27 de octubre de 2013

Monsanto, ganancias contra salud



Hedelberto López Blanch

El poder de las compañías transnacionales crece cada día pues con enormes capitales, compran a funcionarios y hasta a gobiernos completos en su afán de enriquecimiento aunque, como ocurre con la Monsanto, sus productos atenten contra la salud de millones de pobladores en el mundo.

Esa compañía, surgió en San Louis, Missouri, en 1901, bajo el nombre Monsanto Chemical Works, con el objetivo de producir sustitutos del azúcar para la empresa Coca Cola y a principios de 1970, estudios realizados por el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, revelaron que la sacarina provoca esa enfermedad en ratas y otros mamíferos utilizados en los experimentos.

Recientemente, se efectuó una campaña internacional en más de 80 países del mundo, (en octubre se realizará otra) para denunciar los efectos nocivos de los insecticidas y productos genéticamente modificados, fabricados por esa compañía.

Estudios científicos han demostrado que muchos de esos productos conocidos como Organismos Genéticamente Modificados (OGM) tienen consecuencias extremadamente dañinas para el medio ambiente y la salud humana.

El enorme control que ejerce esa transnacional en el gobierno de Estados Unidos quedó comprobado cuando en marzo pasado el Congreso aprobó la llamada Ley de Protección de Monsanto con una cláusula que impide a los tribunales federales suspender o prohibir la siembra y venta de cultivos transgénicos, incluso si estos son reconocidos como dañinos para la salud humana o para el medio ambiente. Una información aparecida hace pocos meses en medios de prensa, revela la estrecha relación que mantiene con esa compañía un gran número de personas entre las que aparecen senadores, congresistas, jefes de departamentos nacionales y altos cargos en la Casa Blanca.

Además de la citada sacarina, Monsanto también se enfrascó en la fabricación de diferentes productos a lo largo de su historia que han sido catalogados de dañinos.

En la década de 1920 fabricó en una planta ubicada en Anniston (Alabama), bifenilos policlorados, líquido refrigerante para condensadores, transformadores y motores eléctricos. La Agencia de Protección del Medio Ambiente (APMA), cincuenta años más tarde, presentó pruebas de que ese elemento provoca cáncer en humanos y animales. Washington prohibió su producción y en 2003 la empresa pagó más de 600 millones de dólares a los residentes de Anniston por los gravísimos problemas de salud inducidos.

La APMA, en los años de 1980 prohibió a la transnacional, fabricar poliestireno sintético para empacar alimentos, (lo hace desde 1941) por sus efectos dañinos, pero aun se continúan elaborando.

Monsanto se convirtió en 1944 en uno de los primeros creadores del insecticida DDT, utilizados contra los insectos y en la agricultura. La empresa desarrollo una millonaria campaña a favor de sus “inocuas bondadoso” y en 1972 se confirmaron sus efectos cancerígenos.

Después de finalizada la II Guerra Mundial, la corporación inició la venta de pesticidas químicos para la agricultura y llevó al mercado el herbicida 2,4,5-T, a base de dioxina y uno de los precursores del agente naranja. Esta sustancia se acumula en la cadena alimentaria, principalmente debajo de la piel de los animales. Al consumir los humanos diversos tipos de carnes (vacuna, bovina, caprina, avícola) pueden provocarles problemas en la reproducción y desarrollo, afectarles el sistema inmunitario, interferir en las hormonas Y, y motivarles cáncer.

Después, como productora del agente naranja, la transnacional le suministró grandes cantidades al gobierno norteamericano, las cuales Washington lanzó contra los territorios de Vietnam. El resultado de ese genocidio fue de 400 000 personas asesinadas o mutiladas, 500 000 niños nacieron con defectos y más de un millón quedaron con impedimentos físicos.

Para aumentar la producción de leche en las vacas, Monsanto creó la hormona modificada, somatotropina bovina recombinante (rBGH). Investigaciones efectuadas indican que la leche rBGH esta relacionada con el cáncer de mama, de colon y de próstata en los humanos. Ya esa hormona esta vetada en Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Israel, la Unión Europea y Argentina.

Los cultivos de OGM y las semillas patentadas como las de soya y maíz, se desarrollaron en los años 70 por varias empresas químicas como Monsanto Chemicals, DuPont y Dow Chemicals.

Varias investigaciones han demostrado el grave daño que provocan esos cereales, por ejemplo, científicos de la Asociación Nacional Rusa de la Seguridad de los Genes y del Instituto de Problemas de la Ecología y la Evolución, tras años de experimentos, comprobaron que los hámsteres alimentados con soya y maíz transgénico quedan estériles después de la tercera generación.

Para el profesor español de biotecnología, Alejandro Romero, “La codicia de un grupo de poder mundial nos está llevando a un caos sanitario”.

Cuando Monsanto vende semillas a los diferentes países, también el comprador esta obligado, bajo contrato legal, a comprar el herbicida Roundup, a base de glifosato, patentado desde 1970.

El biólogo molecular Gilles-Eric Seralini, junto a un equipo de la universidad francesa de Caen, al analizar el Roundup, determinó que este herbicida contiene polioxietilamina, un ingrediente mucho más dañino al ser humano que el glifosato. Pero la compañía continúa produciéndolo y exportándolo.

Solo en Estados Unidos se utilizan anualmente 45 millones de kilogramos de glifosato al año de desde 2000 se han aplicado en más de mil millones de acres, por lo que se puede decir que la mayoría de los alimentos que se producen en Norteamérica estan contaminados.

Además de los rusos, investigadores de Francia, Austria, Estados Unidos e India han establecido que los transgénicos de Monsanto provocan crecimiento retardado en animales, alta mortalidad entre las crías y un peligro potencial para el ser humano.

Muchos expertos y científicos aseguran que la alta incidencia mundial de problemas cancerígenos esta relacionada directamente con esos alimentos transgénicos por lo que alertan a no consumir mercancías de grandes y famosas compañías como Coca Cola, Pepsi, Lipton, Pringles y Heinz, que utilizan las producciones de Monsanto.


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