista se identifica con Evo  Morales o con Hugo Chávez y en su versión extrema con Daniel Ortega. Un momento memorable del neomachismo de izquierda es la juramentación realizada por el Presidente Hugo Chávez de las integrantes del Frente Bicentenario de Mujeres el 8 de marzo de 2010, a quienes instó a “desmontar el capitalismo y a PARIR, CRIAR, AMAMANTAR y fortalecer el único camino a la salvación de la patria, que es el socialismo bolivariano feminista”.


El neomachista locuaz: Su rasgo distintivo es su tendencia a la impostura política resultante de su falta de ilustración sobre los temas relativos a la discriminación y a la violencia de género, combinada con su alta propensión a hablar demasiado o a comentar públicamente con ligereza dichos temas. La figura de culto de este tipo de neomachsimo es Silvio Berlusconni, afirmando sin desenfado alguno en la campaña electoral de 2008 que “la izquierda no tiene gusto, ni siquiera cuando se trata de mujeres. Nuestras candidatas son más hermosas.”, y más recientemente, la figura de Joseph Ackermann, Presidente del Deutche Bank,  quien en medio del debate suscitado en Alemania en torno a la propuesta de cuotas mínimas de participación de mujeres en los directorios de empresas,  comentó que “no hay ninguna mujer en el Comité Directivo del Deutche Bank, pero espero que un día u otro la dirección será más bonita y con más colorido gracias a la integración de mujeres”.


Gran parte del éxito de los neomachistas es que no suelen actuar solos; al lado, a las espaldas o al frente de los grandes o pequeños neomachistas suelen, por lo general, estar un grupo de mujeres que consciente o inconscientemente también sirven a la causa del patriarcado en esta nueva etapa de su desarrollo. Algunas de estas mujeres realizan una defensa activa de neomachismo mientras que otras optan por hacerlo de forma pasiva o encubierta.


En el primer grupo destaca la Primera Dama de Nicaragua, Doña Rosario Murillo, quien en la página oficial de la Presidencia de la República mantiene colgado un texto denominado “La conexión feminista y las guerras de baja intensidad” en el cual hace una exaltada denuncia del complot feminista imperialista que existe en su país para hacer la contrarrevolución al gobierno de su esposo, y en el cual se lee : “En su perturbado afán de destrucción política y de desintegración familiar, a las afanadoras de las oligarquías no las detiene nada (….) Este activismo político y cultural, pro-europeo y norteamericano, se disfraza de feminismo, viste ropa de mujer, pero no conoce, nunca ha conocido, la sensibilidad del corazón de la mujer. Su lenguaje es visceral y vengativo, propio del egoísmo y la egolatría, que caracteriza al capitalismo profundo (…)  No tienen lazos familiares o afectivos estables; desdeñan esos dichosos y benditos vínculos del cariño incondicional, indispensables para el desarrollo humano (….) En los procesos revolucionarios y progresistas de América Latina, las mujeres hemos venido conquistando espacios de poder. Hemos asumido nuestras verdaderas demandas de justicia y equidad, trabajando con alma por una práctica política, económica y social, que nos incorpore en nuestra diversidad cultural, y en nuestra libertad esencial (….) No toleran que tengamos y defendamos nuestra idiosincrasia, valores y costumbres, que son precisamente, los que a través de la historia han permitido a la Humanidad, amar, compartir, multiplicarnos, soñar y trabajar por una Sociedad mejor (….) Pediremos por ellas. El amor es más fuerte que el odio. Pediremos por su satisfacción personal. Pediremos para que pasen de la frustración que las asfixia y desquicia, a la paz mental; y pediremos para que esa calma las lleve a reconocer el Bien, e incorporarlo a sus Vidas”.


En el segundo grupo se encuentran mujeres como la Diputada Carmen Flores, del partido MAS (Movimiento al Socialismo en Bolivia), que de manera condescendiente reconoce que “sería negar una realidad no aceptar que el machismo se siente en el MAS, pero es parte de nuestra cultura. Sin embargo, es destacable que el Presidente Evo Morales tenga mucha confianza en el trabajo de las mujeres y él cree que debemos tener espacios. Yo personalmente no he conocido a otro hombre que sea tan equitativo como él. En todas las reuniones que tenemos siempre trata de ser la voz de las mujeres y exige y recomienda que los parlamentarios tomen en cuenta nuestra posición. Las mujeres siempre vamos a tener trabas pero depende mucho del trabajo personal, de cada una, evitar que nos quedemos rezagadas”. 


En conclusión, es tiempo de caer en la cuenta que el patriarcado está mudando de piel y que han aparecido nuevos machismos; en consecuencia, se necesitan mayores y renovados feminismos.

http://www.archivocp.contrapunto.com.sv/columnistas/los-neomachistas

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